miércoles, 17 de abril de 2013

'Un amor entre dos mundos', una fantasía desaprovechada



Con una oferta cinematográfica cada vez más amplia e internacional, y en medio de una terrible crisis que ha recortado inversiones y creado espectadores más selectivos, cada vez cuesta más lograr que una película destaque entre la marea de títulos y consiga hacerse un hueco entre las recomendaciones de los aficionados al séptimo arte. En esta competición, donde la poderosa (pero no infalible) maquinaria de Hollywood juega con ventaja, resultan muy útiles los high-concepts, potentes puntos de partida que despiertan la curiosidad del público.

En numerosas ocasiones he oído/leído a la gente quejarse de que ya no hay historias originales, que hay demasiadas películas que cuentan lo mismo. Personalmente, me suele dar igual qué se quiere narrar, lo que me importa es cómo lo hacen, porque eso es lo que suele marcar verdaderamente la diferencia. Una trama diferente, peculiar, puede sonar de maravilla pero si el cineasta la desarrolla con torpeza tarde o temprano llegarán los bostezos. Lamentablemente eso es lo que ocurre la mayoría de las ocasiones, y es el caso de ‘Un amor entre dos mundos’ (‘Upside Down’, Juan Solanas, 2012).



La película nos lleva a un fantástico sistema solar donde dos planetas similares a la Tierra coexisten prácticamente unidos aunque separados cada uno por su propia gravedad. A través de la voz en off de Adam (Jim Sturgess) nos enteramos que los habitantes del mundo de arriba son los que manejan el cotarro, privilegiados y poderosos, mientras que los de abajo son los que sufren, currantes y pobres. Hay un amago de interesante crítica sociopolítica pero el guion —escrito por Solanas y Santiago Amigorena— prefiere centrarse en cuestiones menos espinosas.

El atractivo envoltorio que representan esas llamativas imágenes donde se juega con un planeta que es el cielo del otro y las peculiares leyes gravitatorias —imposible no acordarse de algunas de las escenas más espectaculares de ‘Origen’ (‘Inception’, Christopher Nolan, 2010)— es la excusa de ‘Un amor entre dos mundos’ para colarnos otro romance que no tiene nada de nuevo. Y lo que es peor: aburre. Resulta que Adam es un muchacho huérfano del entorno desafortunado, pero es mono y simpático, e ingenioso —tiene entre manos una milagrosa crema antiarrugas…—, y un día se encuentra con una chica de su particular cielo (Kirsten Dunst), también mona y simpática, enamoradiza y sin prejuicios.



Y claro, “el amor es más fuerte que la gravedad“. Y la amnesia. Porque Solanas complica las cosas para los protagonistas incluyendo un forzado giro argumental que, al igual que el planteamiento de los jóvenes enamorados que deben superar el obstáculo de pertenecer a bandos enfrentados —o clanes familiares, como apuntaba Sergio—, ha sido plasmado en el cine durante décadas, y con mejores resultados —Alberto recordaba en Twitter a Mervyn LeRoy—. Sin nada realmente singular que vender, y un guion que hace aguas, la propuesta necesita apoyarse en una imaginativa puesta en escena y un reparto inspirado; pero ‘Un amor entre dos mundos’ se derrumba.

Solanas únicamente se muestra interesado en lucir el asombroso combo de magia digital y diseño de producción, importándole poco si para ello debe destruir la verosimilitud del relato —Adam está demasiado cómodo en el otro mundo— o incluir escenas que no aportan nada, como la de la copa. Detalles claros de su torpeza como narrador son la rapidez con la que resuelve el conflicto amoroso y el cierre, con esa panorámica donde podemos ver un imposible partido de baloncesto. Con este panorama, solo queda confiar en los actores pero ninguno de ellos —ni siquiera Timothy Spall— ofrece su mejor nivel, no reaccionan con naturalidad y nunca hacen creíbles a sus personajes ni el entorno en el que se supone que viven. En definitiva: no perdáis el tiempo.

Autor: Juan Luis Caviaro (Blog de cine)


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