lunes, 8 de abril de 2013

Crítica de "Un amor entre dos mundos"


Kirsten Dunst y Jim Sturgess persiguen un centro de gravedad permanente

La idea conceptual detrás de una película, a lo que en Hollywood les gusta llamar el high-concept, a veces puede tener tanta fuerza por sí sola que sus responsables corren el riesgo de caer tan rendidos ante ella como imaginan que lo hará el público, lo que lleva a descuidar aspectos más prosaicos como la profundización en los personajes o la motivación de sus acciones. Total, la idea de fondo es tan buena… Un amor entre dos mundos, segundo largometraje de Juan Diego Solanas (hijo del histórico del documental argentino Pino Solanas) ambienta una historia de amor imposible en –aquí viene el high-concept– un universo con dos mundos colocados uno encima del otro, cada uno con su propia fuerza de gravedad y habitantes completamente separados por su clase social. En el mundo de arriba viven los ricos; en el de abajo, los pobres, cuyos recursos son explotados por los de arriba. No es el único brochazo grueso en el campo metafórico, pues los dos amantes, cada uno de un mundo distinto, se llaman Adam y Eden; el bar donde quedan, café Dos Mundos (en español en el original).

Jim Sturgess y Kirsten Dunst interpretan a la pareja separada por el tiempo, la clase social y, bueno, la fuerza de gravedad en una historia que, si la abordamos desde una perspectiva narrativa, tendrá todas las vías de agua habituales en propuestas de ciencia-ficción que se preocupan mucho por enunciar (en vez de enseñar) sus reglas al espectador para luego olvidarlas a conveniencia. ¿Pero acaso es ésa la manera más adecuada de verla? Dudo mucho que el interés de Solanas sea convertirse en un buen narrador; igual que en el caso de Joseph Kosinski (TRON: Legacy), su recurso a resortes de lo más tópico (la entrada del diferente en el sistema a lo Gattaca, la amnesia funcional, la huida de la pareja) parecen sólo excusas para montar apabullantes imágenes de naturaleza especular y construcciones arquitectónicas imposibles. Es el juego con la perspectiva lo que le interesa, que un interlocutor pase a estar bocabajo por un simple contraplano. Y en el campo de la creación de imágenes fuertes, el esfuerzo es encomiable, aunque caiga en cierta reiteración y el poso Jeunet sea persistente. Pero es una lástima que no les haya dado más robustez con una historia que no se quede en mera superficie. 

VEREDICTO: Su romance no te dejará patas arriba, pero el juego visual se merece una sala de cine.

Autor: Daniel de Partearroyo (Cinemanía)

 

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