Zhang Yimou se pone ampuloso en una historia de guerra y superación
La película más cara de la historia del cine chino. Ante tal frase, presuntamente publicitaria, no puedo evitar preguntarme: ¿Y qué? Quizá hace 15 o 20 años estas apelaciones a la grandilocuencia de las cifras tuvieran su efecto positivo en el taquillaje de las películas, pero me temo que ahora se antojan más bien ridículas. Porque, ¿alguien irá a ver Las flores de la guerra atraído por el ditirambo de su presupuesto? No, irán supongo, porque le atraerá la historia o considerará que Zhang Yimou es suficiente garantía. ¿Y cómo se vislumbran en pantalla los 100 millones de dólares de presupuesto? Pues con exceso de ruido, la verdad.
Es una obra a ratos intimista y a ratos espectacular y me temo que Yimou no consigue ensamblar con demasiada armonía las dos películas que conviven dentro de ella. No aportan nada, o casi nada, los ramalazos mainstream en las escenas de batalla y mucho menos los absurdos ralentís que se saca de la manga. Claro que del director de La casa de las dagas voladoras era esperable. Quizás alguien debería hacerle notar que el manierismo no le sienta bien a todas las historias.
Si nos centramos en la historia, hallamos mejores motivos que celebrar. Resulta casi imposible no acordarse de inmediato de Ciudad de vida y muerte (2009), la película de Lu Chuan que contaba la misma historia: el asedio de Nanking durante la segunda guerra chino japonesa de 1937. El atroz maniqueísmo de aquélla troca aquí en un bastante más matizado relato protagonizado por un Christian Bale portentoso en la piel de un maquillador fúnebre de vida disipada, un extraño individuo, al principio casi una presencia fantasmal, un personaje de Graham Greene que se viste como Albert Finney en Bajo el volcán. A medida que el metraje avanza, el hombre se va humanizando, tomando conciencia de que la desgarradora violencia está cambiando su hasta entonces absurda visión del mundo. Es con el retrato de este trayecto vital en medio del horror con el que Yimou consigue inyectar calado a su filme. Máxime en la convivencia con las estudiantes y las prostitutas que se refugian con él en la misma iglesia. A cada nueva pérdida, se unen más para burlar la sombra de la muerte. Y en esta lucha, seamos sinceros, lo de menos son las balas saliendo del percutor en caprichosa cámara lenta.
VEREDICTO: Un Christian Bale impresionante en una obra desigual pero de valiosa enjundia dramática.
Autor: Toni Vall (Cinemanía)
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