La necesidad de crear grandes espectáculos que logren atraer a las masas en estos tiempos de crisis parece ser una de las claves por las que la ciencia-ficción está viviendo una etapa especialmente prolífica y feliz. Entre las nuevas propuestas del género cabe destacar cuatro de los estrenos más esperados del año: ‘Elysium’ (Neill Blomkamp), ‘After Earth’ (M. Night Shyamalan), ‘Pacific Rim’ (Guillermo del Toro) y ‘Gravity’ (Alfonso Cuarón, 2013). El endiosado Christopher Nolan tiene previsto arrasar en taquilla el año que viene con su nueva aportación, ‘Interstellar’ (2014), mientras que el maestro Steven Spielberg perfila el guion de ‘Robopocalypse’ (2015) y el rompe-récords James Cameron ya está trabajando en las secuelas de ‘Avatar’ (2009).
De momento, el público está respondiendo a este boom. Queda patente en los resultados de las dos últimas películas protagonizadas por Tom Cruise: ‘Jack Reacher’ (Christopher McQuarrie, 2013) y ‘Oblivion’ (Joseph Kosinski, 2013). La primera dio un susto a la Paramount en la semana del estreno, si bien la acumulación de cifras en el mercado internacional lo han convertido en un producto rentable (sin entusiasmo); la segunda no solo ha cumplido las expectativas de Universal sino que las ha superado, es el mejor estreno de Cruise en EE.UU. desde ‘Misión: Imposible III’ (‘Mission: Impossible III’, J.J. Abrams, 2006). Personalmente quedé más satisfecho con ‘Jack Reacher’ pero las potentes imágenes y un acertado romanticismo hacen de ‘Oblivion’ un efectivo entretenimiento.
El espectáculo y el sentimiento salvan un guion lamentable
La película parte de un supuesto cómic creado por Kosinski —aún sin publicar, esto tiene pinta de estrategia comercial: resulta más fácil vender la adaptación de un cómic—, quien es también responsable del guion junto a Karl Gajdusek y Michael Arndt. El material, profundamente irregular, es un reciclaje de ideas e imágenes de conocidos títulos del cine fantástico —desde ‘2001’ (S. Kubrick, 1968) a ‘Moon’ (D. Jones, 2009) pasando por ‘Fahrenheit 411’ (François Truffaut, 1966) o ‘Star Wars’ (G. Lucas, 1977), entre otros muchos— con el que se intentan crear situaciones y escenarios que impacten, descuidando la coherencia del conjunto, lo que acerca a ‘Oblivion’ al mismo abismo por el que cayó la fallida ‘Tron: Legacy’ (J. Kosinski, 2011), un lujoso pasatiempo que dejaba indiferente tras el asombroso arranque.Coquetea con el desastre pero no llega a estrellarse ‘Oblivion’ porque entre los guionistas y los actores se las apañan para lograr algo que le faltaba a la ópera prima de Kosinski: humanidad, sentimiento. El diseño de producción es espectacular y hay momentos realmente impresionantes a lo largo de las dos horas de metraje —una duración excesiva para lo que se intenta contar— pero lo que le conquista a uno no es el cuidado con el que se han elaborado las naves o los decorados, sino una escena íntima junto a una cabaña y un lago, en la que Jack Harper (Cruise) escucha por primera vez el recuerdo de una promesa que hizo tiempo atrás a su amada. La emoción que se logra en esos instantes valen mucho más que cientos de millones de dólares invertidos en efectos visuales.
Entre sueños, recuerdos, mujeres y máquinas
La trama de ‘Oblivion’ está ambientada en un futuro post-apocalíptico. La Tierra ha quedado devastada por una guerra nuclear contra una raza alienígena invasora. Tras lo ocurrido, la humanidad pone rumbo a las estrellas mientras se extraen los últimos recursos de nuestro moribundo planeta. Jack y Victoria (Andrea Riseborough) forman una feliz pareja que se encarga del mantenimiento de un sistema de seguridad que debe impedir a los extraterrestres supervivientes boicotear la cosecha. Jack baja a la Tierra para reparar máquinas mientras Victoria coordina la operación desde el refugio que tienen sobre las nubes. Un sueño recurrente, una misteriosa desconocida (Olga Kurylenko) y un grupo de “rebeldes” (Morgan Freeman, Nikolaj Coster-Waldau…) desequilibran la rutina de Jack.Es interesante que Jack sea una mezcla de mecánico y soldado que se limita a cumplir órdenes para una autoridad de carácter inhumano (Melissa Leo) hasta que la luz de verdades ocultas y sueños posibles lo sacan de la oscuridad. Sería maravilloso que todos despertáramos de forma similar. Pero a Kosinski le preocupa poco la resonancia que pueda tener su película, a tenor del endeble texto que ha llevado a la pantalla y el descaro con el que mete mano a elementos reconocibles del género para maquillar sus limitaciones como creador. El reparto le hace un favor al dotar de convicción a unos personajes poco inspirados —me parece un error de casting no haber intercambiado los roles entre las dos actrices principales— y la música de Anthony Gonzalez y M83 refuerza la intimidad y la épica de una aventura a la que le sobran los malos hábitos del blockbuster.
Autor: Juan Luis Caviaro (Blog de cine)
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