Pringosa adaptación que tendría que haber hecho Almodóvar.
“Cambiar la percepción que tiene la gente de lo que es un director afroamericano”. Ése es el objetivo cinematográfico de Lee Daniels. Por eso dice que hizo Precious, aquel drama sobre drama con la misma trampa que cartón. Y por eso dice que escogió la novela de Pete Dexter, que iba a ser el debut americano de Almodóvar. Y ojalá lo hubiera sido. Podría haber sacado oro de esta mezcla de sexo, asesinatos, periodismo, homosexualidad reprimida, racismo y pringosidad en el sur de EE UU. Enumerando estos temas, se entiende por qué Daniels vio en ella la posibilidad de cumplir su objetivo. Pero obcecado en conseguirlo no encontró el equilibrio entre todas las historias de la película (el ‘chico del periódico’ y su hermano periodista, la mujer enamorada de un convicto por carta, la lucha por los derechos civiles…) y se le fue la mano en pedirles más y más a sus actores: John Cusack más desquiciado y fuera de sí que nunca, Nicole Kidman, que consigue una composición de una devorahombres tan llena de bótox como exagerada; o Zac Efron, que no se sacude el High School (Musical). El más medido es, sorprendentemente, Matthew McConaughey.
Daniels abusa de pretenciosidad y gravedad sin llegar a ningún lado, sin decir nada, ni sobre los temas sociales, el viaje iniciático, o el sexo (y la lluvia amarilla de Kidman sobre Efron). Eso sí, todo bien empaquetado con un sucedáneo filtro de Instagram (‘Florida años 60’ se llamará). Muy aparente.
Autor: Irene Crespo (Cinemanía)
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