jueves, 25 de abril de 2013

Crítica de 'Un lugar donde refugiarse'


Es un cine rancio y envejecido, sin un soplo de vida, con formato de melodrama romántico con rasgos de folletín, que encajaría mejor como telefilm que como largometraje para la pantalla grande.

Amañada y previsible, alberga los ingredientes habituales del escritor Nicholas Sparks, en cuya novela se basa, recurriendo a elementos que ya vimos en algunas de sus adaptaciones previas, entre ellas títulos como 'Mensaje en una botella', 'Un paseo para recordar', 'El diario de Noa', 'Noches de tormenta', 'Querido John' y 'Cuando te encuentre'. Es, sin duda, el escritor más adaptado en los últimos tiempos en Hollywood, algo así como el especialista de thrillers Stephen King del ámbito dramático. Lo peor es que esta circunstancia conlleva una reiteración abusiva de ingredientes que daña considerablemente la estabilidad de este cine.

Lo único que evita el más absoluto naufragio es la realización de un Lasse Hallstrom, que ya dirigió 'Querido John', dotado de innegables cualidades para cuidar con decoro los aspectos narrativos. Aunque está lejos de sus mejores tiempos, los de 'Las normas de la Casa de la Sidra' y 'Chocolate', todavía sabe imprimir un toque de calidad a sus fotogramas.


Desde un principio el relato suena a material trillado, exprimido a menudo en títulos de intriga, envuelto en esta ocasión en ingenuo material romántico. Su escenario es Southport, una pequeña población costera de Virginia del Norte, a la que llega una atractiva mujer, Katie, decidida a empezar una nueva vida y arrojar por la borda todo su pasado. Por eso busca trabajo en un restaurante local y se hace con una vivienda en el bosque cercano. Algunos flashes indican que huye de una tragedia y que la policía está tras sus pasos, motivos que le llevan a no comunicarse con nadie y a rechazar la ayuda y los detalles que tiene un nuevo vecino, Alex, padre viudo de dos hijos pequeños.

El espectador es plenamente consciente de los derroteros que va a seguir el argumento, incluso con detalles del mismo. Los personajes son tan ñoños y simples que no pueden tomarse en consideración y sólo los incondicionales del folletín pueden asumir un final de record Guinnes en la acumulación de tópicos.

Autor: Antonio Dopazo (La Nueva España)

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