martes, 2 de abril de 2013
Crítica de "Grandes esperanzas"
La fallida traducción del título de la novela de Dickens (en inglés Great Expectations quiere decir “grandes expectativas” y no “esperanzas”), mantenida por alguna razón incomprensible en sucesivas ediciones españolas como una errata sin corregir a la que al cabo del tiempo se le coge cariño, le hace involuntario favor a la enésima adaptación cinematográfica del clásico. Tiene que tratarse de un encargo. ¿En qué estaba pensando si no Mike Newell, director de Donnie Brasco, al adaptar una de las obras más exquisitas del autor inglés echándole tan poca pasión, traduciéndo renglón a renglón el novelón del intocable canon universal sin añadir ni reinterpretar absolutamente nada, sin dejar la mínima huella de una voz, una mirada, ni el más remoto guiño autoral al que aferrarnos?
La última Grandes esperanzas puede ganarse el título, no obstante, de fiel. Es, además, una película correcta, efectiva y entretenida, y eso, sin duda, será suficiente para muchos espectadores. Para el resto –amantes de las adaptaciones punkis como aquella Cumbres borrascosas de Andrea Arnold–, ocupará el lugar poco ventajoso de muchos remakes: se verá bien pero con el inevitable “¿para qué?” en la punta de la lengua.
La de Mike Newell palidece ante la revisión contemporánea, hiperbólica y algo locuela de Alfonso Cuarón en la que Ethan Hawke y Gwyneth Paltrow se llevaban a la fuente de un parque la esencia de la novela decimonónica, el famoso beso sin corazón. En esta nueva versión todo remite a la lectura literal –que no literaria–, como las telarañas en el vestido de Helena Bonham Carter haciendo de Sra. Havisham o la pelambrera de un ex convicto Fiennes que mira a cámara desasosegado sin saber qué puede aportar o qué expectativas tener.
VEREDICTO: Fiel revisión del clásico. Pero nos quedamos con la de Alfonso Cuarón.
Autor: Andrea G. Bermejo (Cinemanía)
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