jueves, 11 de abril de 2013

Crítica de "G.I. Joe: La venganza"

 

Juegos de guerra con figuras de acción versátiles pero desechables

 

La gracia de los muñecos G.I. Joe originales (fruto del márketing hipervitaminado de los 60) era que, con esos cuerpos toscos, miembros articulados, rostros clónicos y cicatriz con copyright, representaban al soldado raso común sobre el que cualquier niño (o niña) podía proyectar el potencial de su imaginación. Como buen amanuense de la serie B millonaria, Stephen Sommers lo entendió a la perfección en 2009 con la primera G.I. Joe. Aunque utilizaba a personajes con nombres y esbozos de personalidad heredados, lo principal era el disfrute libre de inventar secuencias de acción que remitían al juego infantil con los muñecos, construido sobre la marcha y desarrollado sin solución de continuidad ni tiempo para psicologismos. Sin embargo, ya sea porque aquel primer intentó sólo aprobó raspado en taquilla o por la preocupante exigencia de "seriedad" que se le hace al blockbuster de acción actual, la secuela dirigida por Jon M. Chu (que se estrena tras casi un año empleado en el vano pero rentable esfuerzo de convertirla a 3D) mantiene el espíritu pero se empeña en aportar, con la sutilidad de un bulldozer, las capas dramáticas que su predecesora pulp tan bien esquivó.

G.I. Joe: La venganza tiene las dosis de acción obligatorias (incluidas dos muy buenas secuencias opuestas: la fuga de una cárcel subterránea y una pelea ninja colgando del Himalaya), pero los guionistas de Bienvenidos a Zombieland se pierden con los personajes (¡y eso que apenas mantienen a alguno de la primera parte!), cometen el pecado de no afilar las réplicas y titubean en la distribución del tiempo narrativo: Channing Tatum y Bruce Willis salen tan poco que Dwayne Johnson casi no tiene con quien hablar aparte de los justitos Adrianne Palicki y D.J. Cotrona. Eso sí, cuando se trata de repartir estopa, The Rock sigue siendo una mole de confianza. En el lado villano, con un comandante Cobra muy desaparecido, el carisma se reparte entre Lee Byung-hun como Storm Shadow (¿pero ése no había muerto?; si nadie lo hizo, no seas tú quien pregunte) y un delicioso Jonathan Pryce, en papel doble y con dos grandes gags que confirman lo bien que le habría venido a la película más desenfado y menos adocenamiento.

Veredicto: Dwayne Johnson es buen soldado, pero no tanto como para que el resto del pelotón lo abandone así.


Autor: Daniel de Partearroyo

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