En estos tiempos en los que el cine de entretenimiento está tan diluido por la necesidad de generar franquicias explotables a todos los niveles —videojuegos, cómics, series, juguetes, parques de atracciones…— y no hace falta esperar al estreno de una película para anunciar la secuela, se agradece cierta incertidumbre en torno al futuro de Iron Man. A falta de unos días para que llegue a los cines de EE.UU., ‘Iron Man 3’ (Shane Black, 2013) está arrasando en la taquilla internacional y teniendo en cuenta el éxito de la marca de Marvel (y Disney) lo más probable es que la saga continúe, pero ahora mismo no hay nada seguro. Y eso le sienta bien a la última entrega.
Aunque no se ha vendido como el final de una historia, como ocurrió el verano pasado con Batman, la campaña publicitaria de ‘Iron Man 3’ ha jugado claramente con la idea de la culminación de una etapa, con la promesa de ver a Tony Stark enfrentado al mayor desafío de su vida como superhéroe, lo que traería como lógica consecuencia una merecida retirada, algo que parece reforzado por declaraciones recientes de los protagonistas —aunque estoy seguro que Joss Whedon les reserva un hueco en la próxima entrega de ‘Los Vengadores’ (‘The Avengers’, 2012)—. El tiempo dirá si Robert Downey Jr. sigue o cede el puesto. Lo importante es que tenemos en cartelera la mejor aventura de Iron Man hasta la fecha.
No me entusiasmó ‘Iron Man’ (Jon Favreau, 2008) y si acabé más satisfecho con ‘Iron Man 2’ (J. Favreau, 2010) fue por el dúo de villanos, mejores obstáculos para Stark que los que tuvo en la primera. Así que en principio era una buena noticia que Favreau no repitiera al mando de la tercera entrega —sigue como productor y actor—; claro, siempre y cuando tomara el relevo alguien con talento y margen de libertad para imprimir su sello, y no limitarse a repetir fórmula, como suele ser habitual con productos de este calibre —véase el decepcionante trabajo de Kenneth Branagh en ‘Thor’ (2011)—. Parece que la amistad con Downey Jr. —al que dirigió en la muy divertida ‘Kiss Kiss, Bang Bang’ (2005)— fue clave en el fichaje de Shane Black, que además de ocuparse de la puesta en escena escribió el guion junto a Drew Pearce.
La caída del héroe
En su versión cinematográfica, el hombre de hierro se ha caracterizado desde el principio por un enfoque cargado de humor, cuando la tendencia era dramatizar a los superhéroes. Fue una apuesta afortunada de Favreau, explotada con mayor habilidad primero por Whedon y ahora por Black, quien aprovecha los acontecimientos de ‘Los Vengadores’ para complicar desde el principio la vida del carismático personaje. “Nada ha sido lo mismo desde Nueva York“, confiesa el héroe a su amada “Pepper” Potts (Gwyneth Paltrow). Siguiendo el ejemplo de la trilogía del caballero oscuro de Christopher Nolan, el tambaleante mundo de Tony Stark es destruido por un temible terrorista con aires teatrales: Mandarín (Ben Kinsgley).A pesar de todo, por muy grave que sea la situación, siempre hay sitio para una escena graciosa o una réplica ocurrente —la química de Stark con el niño es maravillosa—. ‘Iron Man 3’ respeta la comicidad de las entregas anteriores y aumenta el espectáculo, completando la propuesta con ingredientes de thriller y ciencia-ficción. ¿De dónde ha salido esta nueva versión de Bin-Laden? ¿Qué hay detrás de las misteriosas explosiones? ¿Qué relación hay entre Aldrich Killian (Guy Pearce), Maya Hansen (Rebecca Hall) y Mandarín? ¿Qué pintan en todo esto unos… terminators (James Badge Dale, Stephanie Szostak)? ¿Y cómo va a sobrevivir Stark sin armadura(s)? Las preguntas mantienen en pie la historia durante buena parte del metraje… hasta que llegan las respuestas.
El genio y sus poderosos amigos
Dejando al margen una arriesgada sorpresa —causará división entre los que piensen que es una genialidad o una estafa; a mí me parece tronchante pero genera un problema: la amenaza pierde interés—, las resoluciones de los conflictos son fáciles y convencionales; se recurre demasiado a exagerar el aguante del cuerpo humano, los golpes de fortuna, los rescates en el último segundo, las torpezas de los malos y la caprichosa energía de las armaduras. Como mandan los cánones, el clímax es una aparatosa batalla en la que el ingenio y la coherencia dejan paso al lucimiento de los efectos visuales en una cadena se situaciones cada vez más inverosímiles. Shane Black no está afortunado orquestando la acción —quizá por tanto retoque digital— y la secuencia, excesivamente larga, aburre en lugar de asombrar.No obstante, una vez más: perspectiva. Esto es un blockbuster de 200 millones de dólares que busca generar cuantiosos beneficios, hasta el punto de incluir actores chinos para vender allí un montaje diferente, y lo único que pretende es entretener durante dos horas. Lo consigue. Podríamos cuestionar la ansiedad de Stark —un fallido sustituto del alcoholismo en los cómics—, que se acuerde a última hora de los refuerzos, la escasa aportación de Máquina de Guerra/Iron Patriot (Don Cheadle) o que un personaje escupa fuego, pero conviene quitarle importancia y dejarse llevar por un espectáculo cargado de humor, acción e intriga. No llega al nivel de ‘Los Vengadores’ pero se queda muy, muy cerca.
Autor: Juan Luis Caviaro (Blog de cine)
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