Muchos cinéfilos se quejaron con ganas de la moda pasajera que hubo por el vampirismo con motivo del salto al cine de las célebres novelas de Stephenie Meyer. El estreno de ‘La saga Crepúsculo: Amanecer. Parte 2’ (‘The Twilight Saga: Breaking Dawn. Part II’, Bill Condon, 2012) prácticamente ha puesto punto final a esa veta, pero el caso del cine de zombies es bien distinto. No sabría decir con exactitud cuál fue la obra que disparó la popularidad de este tipo de historias, pero lo cierto es que en estos últimos años se han estrenado una gran cantidad de películas protagonizadas por muertos vivientes, una de las series televisivas de mayor éxito también gira alrededor de ellos y la cantidad de literatura centrada en estos personajes crece prácticamente a cada minuto que pasa.
Las aproximaciones del siglo XXI al cine de zombies han sido de lo más diversas, pero yo he de reconocer una debilidad especial por aquellas cintas que optaban por una visión más cómica de estas fascinantes criaturas. ‘Zombies Party’ (‘Shaun of the Dead’, Edgar Wright, 2004), ‘Fido’ (id, Andrew Currie, 2006), ‘Planet Terror’ (id., Robert Rodriguez, 2007) o ‘Bienvenidos a Zombieland’ (‘Zombieland’, Ruben Flescher, 2009) son títulos a los que guardo especial cariño, por lo que el estreno de ‘Memorias de un zombie adolescente’ (‘Warm Bodies’, Jonathan Levine, 2013) parecía una oportunidad de oro para pasar un gran rato en el cine. Sin embargo, el bagaje final es menos satisfactorio que el de los cuatro largometrajes mencionados con anterioridad.
El efectivo humor de ‘Memorias de un zombie adolescente’
La campaña promocional ya dejaba bien claro que estábamos ante una película en la que el humor jugaría un papel fundamental, y eso se nota sobremanera en su arranque. Un zombie con capacidad para razonar, algo que se nos muestra a través de una utilización constante de la voz en off. Este es un recurso bastante peligroso, ya que puede hacer caer a una película en una espiral de redundancias o absurdeces como sucedió recientemente en el caso de ‘The Host —La huésped—‘ (‘The Host’, Andrew Niccol, 2013) o simplemente abusar de la descripción de lo que ya podemos ver en pantalla, pero no es el caso.
En ‘Memorias de un zombie adolescente’ —el trabajo de traducir títulos al español otra cosa no, pero inventiva requiere mucha— se opta por simultanear las reflexiones de R con gags o diferentes apuntes cómicos. No es que Jonathan Levine, que también se ha encargado de adaptar la novela original de Isaac Marion, descubra la pólvora con su uso de la voz en off pero sí evita sus males más habituales, ya que sabe jugar con las limitaciones habituales de los muertos vivientes para hablar y no comete el error de extenderlo de forma indiscriminada al resto de zombies.
Nicholas Hoult también consigue ser más expresivo de lo habitual en estos personajes —y que él mismo, que no pudo ser más insustancial en ‘Jack el caza gigantes’ (‘Jack the Giant Slayer’, Bryan Singer, 2013)—, en especial en la escena en la que básicamente con su mirada ha de mostrar la fascinación que siente hacia Julie, la joven con la que iniciará una peculiar relación. El otro gran punto de apoyo cómico de ‘Memorias de un zombie adolescente’ son las interacciones entre R y M —efectivo Rob Corddry—, aunque éstas no tardan en perder peso en beneficio de una trama romántica cuyo interés va deteriorándose a medida que avanza.
El corazón de los muertos vivientes
Equiparar la relación entre R y Julie a la de Bella Swan y Edward Cullen en La saga Crepúsculo sería bastante injusto, ya que la segunda adolecía de una alarmante falta de naturalidad, algo que empeoraba aún más por la mecánica actuación de Kristen Stewart y Robert Pattinson. Sin embargo, y teniendo en cuenta sus peculiaridades, en la trama romántica protagonizada por Nicholas Hoult y Teresa Palmer sí se demuestra más atención a los detalles —la repugnancia y el miedo inicial hacia el zombie está ahí y tarda en desaparecer— que hacen que uno pueda encontrar verosímil un disparate como el que se nos propone.
El problema no está realmente ahí —aunque es una trama que va cayendo en un tópico detrás de otro según va progresando—, sino en que la historia va perdiendo comicidad y centrándose en detalles más serios, queriendo buscar una trascendencia que no le sienta nada bien a la película. Levine no duda en echar mano de ciertos flashbacks para ello, en los cuales se nota su formación previa en el cine independiente, siendo éste el principal elemento que deja ver quién está detrás de ‘Memorias de un zombie adolescente’. Por lo demás, una puesta en escena perfectamente intercambiable sin que perdiéramos nada con especial interés.
El tramo final de la película es donde más patentes son sus fallos, ya que el humor desaparece por completo —seguramente, con la excepción de momentos puntuales con Rob Corddry como protagonista, la sesión de maquillaje para hacer pasar por humano a R es la última secuencia que pueda arrancar alguna carcajada al espectador— y todo se convierte en una historia más de supervivencia. El añadido de que no estamos ante unos zombies tradicionales, pues la relación entre R y Julie ha desatado algo en ellos, es una trama muy mal perfilada y que produce una grave sensación de insatisfacción en el espectador, ya que no vale todo a la hora de alterar la mitología habitual de este tipo de criatura.
No me olvido de otros detalles como lo terriblemente desaprovechado que está John Malkovich en un personaje que parece pensado para brillar en ese tramo final donde la seriedad triunfa sobre lo cómico, pero a la hora de la verdad apenas tiene relevancia incluso entonces. Algunos trucajes visuales —el “salto al vacío”— también delatan las limitaciones presupuestarias con las que ha tenido que lidiar Levine, siendo lo peor que ‘Memorias de un zombie adolescente’ pierda toda personalidad para convertirse en un espectáculo rutinario en el que jamás consigue dotar de fuerza alguna a sus esfuerzos dramáticos.
En definitiva, ‘Memorias de un zombie adolescente’ funciona razonablemente bien cuando optar por ser una simpática comedia en la que germina una improbable relación romántica entre una bella humana —tampoco aporta mucho más Teresa Palmer— y un zombie no especialmente perjudicado —que hay que conseguir que las adolescentes puedan verlo con buenos ojos—, pero pierde mucho interés cuando opta por el drama y fracasa estrepitosamente con su giro final. Con todo, nunca llega a hacerse aburrida, el mínimo que hay que exigir a cualquier película. Algo es algo.
Autor: Mikel Zorrilla (Blog de cine)
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