lunes, 29 de julio de 2013

'Lobezno inmortal': El perdón


Una de las cosas que diferencia a los humanos de los animales es que, dentro de un margen, podemos hacer lo que nos da la gana. Como por ejemplo olvidar la existencia de 'X-Men Orígenes: Lobezno', de la misma manera que han hecho sus responsables para con su teórica secuela. Una especie de borrón y cuenta nueva, como si el anterior filme, una "masacre" contra el espíritu del personaje según unos cuantos, no hubiera sido más que un mal sueño del que, sin embargo, sus responsables han tomado apuntes al despertar. Con 'Lobezno inmortal', vaya por delante -y en respuesta a lo que todo el mundo pregunta- sustancialmente mejor y más satisfactoria, sus responsables nos sirven en bandeja toda una declaración de intenciones que se resume en una sola palabra, perdón.

Hace cuatro años -con bastante más generosidad de lo que mi memoria alcanzaba a recordar- puntué con un 6'5 el primer filme, el de 2009, cuando un reciente visionado me ha dejado bastante claro las evidentes limitaciones de un producto que simplemente era, y por ser. Y esa viene a ser, posiblemente, la principal diferencia entre una y otra: que para esta ocasión se ha puesto interés en hacer de ella un filme algo más "inmortal" que el primero, para el cual parece que se molestaron lo justo y necesario, o ni eso, dando por sentado que todo vale mientras que las garras no rasquen hueso. Esto no quiere decir, necesariamente, que hayan querido (o hayan sabido) hacer de ella algo realmente "inmortal", insistiendo una vez más en el chiste, pero sí que dentro de lo que vendría a ser un blockbuster de verano -no lo olvidemos- se nota que se ha puesto dicho interés en respetar a quien, al fin y al cabo, tiene la responsabilidad de reintegrar su presupuesto, al público (y sobre todo al fan), ofreciendo una producción que recupera el honor del personaje... con vistas a, evidentemente, seguir explotando su imagen en cuantas más películas mejor mientras a Jackman, el hombre que todos querríamos ser, le dure el pellejo para cargar con las exigencias físicas del adamantium. 


Lo más relevante está superado, el trauma causado por un filme anterior en el que se cometieron algunos errores importantes, y que aunque entretenido dejaba con un agridulce sabor a rancio. Lo que queda claro desde el principio es que, ya guste más o un poco menos, este nuevo filme tiene la chispa que aquella no tenía. Y el perdón empieza por inspirarse en lo que ya hay escrito sobre el papel, y sobre todo por respetarlo, evitando en la medida de lo posible tirar del temible ingenio de oficina hollywoodiense. Si lo que cuenta son las intenciones, el proyecto nació con un nombre como el de Darren Aronofsky. Como cuando se le dio todo un 'Hulk' a Ang Lee (que un servidor defenderá hasta la muerte, que conste). Finalmente no fue él, sino el todoterreno James Mangold que asumió las riendas, y el proyecto vino a transformarse en igual medida -suponemos- que lo hizo Hulk cuando Louis Leterrier puso sus garras sobre él. La similitud se acepta: posiblemente se perdió personalidad y un filme al que señalar con el dedo, pero se ganó en eficacia y, sobre todo, eficiencia en favor de lo que, repetimos, es un blockbuster para todo tipo de públicos que no tiene la necesidad de buscar el valor de PI. Riesgos los justos, que la factura es de 100 millones, y en ese sentido entre "lobeznos" no hay diferencias, sólo que este está mejor hecho y no sale Ryan Reynolds.

Mangold ha sabido hacer de 'Lobezno inmortal' lo mismo que Leterrier supo hacer con su 'Increíble Hulk', un buen evento veraniego que funciona como película y cumple como blockbuster, tal vez no siendo "amazing" como tampoco lo era el reboot de Spider-Man, pero sí lo suficientemente compensado como para respetar a la gran mayoría de los espectadores que apuesten por ella de primeras (y sin grandes ambiciones). Imperfecto y mejorable, por supuesto, y no exento de clichés y recursos criticables, como la morosidad de su tramo central, la previsibilidad de su desarrollo o la falta de garra -nunca mejor dicho- de un clímax mejorable (que ni sorprende ni agarra por los huevos al espectador). No obstante el saldo que arroja una vez la función revela qué vendrá a continuación -ojo al regalo que supone la escena post-créditos- es como para estar contentos... tal vez no entusiasmados, pero si contentos. De partida, lo dicho, mejora en casi cualquier aspecto a la anterior, empezando por un acabado visual sensiblemente superior y terminando por una reseñable banda sonora de Marco Beltrami. Entre medias Hugh Jackman destilando carisma en cada gesto de un personaje que conoce a la perfección, algún set piece tan espectacular como el que tiene lugar en un tren, unas cuantas coñas bien hiladas y mucho japonés dando vueltas (y peleándose) por ahí. Poco más, en realidad, pero suficiente como para aceptar el honor de las disculpas. 

Autor: Juan Pairet Iglesias (El Séptimo Arte)

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