lunes, 29 de julio de 2013

Crítica de "La Mejor Oferta"


Siempre se ha achacado a Giuseppe Tornatore ser un moñas, especialmente por Cinema Paradiso, pero es alguien que a lo largo de su filmografía ha conseguido unir muy bien cierta blandenguería entrañable con momentos de amargura brutal, porque para él, detrás del amor, llega el desamor. Pasaba en la misma Cinema Paradiso, en El Hombre de las Estrellas, en La Leyenda del Pianista del Oceano o en Malena. Siempre hay un proceso de cambio desde la inocencia hasta la cruda realidad. Un proceso amargo y triste, pero bello y, sobre todo, pleno. Y cuando digo proceso, lo digo con doble intención, porque otro sello característico de Tornatore es esa genial capacidad para describir procesos de trabajo. En casi todas sus películas ha sido clave el trabajo de sus protagonistas y cómo lo abordan. Una minuciosa atención a los detalles que hacen de la rutina un mundo casi mágico. Por eso es curioso que toda esa meticulosidad en el proceso de trabajo contraste con la apartente pero falsa meticulosidad en la que se basa la trama de su última película.


La Mejor Oferta cuenta la historia de un subastero experto en arte y antigüedades de talla mundial. Un tipo huraño, impertinente y soberbio que sólo se conmueve ante obras de arte y, sobre todo, ante retratos de mujeres cuyo valor real sólo él reconoce y que colecciona de forma obsesiva. En vez de amar a una mujer, ama el concepto idealizado de la misma a través del arte. Vamos, un pedante con una vida más vacía que el bolsillo de un becario. Por eso, cuando una misteriosa mujer que sufre una extrema agorafobia le contacta para subastar los objetos heredados de sus padres, ésta se convierte poco a poco en su nuevo objeto de deseo. Igual que en sus retratos, el misterio acrecienta el interés, que pronto deriva en obsesión. Una relación que va creciendo poco a poco porque ambos son personas emocionalmente maltrechas y, por otro lado, con una sensibilidad sin igual.

Sin embargo algo turbio flota tras todo esto. Tornatore va sembrando el metraje de pistas para desembocar en un final que no dista mucho del de sus otras películas, pero que aquí obliga a no querer buscarle tres pies al gato, porque si bien las piezas que establece encajan, el puzzle al que pertenecen forma una imagen muy poco probable.

Aquí llegamos a ese siempre problemático punto de muchos thrillers cuya capacidad de impacto en el espectador se basa en un giro inesperado de la trama. Hay películas que, como no se toman demasiado en serio, aguantan giros más o menos increíbles, pero ésta no es una de ellas. Tornatore es un tipo que se decanta, como decía, por el detalle en los procesos, por mostrarse sensible a las emociones, por enfrentar a sus personajes a la pérdida de la inocencia, y temas de ese calado, mostrados en un tono elegante, a ratos serio y a ratos entrañable, pero siempre con el rigor de fondo, no casan con tramas que pese a lo preparadas que aparentan ser, se sustentan ante todo en el azar y la suspensión de incredulidad del espectador.


A nivel de trama es quizás la película de Tornatore que, pareciendo más infalible, resulta más tramposa, sobre todo por tratarse de un thriller, un género donde el cómo es tan importante como el por qué. Sin embargo a nivel emocional creo que es una de sus películas más equilibradas y con un Geoffrey Rush genial que da empaque al profundo cambio que atraviesa el personaje, que, también es cierto, es la parte más interesante, importante y lograda de la película.

Quizás meta algún SPOILER, pero lo interesante del viaje, como digo, es lo que implica para el personaje de Rush, es un tipo que cuando más humano se muestra, recibe una bofetada multiplicada de su propia medicina, es decir, el desdén y el engaño con aquello que más quiere. Es un tipo que sólo entiende la amistad desde la superioridad intelectual y cierta servidumbre de sus más allegados que, obviamente, nunca llegan a ser verdaderos amigos. El amor que llega a sentir es el único sentimiento realmente puro que tiene el protagonista, un sentimiento que será su plenitud y su talón de aquiles. Tornatore vuelve así a otra de sus constantes, la debilidad que supone para alguien talentoso mostrar sus sentimientos. El amor es, a la vez, la fuente de la mayor alegría y seguramente la llave a la perdición hasta el punto de mutilar para siempre a alguien con un don especial.

Así que quizás, a la hora de acercaros al cine y ante la perspectiva de que repensar la trama os chafe la lógica argumental, sea conveniente verla simplemente como un viaje emocional bajo la máscara del cine de género. Es la forma más grata de disfrutarla y la que mejor responde a las pretensiones del director y a la verdad de su protagonista.

Autor: Javier Ruiz de Arcuate (lashorasperdidas)



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