martes, 30 de julio de 2013

Crítica de "Ahora me ves..."


Cuatro magos de diferentes disciplinas, pero todos ellos talentosos, asombran al público o al primo de turno en una presentación de personajes de manual, ya que esas habilidades les definen también como personajes. Cada uno de ellos recibe una extraña invitación y acaban juntos en un piso de Nueva York que les depara un secreto. Tres años después se hacen llamar Los 4 Jinetes y son los Back Street Boys de la magia, un cuarteto cuyos espectaculares shows llenan los escenarios más prestigiosos de Estados Unidos, gracias, entre otras cosas, al José Luis Moreno de turno, interpretado por Michael Caine. De pronto, el primer número estrella de su ronda final de actuaciones es el robo de un banco a miles de kilómetros de distancia. Lo petan, la gente enloquece y las alarmas se disparan.


Así da comienzo esta película que, como en El Truco Final o El Ilusionista, utiliza la magia como excusa para narrar un drama personal y una de esas lecciones de ingenio que sólo la paciencia, el mimo y el secretismo de un mago podrían sostener. La diferencia con esos títulos es que esta película, igual que los shows que organizan sus protagonistas, son ante todo un espectáculo de masas y, por tanto, más efectista y rimbombante, pero a su vez más directa y menos pretenciosa.

Es algo que Louis Leterrier entiende perfectamente. Si se quiere, a la peli se le puede crujir por muchos lados, pero tiene un guión que, pese a sus flaquezas, es consciente de en qué liga juega y se lo curra dentro de esos términos. Eso junto al trabajo de un Leterrier muy hábil en explotar las virtudes de la historia y ocultar sus defectos, como haría un buen mago, hacen del conjunto uno de esos títulos veraniegos de echar la tarde en el cine muy a gusto.

Uno de los principales aciertos de la película, que no es casual, es que el protagonismo no tarda en recaer en los hombros del tipo que, como nosotros, no se entera de una mierda de lo que sucede por mucho que intente resolverlo. Hablo del policía interpretado por Mark Ruffalo, que mantiene un equilibrio genial entre el sentimiento de estupidez y la dignidad que otorga la tenacidad y el no darse por vencido. Malanie Laurent es su compañera en la investigación, una policía francesa (es Francés el banco víctima del robo) que a diferencia del personaje de Ruffalo, no busca siempre la explicación lógica porque casi siempre ése es el principal camino para no resolver las cosas en lo que a ilusionismo se refiere. Ambos establecen así una relación muy bien armada en una diferencia de personalidad, cierta tensión sexual y, por supuesto, dos actores con tablas de sobra para que el esquema más tópico de “compañeros incompatibles” desprenda carisma y nos rindamos a él.


La dinámica de la película en lo que a una cinta de suspense/acción se refiere funciona muy bien gracias a cómo cada nueva actuación promete ser una nueva lección de ingenio más potente y transgresora que la anterior, jugando a su vez la baza de ir poniendo poco a poco las piezas en su sitio, que no es otra cosa que ir moviendo las fichas de ajedrez que es cada uno de los personajes secundarios para ver a dónde lleva todo este megaplan. El cuarteto de magos sirven a un plan superior, ese iniciado con las misteriosas invitaciones del comienzo, y como engranajes de dicho plan, poco a poco pierden relevancia como personajes (sólo Woody Harrelson salva los papeles por tablas y porque su personaje es mucho más agradecido), algo que el guión, con la estupenda puesta en escena de Leterrier, va reemplazando con escenas de acción de primera (desde una persecución potentísima en el puente de Brooklyn a una pelea cuerpo a cuerpo en un apartamento) y que en manos de otro director a lo mejor hubieran resultado mucho más deslucidas. Como digo, Leterrier sabe potenciar lo bueno y disimular lo malo.

Al final, como buena película sobre ilusionismo, no todo es lo que parece y hay uno de esos elementos que a mí siempre me ponen enfermo (no diré cuál) pero que Leterrier maneja con suficiente destreza como para que, cuando se descubre el pastel, uno no se sienta estafado, sino víctima del engaño necesario para culminar el truco.

Es una película, como digo, de las de echar la tarde en el cine. Tal como entras sales, pero al menos es de las que divierten, mantienen el tipo y jugando en una liga menor que otras superproducciones no desmerece nada en entretenimiento y defiende con suficiente ahínco a sus protagonistas.

Autor: Javier Ruiz de Arcuate (lashorasperdidas)

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