jueves, 11 de julio de 2013

Crítica de «Monstruos University»


Todavía hay quien discute si el tercer milenio empezó en el año 2000 o en 2001. En realidad, el cambio llegó con el estreno de «Monstruos S. A.». Puede que el Oscar de animación acabara en las toscas manos de «Shrek», pero la originalidad salvaje del argumento de Pete Docter y del resto de guionistas, con John Lasseter como productor, era muy superior al del resto de películas, con o sin dibujos.

La idea de unos monstruos obligados a asustar a los niños porque necesitan los gritos infantiles como combustible para alimentar su mundo iba mucho más allá de la típica vuelta de tuerca ingeniosa a algún cuento clásico o moderno. Aquel punto de partida era un hallazgo brutal, verdaderamente monstruoso.

Ahora nos llega «Monstruos University», una «precuela» en la que podemos ver a los mismos personajes, años atrás. La cinta se remonta al tiempo en que se conocieron James P. Sullivan y Mike Wazowski («ojito saltón») y sitúa aquel histórico acontecimiento en la Universidad para Monstruos, donde deben aprender el oficio de espantaniños, en otra feliz ocurrencia de la sabia gente de Pixar.

Una vez metidos en acción, se percibe el mimo con el que está pintada cada escena, los imperceptibles detalles de guión que enriquecen la cuidadísima imagen. Los chistes se suceden y la acción no decae, pero para el espectador curtido es difícil no reparar en un detalle: la trama principal no difiere en casi nada de la de cualquier película de superación, deportiva o no, que Hollywood produce con maestría técnica y, a la vez, con el piloto automático.

Hechas las presentaciones de los «nuevos» personajes, el público infantil se zampará todos los trucos del subgénero sin pestañear, se emocionará y temerá por el futuro de sus peludos héroes. Otra cosa será lo que ocurra con sus padres, tías y hermanos mayores. Estos sabrán demasiado pronto cómo acabará todo. La pasión infantil, esta vez, no será del todo compartida.

Autor: Federico Martín Bellón (Diario ABC)



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