martes, 26 de marzo de 2013

Crítica de "La Huésped (The Host)"


Si comienzo diciendo que The Host es “más película” que Crepúsculo — por su estética, su actriz protagonista y ciertos aspectos de la trama que su director y adaptador apura con inteligencia como un servidor el fondo de una litrona — no resuelvo gran cosa, y menos aún cuando un tercio entero del film es pura antología del disparate y el resto es un drama con todas las marcas de fábrica de Meyer, donde el conflicto y la tensión son sumergidos en una bañera para que no hagan mucho ruido. Pero ahí está: un “a ver si cuela” aprovechando la inercia de sus ilustres predecesoras (Meyer concibió esta saga como una trilogía y todavía no ha perpetrado las dos siguientes, cosa que podría cambiar este fin de semana).


Total. Unos amables parásitos han invadido la Tierra y transformado la sociedad en un mundo sin conflictos en el que un reducido grupo de humanos se esconde de los llamados Buscadores, la versión Black Ops de estos pacíficos extraterrestres. Melanie Stryder, nuestra protagonista, es capturada y contaminada con uno de estos bichos –llamados “almas”– con el objetivo de acceder a sus recuerdos y encontrar así los últimos fragmentos de resistencia. Stryder, a diferencia de la gran mayoría de infectados, no solo no renuncia a ceder el control de su cuerpo sino que obliga a su nuevo huésped (conocido como Wanderer o, cariñosamente, Wanda*), a huir a un reducto de rebeldes controlado por su tío (William Hurt), donde se convierte en el objetivo romántico de dos jóvenes, cada uno enamorado de un aspecto de la joven. Melanie intenta recuperar su vida, Wanderer intenta conectar con los desconfiados humanos, y una Buscadora (Diane Kruger) se aproxima cada vez más a todos ellos.

Lo que hay que destacar es que The Host tiene cierto grado de coherencia o, dicho de otro modo, no se saca todas las ideas del culo. Niccol, más allá de haberse especializado en la ciencia ficción, es un señor caracterizado por crear universos extremadamente bien definidos y, por lo tanto, plausibles, donde todos los elementos se relacionan entre sí. La conexión aquí no llega al grado de Gattaca o El Show de Truman ni de puta coña, pero es pertinente en aspectos fundamentales. Me creo que existen dos personas en el interior de Melanie porque Ronan es una buena actriz, dinámica, tan inocente como vivaz; me gusta el planteamiento (solo el planteamiento) de las dos relaciones amorosas que derivan de ahí, la primera con su antiguo novio y la segunda con un chaval que aprecia el buen carácter del bicho que Melanie lleva dentro. Me gusta el nervio y el genio que guían a La Buscadora (Diane Kruger, en Modo Samuel Gerard, excelente desde hace años), imprescindible para animar el cotarro. Me gusta el contraste que propone Niccol –un mundo “extraterrestre”, unificado, poblado por reflejos, cristales, tonos plateados y una estética heredera de Gattaca, frente a las cuevas, harapos y tonos cálidos donde viven los rebeldes–. Y me gustan ciertos apuntes sociales como el hecho de que las marcas de productos han desaparecido. Es fácil ver por qué fue elegido para este proyecto, y cualquier buen director va a potenciar aspectos de la historia coincidentes con su personalidad, le impongan o no la película.


Y hasta aquí hemos llegado. Estos elementos pertenecen a un film mucho mejor que The Host, son completamente circunstanciales y, a la hora de la verdad, pesan entre cero y nada. Es el mismo caso de siempre: director intenta aportar su granito de arena solo para acabar aplastado bajo las 18 ruedas del camión de AMOR NO CORRESPONDIDO que conduce Meyer, que a estas alturas sigue sin darse cuenta (o lo sabe, pero no le importa) del terrible daño que provoca reducir una película, cualquiera a “chico quiere a chica que quiere a chico” sin tener en cuenta la realidad que se desarrolla a su alrededor. El film se para durante tres cuartos de hora para centrarse en las conversaciones a “cuatro” bandas –momentos en los que Kruger desaparece y con ella cualquier sensación de urgencia o amenaza–, animado por una escena de acción de influencia prácticamente nula en el desarrollo de la película y que es explotada sin fin en el trailer para que incautos como yo piquemos. Y si bien la idea del cuadrángulo raro este que se ha montado es original, la ejecución es de vergüenza ajena: los diálogos tienen el bochornoso nivel acostumbrado en Meyer y, lo que es peor, traiciona simultáneamente a los dos personajes que interpreta Ronan. “Melanie” desaparece oportunamente para explotar la relación romántica de su aspecto extraterrestre, el cual deja de ser “pacífico” para convertirse en “sumiso”, lo cual no hace sino llevarme a pensar que se trata de una justificación para expresar la visión de la mujer dócil que tanto explota Meyer en sus films. Además, ninguna de sus dos contrapartes está a la altura de la chica, en particular Max Irons, que directamente está MAL. 


Es una lástima (solo un poco, la verdad), porque The Host es un film algo más rico que Crepúsculo. Se ve en sus últimos veinte minutos, cuando aborda finalmente las diferencias que enfrentan a ambas razas en un contexto más amplio que el “me quiere, no me quiere”, y amaga con presentarnos una trama articulada de ciencia ficción. Pero al haberse olvidado de ello durante un tercio entero de metraje para dar paso al AMORLG, nos damos cuenta de que Niccol ha dejado su mundo a medio completar y el efecto rebote casi termina de destruir el film, tanto por inconsistencias (“¿Por qué la resistencia entra y sale de lugares neurálgicos alienígenas como le da la gana?” “¿Por qué pueden acceder tan fácilmente a alimentos?” “¿Por qué una raza pacífica ha invadido nuestro mundo por la fuerza?” “¿En qué circunstancias se produce la invasión?”) como por falta de imaginación a la hora de representar aspectos como la dualidad de nuestra protagonista que Niccol, un director con talento visual, solventa con una inane voz en off y a tirar. Pero recordando cómo empecé esta reseña, me resisto a creer que es un caso de “la misma mierda, distinto día”, por mucho que Meyer trate cada género como una excusa. El crimen particular que aquí comete –y Niccol en menor medida– consiste en ignorar que la ciencia ficción necesita para funcionar de un conjunto estricto de reglas (todos los géneros, en realidad, pero particularmente destaca aquí, porque son “nuevas”) en todos sus aspectos, no solo en el que conviene. Los crimenes generales, por desgracia, son conocidos por todos.
*Hurt –no hace falta decir mucho: es capaz de dar empaque y compasión a una lectura del Boletín Oficial del Estado– está particularmente jachondo en la V.O., rapeando con el nombre coloquial del extraterrestre para dar lugar a joyas como “I wonder where is Wanda”, en lo que parece una broma subrrepticia por aliteración o un homenaje encubierto al clásico de Charles Crichton. Dejémosle disfrutar.

Autor: Rafa Martín (lashorasperdidas)

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