jueves, 21 de marzo de 2013

Crítica de 'El chico del periódico'


Cuando pienso en el título de 'The Paperboy' lo primero que se me viene a la cabeza es el MÍTICO arcade de 1984 con el que muchos de nosotros crecimos. Una vez ya allí, de regreso a la buena vida de aquellos maravillosos años, mi memoria se pone a juguetear con los recuerdos de otros no menos míticos jueguecillos que contribuyeron a hacer de mí el imbécil que soy hoy en día, tales como el Dragon's Lair, el Wonder Boy, el Speed Rumbler, el Ghost & Goblins... pufff, qué recuerdos, qué emoción, qué de todo, qué... ¿pero qué tiene que ver todo esto con la nueva película de Lee Daniels? Nada, tan sólo si acaso que hablar de esta o de cualquier otra cosa, pongamos sobre a qué huelen las nubes, resulta mucho más interesante que hacerlo de la citada nueva película del tal Daniels al que le auguro (con saña) un negro futuro...

El chico del periódico' no es que sea sólo una película tan floja como promete su cartel, es que además es de las que se niegan ninguna oportunidad al circunvenir el límite de la vergüenza a la mínima ocasión que se presenta para ello... sin ir más lejos ahí está su mencionado cartel, todo un portavoz que no requiere de ningún discurso para exponer su falta de credibilidad. Hablando ya sin eufemismos una película más bien mala, y hablando ya sin educación más bien de lo peor, de las que siendo malas encima molesta que lo sean porque da la sensación, la irritante sensación, de que no lo son por accidente sino por devoción y, lo que es un concepto más atroz todavía, que se sienten orgullosas de ser malas porque por alguna extraña razón se creen que no lo son... pero ojo, no porque la gracia sea esa y estén a la espera de que en algún festival les rían las gracias, no. 'El chico del periódico' es de esa clase de películas que no son nada conscientes de que su condición es una broma pesada para el espectador. Y encima a traición. Y luego vas y lo cascas.

Lejos de ser la que se suponía debía ser su revalida tras la apreciable 'Precious' (que ahora mismo me da auténtico pavor volver a ver), el realizador Lee Daniels ofrece un trabajo sencillamente desastroso, un cúmulo de despropósitos que arruinan por completo las posibilidades de un relato potencialmente turbador durante cuyo visionado resulta complicado no pensar en Pedro Almodóvar, quien a buen seguro hubiera hecho de ella algo de provecho. Porque aunque no se sintonice mucho con Pedro hay que reconocerle cierto talento y sobre todo personalidad, dos cosas de las que Daniels carece aunque intente en vano hacernos creer lo contrario... y es que este es precisamente el gran fallo, error o pecado que comete Daniels, creerse algo que no es, un autor, un alma libre, un realizador con derecho a hacer lo que en otros como Pedro resulta algo natural. Y claro, Daniels fracasa miserablemente revelando su propia inutilidad, ofreciendo un resultado similar al de hacer el amor pensando en otra persona... y tan nefasto que incluso resulta mal ejemplo para servir de mal ejemplo.

Daniels, epicentro de este tsunami artístico que es 'El chico del periódico' (de ahí que no podamos dejar de hablar de él), sacude cada dos por tres el relato de alguna manera asestándole innumerables puñaladas traperas para en teoría mostrarse, si bien la pregunta sería demostrar el qué. En vez de narrar una historia está continuamente haciendo el tonto con ella, tocando donde no se debe de forma además harto molesta sin que aparentemente exista algún tipo de cordura, fundamento o sentido común, como si todo fuera una simple suma de caprichos de quien ebrio de poder se ha sentido por encima de la historia, sus personajes y sólo dios sabe qué más... o de quien, directamente, no tiene ni puñetera idea. Ante esto su esforzado reparto hace lo que puede con tan esperpéntica situación dentro de sus posibilidades mientras que la historia, a la que parece le han amputado manos, pies y cadera, discurre ante nuestros ojos entre la incredulidad, la mala leche y la decepción, sin ritmo ni tempo narrativo, como una suma de tomas descartadas y defectuosas que montadas al tún tún por el becario de turno alguien ha confundido con algo parecido a una película...

Crítica: Juan Pairet Iglesias (El Séptimo Arte)

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