viernes, 11 de octubre de 2013

Crítica de "Prisioneros"


Hay precedentes de Denis Villeneuve, y son buenos («Incendies»). Era de suponer que de un director así iba a salir algo lejano a la mediocridad o a la rutina permanente. Recibida con honores y grandes loas en San Sebastián, «Prisioneros» hace honor a su fama. Una historia tenebrosa (el secuestro de dos niñas) lleva a Villeneuve a descender a los infiernos de la raza humana

El director convierte a un padre normal, civilizado y sereno en un poseído, en un animal capaz de cubrirse de maldad y odio con tal de proteger a los suyos, y lo hace más allá de los límites racionales. Es ahí donde crece la figura, gigantesca de por sí, de Hugh Jackman (claro favorito al Oscar), un actor que se maneja mejor en los límites desfasados de la furia y la ira irreprimible.

La película es de una factura excelente, pues Villeneuve es capaz de mantener la tensión durante todo el metraje al tiempo que perfila a la perfección cada trazo de los personajes. El volcán en erupción, el drama permanente, se encuentra en cada minuto de un relato estremecedor. En esa atmósfera tensa, casi irrespirable, «Prisioneros » se acerca en varios momentos a «Zodiac» y a «Mystic River», pero su factura es muy superior a la primera, un trabajo aquel sobrevalorado, confuso y de excesiva longitud. Tampoco llega a la altura de la película de Eastwood porque es casi imposible lograr esa sensación de losa sobre la cabeza que apenas te deja respirar y que el maestro Clint consigue como nadie.


No obstante, el trabajo es excelente y los actores, no solo Jackman, sobresalen con brillantez. Por ejemplo, Gyllenhaal, actor impecable en todo momento. De hecho, probablemente, las críticas loarán el trabajo de los dos actores principales, ambos formidables, pero sería injusto pasar por alto ese espléndido secundario que crece rol a rol como es Paul Dano, un chico capaz de parecer asustadizo y en un segundo hacer creer que tiene el demonio dentro.

De un tipo capaz de aguantar una escena al mismísimo Day Lewis («Pozos de ambición») se puede esperar lo mejor. Película, pues, donde reina el desasosiego, que te atrapa en la trama más y más y que tiene continuos giros en un guión elaborado con hilos de acero. Villeneuve entra con decisión en la condición del ser humano y le desangra por completo. Le desnuda hasta ver cómo la irracionalidad y violencia se va apoderando de gente que se va deformando en ese tortuoso camino que lleva desde el dolor hasta el más cruel salvajismo.

Autor: José Manuel Cuéllar (Hoy Cinema)

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