martes, 15 de octubre de 2013

Crítica de "El mayordomo"


La vida de Cecil Gaines, mayordomo de la Casa Blanca durante el mandato de ocho presidentes, no entra evidentemente en el cine con el mero uso del verbo meter: sería más apropiado embutir. Casi cuarenta años (de 1952 a 1986) de presencia silenciosa ante los complejos y gigantescos manejos en el control de mando de nuestro planeta no son reproducibles sin un cierto grado de banalidad, buenas dosis de digresión y parpadeo, además de una caída en tromba en el melodrama. Aunque el título elegido es ya una confesión de principios: el objetivo es el mayordomo, no la política americana de la segunda mitad del siglo XX, a la cual asistimos desde la bandeja que sirve el té

El director de esta monumental película es Lee Daniels (el de "Precious"), y se amolda plácidamente a su doble función de "ser" y de "estar", pues concilia su ambición de ser una obra que toca teclas tan diversas como el racismo, los derechos civiles y el pulso geopolítico estadounidense, y al tiempo la de estar en todos los frentes del mercado y del Oscar, comenzando por el de las interpretaciones, la de su absoluto protagonista, el infalible Forest Whitaker, acompañado por una constelación de estrellas comparable a la de "Vencedores y vencidos".

Y el sentido de esos cuarenta años de vida en la Casa Blanca, que parece lo esencial de esta historia, con el esbozo de un dibujo a vuela pluma de cada uno de los presidentes, de sus manías, rutinas, miserias y grandezas, resulta que toma cuerpo sensible con el abrazo emocional entre lo que es un prólogo y un epílogo en la existencia de Cecil Gaines: la miserable vida en una plantación de algodón y la llegada al poder de Barack Obama, lo cual le otorga al conjunto una gran redondez histórica, pero no tanto cinematográfica.

Lee Daniels maneja una orquesta perfecta, cuajada de solistas (cada uno tiene su momento, John Cusack, Robin Williams, Mariah Carey, Jane Fonda, Vanessa Redgrave, Alan Rickman, Liev Schreiber, Oprah Winfrey...), pero no arriesga ni narrativamente, pues entran y salen de escena como en un libro de historia infantil, ni tampoco en el punto de vista, pues todo se aglutina en la mirada de Forest Whitaker, en ese único punto de vista escasamente analítico aunque rico en la observación emocional.

Puesto que "El mayordomo" ofrece un puzzle histórico reconocible, aunque sus piezas esenciales estén en otras películas y escritos, y que además lo presenta con un cine muy vistoso pero sin particular personalidad, habrá que ver el mayor de la película en su perfecta articulación con el "sentimiento Obama".

Autor: E. Rodríguez Marchante (Diario ABC)

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