jueves, 30 de mayo de 2013

Crítica de "Un amigo para Frank"


La que en España conocemos desde hace meses -aunque parezcan años- como 'Un amigo para Frank' es una deliciosa comedia dramática con robot de por medio. Con un indudable sabor indie nada molesto o indigesto, y sin rastro de prepotencia, estamos ante una de esas cintas más bien sencillas con un potencial innato para conectar con el publico. Bien hecha, escrita y narrada; con un buen reparto; muy simpática y entrañable; y que a pesar de cierta previsibilidad argumental -uno de antemano ya se la puede imaginar de cabo a rabo-, funciona muy bien. Funciona. Esa es la clave. Lo que se dice una joyita, una de las más premiables películas de entre todas las que... vi en Sitges el pasado mes de octubre, desde donde escribí esto originalmente, si bien para la ocasión lo he pulido un poco, para que no se diga (y la pereza no sea tan evidente).

En un caso como el que nos ocupa resulta difícil, ante todo, no hacerse eco de que se trata de un filme que para cuando por fin nos llega, ¡por fin! -imagínense a Charlton Heston al final de 'El planeta de los simios'-, lo hace para unirse a esa cada vez más dolorosa y triste lista de títulos que se dignan a aparecer cuando su sombra ya se ha ido. O cuando se llega aún más tarde que tarde, cuando la gran mayoría ya han tenido la oportunidad de verla sin mayores esfuerzos y a coste cero. Vale que, en su defensa, hay que decir que se trata de una producción enfocada principalmente a ese público que, de no tener hijos que lo hagan por ellos, no suele ir de caza por la red. Pero es que, lo uno no quita lo otro, y para cuando un servidor tuvo la oportunidad de verla allí en donde ganó un Gran Premio del Público (del que ahora ya nadie se acuerda), su distribuidora la estaba anunciando para... ¡más de siete meses después!. Concretamente, para este 24 de mayo. Ahora. Temerario cuanto menos, cuanto menos... ¿insensible?

¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? En un tiempo en el que parece que la llamada "prensa" en general son los únicos que mantienen la costumbre de ir al cine (tal vez porque lo hacen sin mayores esfuerzos y a coste cero...), voy a intentar no caer en la demagogia que suele predominar en este debate en el cual, por norma, cada uno sólo se retoza en el olor de la mierda que es de su gusto. Que si lo uno, que si lo otro... bla bla bla. En fin, que no voy a entrar en ese tema tan complicado como tergiversado, potencialmente aburrido, y que requiere además de algo más que unas pocas palabras diseminadas al tun tun como si de la pataleta de un niño pequeño fuera. Pero, y a lo que iba, y al menos en la mente de este humilde servidor cual robot, me es inevitable no tenerlo en cuenta a la hora de escribir sobre un filme que parece que ya todo el mundo ha visto... yo lo dejo caer, por si cuela. Y si no cuela, como siempre, la intención es lo que cuenta.

Injusto no, lo siguiente, es tener en cuenta otros factores extra-deportivos -corramos un tupido velo- que nada tienen que ver con esta agradable y muy recomendable comedia con un ligero toque fantástico (concentrado casi exclusivamente en la figura de Robot), si bien poco más se puede decir que merezca la pena que no se haya dicho ya en el primer párrafo... de ahí, tal vez, que por el camino haya perdido el tiempo "en otras cuestiones". Y no es tanto que sea buena como, que, en una palabra, funcione. Porque hay películas que más que ser buenas podríamos decir, sencillamente, que funcionan. Un filme sencillo, humilde, modesto y bienintencionado con el que uno sale del cine (o de la habitación) con una sonrisa. Un filme que, apoyado en un excelente Frank Langella, ofrece un visionado tan ligero como simpático, tan efectivo como satisfactorio. Como si fuera buena. Y lo es, si bien y por encima de todo... funciona. Todo lo demás no importa, aunque importe. Bla bla bla.

Autor: Juan Pairet Iglesias (El Séptimo Arte)

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