sábado, 18 de mayo de 2013

Crítica de "El Cosmonauta"


Callao city lights, newsletter, tweets, whatsapp, post, filtros, instagram, followers, crowfunding people, re-tweets, más filtros, creative commons, experiencia transmedia a medias, y por fin… tras haber aprendido el nuevo lenguaje del siglo XXI, la película. El Cosmonauta aterrizaba en gran pantalla bajo la atenta mirada de familiares, amigos, fan-inversores y curiosos. Tras cuatro largos años de expectativas crecientes y decrecientes, pre y post-producción, duras horas de rodaje, llamadas, un cuidado merchandising, marketing viral, emails, salidas de tono, saltar a todos los medios, viajes, perdida de fe, pedir ayuda, recibir ayuda y salvar el proyecto, resulta muy difícil juzgar a Nicolas Alcalá y toda su troupe. Por ello, me remito a una frase utilizada por el director: “la amaras o la odiaras, pero bueno ahí está, para ustedes”.

Antes de entrar a valorar la película, todo este universo de ideas se ha vendido como una nueva forma de ver y hacer cine, hay que reconocer el mérito de todo el equipo a la hora de construir una sinergia inédita hasta la fecha, entre público, creadores y distribuidores. Es cierto, en nuestro país han sido los pioneros en esto del crowfunding, pero por más que les pese, El Mundo es Nuestro de Alfonso Sánchez, cual astronauta norteamericano, les alcanzó en la carrera por estrenar, llegó antes a las salas, hace un año. También es innegable, que han sido los primeros y quizás los últimos que han batido el record de recaudación gracias a este método, 400.000 € aproximados. Mucha pasta. Una gran inversión, como los grandes fichajes, que desatan siempre la misma pregunta: ¿habrá merecido la pena?.


Un desconocido Tommaso De Santis fue el elegido para abrir la pieza más importante, la película. Una secuencia inicial brutal, De Santis se luce frente a la cámara en un monologo que golpea fuerte al espectador, lo seduce como saben los italianos, te tiende la mano de forma elegante, aunque en letra pequeña viene escrito que él no se responsabiliza de lo que viene delante. Como muchos conocerán, la historia central gira en torno a un trio protagonista compuesto por dos hombres y una mujer, ya saben, guerra de sables. Yo la quiero, tú la quieres, ella nos quiere, nosotros nos queremos. Además, por si no fuera poco, no se conforman con la chica, quieren la Luna. Curiosamente, esa ambición provocará un estado de obsesión continua en los personajes, la soledad del corredor de fondo que cuando mira hacia atrás ve que se ha quedado solo. Ella, una frágil Katrine De Candole, se instala en la depresión continua, tras descubrir que verdaderamente ama al que se ha ido, el romántico concienciado con su misión Leon Ockenden, para acabar consolándose con el hedonista Max Wrottesley. Todos tienen alguna escena para el lucimiento, la química funciona, repartiéndose un pastel del que sale beneficiado Wrottesley y bien contenido por Ockenden, siendo Katrine la que más sufre por ese sinfín de planos a cámara lenta.

El film se mantiene, se apoya en un inmejorable diseño de vestuario y una cuidadísima dirección artística, la fotografía regala planazos y escenas preciosas, como la de Katrine y Leon mientras pasean por el lago en piragua. Pero llega un momento de la trama que el recurso poético se apodera del metraje, convirtiéndose en una serie de piezas enlazadas con efectos y filtros que desvirtúan de manera negativa lo logrado hasta el momento. Las referencias eternas a Malick son un arma de doble filo, admiro querer acercarse a su estética y narrativa, me resulta muy digno y lo prefiero a cualquier chorrada que se asemeje a más de lo mismo (véase Combustión). Lo malo es esa delgada línea roja, una vez cruzada podemos caer en el pozo de la pretenciosidad sin fondo, para entrar en un bucle infinito más cercano al videoarte. Las autoreferencias, la repetición de recursos y el contraste entre lo mejor y lo regulero, dejan un cierto sabor agridulce acompañado de ese ambiguo juego de generar preguntas y pocas respuestas.

La capa de ciencia ficción que envuelve El Cosmonauta oculta una interesante lectura sobre el amor hacia las cosas, los demás y a uno mismo. La que quizás sea la mejor escena del film, abre un debate entre los protagonistas masculinos, donde ambos discuten por el hecho de que solo uno será el elegido para la gloria, ser recordado en los libros de historia con letra mayúscula. Leon prefiere disfrutar del proceso desde la seguridad del anonimato y posteriormente la conquista como algo secundario. Por otro lado, Max vive cegado por el estrellato, mostrando una falsa careta de honestidad, la dudosa eterna felicidad de cara a la galería. La lucha del ser físico frente al “digital”, pixeles bien combinados, me gusta, seguidores, fans. Y asi es como en nombre del futuro ataca constantemente al presente. Habrá quien vea a Bruno, Nicolás, a nuestro contacto de Facebook que queremos pero no podemos eliminar, atardeceres de ensueño, pies en la playa, comida de príncipes con tonos sepia/melocotón. Paralelismos virtuales, ficticios pero muy reales. Todo un acierto.


Han pasado años, se ha necesitado la ayuda de muchísima gente, se ha montado y remontado, y se ha utilizado el transmedia como un cajón de sastre donde da la sensación de haber metido todo lo que se improvisaba o no se sabía qué hacer con él, una jugada muy inteligente, que atrae a  los seguidores más incondicionales, manteniendo el proyecto en el tiempo y la distancia, pero que aleja a un importante número de espectadores más convencionales, a los que les cansa ver tantos opening y títulos de créditos que en ocasiones duran casi lo mismo que la pieza.

Por lo menos, en este caso y gracias al creative commons, se ofrece la oportunidad de reeditar la película si no estás conforme, así los insatisfechos no necesitan quedarse con el “si no te gusta te jodes”. A fin de cuentas, esta mastodóntica campaña, ha levantado y seguirá levantando polémica. Cuanto más alto pretendas llegar, cuanto mayor sea el número de público que juzgue tu obra, mayores y más grandes serán tus enemigos. Las críticas recibidas, algunas muy bien fundamentadas y otras dejadas llevar por la ira más irracional, vienen a demostrar la magnitud de un proyecto que despertó mi interés y el de otras 4500 personas que dieron su dinero a ciegas. Una interesante idea que empezó siendo un corto de escuela y que ha acabado con un estreno multiplataforma, cosa que ya logró Paco León con Carmina o revienta, pero estos chavales ni eran Paco, ni sabían a lo que se enfrentaban hasta que un día se lanzaron al ciberespacio, contra tempestad, viento, marea y hundimientos. Una controvertida utopía real/virtual/digital.

Autor: Antonio Rodríguez Peña (lashorasperdidas)

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