miércoles, 29 de mayo de 2013

Crítica de "The Trip"


En un fragmento de su libro Imágenes, Ingmar Bergman ejercía la sana auto-crítica recordando la escena final de una comedia que el cinéfilo difícilmente asociaría al repertorio de influencias del maestro sueco. El autor de Fresas salvajes (1957) aludía al desenlace de Ruta de Marruecos (1942) de David Butler para ironizar sobre los excesos de su Cara a cara al desnudo (1975). En la escena citada, Bob Hope simulaba, con grandes aspavientos, un ataque de rabia ante Bing Crosby y Dorthy Lamour para rematar con un contundente: “Así es como hay que hacer para ganar el Óscar”. Imaginarse a Bergman usando como espejo auto-crítico una comedia de Bob Hope y Bing Crosby puede resultar tan violento para la cinefilia ortodoxa como invocar la imagen de un Jean-Luc Godard tronchándose ante una película de Louis de Funès, como sugiere Anne Wiazemsky.

No sorprende tanto descubrir en feliz compromiso con las claves de la nueva comedia a alguien como Michael Winterbottom, icono de la sintomática autoría líquida de nuestros tiempos –en la misma medida en que podrían serlo Soderbergh o Danny Boyle, cuya identidad se define en la perpetua transformación-. Winterbottom parece haber encontrado en Steve Coogan algo parecido a lo que Kubrick encontró en Peter Sellers: un portento de flexibilidad interpretativa, libre de toda afectación, que podía ser sutilmente desplazado de los registros cómicos a los dramáticos. En su heterodoxa adaptación de la inadaptable Tristram Shandy de Lawrence Sterne, Winterbottom descubrió la química entre Coogan –que ya había sido el Tony Wilson de su 24 Hour Party People (2002) y acaba de ser el Paul Raymond de su The Look of Love (2013)- y su compañero de reparto Rob Brydon, que ya había sido Ryan Letts en 24 Hour Party…. Ahí surgió el germen del proyecto de la serie de seis episodios The Trip, producida por la BBC, de la cual esta película extrae su material.

The Trip cuenta la ruta gastronómica por norte de Inglaterra de la pareja de cómicos en un viaje financiado por The Guardian: partiendo de la improvisación, la película hace invisible su construcción cómica y funciona como sucesora evolutiva de las comedias de Hope y Crosby, al tiempo que reflexiona sobre lo divino, lo humano, la nueva cocina, los claroscuros de la fama declinante, el feroz ego del cómico y el crepúsculo post-romántico de los paisajes que una vez recorrieron Wordsworth y Coleridge. Brillante, sutil, estupenda.

Autor: Jordi Costa (El País)

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