No es la primera vez que muestro mi descontento con el cine de acción que nos está llegando de Hollywood estos últimos años. La ausencia de nuevos actores que merezcan el título simbólico de gran héroe de acción y la prostitución de grandes personajes como John McClane en la lamentable ‘La jungla: Un buen día para morir’ (‘A Good Day to Die Hard’, John Moore, 2013) sólo empeoran la situación. El cine de superhéroes es lo más cercano que tenemos en nuestros días a producciones en las que la acción tenga mucha presencia, pero cintas como ‘Iron Man 3’ (id, Shane Black, 2013) y su un tanto monótona aproximación a esa faceta de la historia no invita a mantener la esperanza en el futuro de este género.
Estoy convencido de que ‘Objetivo: La Casa Blanca’ (‘Olympus Has Fallen’, Antoine Fuqua, 2013) es una película que, salvo por algún golpe de efecto ocasional —parte del edificio del título saltando por los aires—, hubiera pasado desapercibida durante la primera mitad de los años 90, época en la que hubo una especial abundancia de cine de acción de presupuesto medio. No eran películas especialmente memorables, pero sí cumplían sobradamente su función de entretener y, en ocasiones, tenían alguna que sí merecía ser rescatada del relativo olvido al que estaban abocadas. ‘Objetivo: La Casa Blanca’ encaja perfectamente dentro de ese perfil, y lo que hace un par de décadas era básicamente lo normal, ahora se ha convertido en casi motivo de celebración.
’Objetivo: La Casa Blanca’ sabe lo que quiere
Está claro que los grandes héroes de acción son, por regla general, inmortales. No acertaría a decir cuál fue la película que dejó claro que esto era así, pero me atrevería a decir que la necesidad de alterar el desenlace de ‘Acorralado’ (‘First Blood’, Ted Kotcheff, 1982) porque el público de los pases de prueba lo encontraba demasiado deprimente fue la que selló esta tendencia. No es necesario que me señaléis casos esporádicos en los que el protagonista muera al final —normalmente para pasar la antorcha al que debería ser su sucesor—, ya que lo que quiero deciros con esto es que realmente no hay tanta diferencia entre este tipo de personaje y el superhéroe, pero lo que ha sido básico para diferenciarlos es que el cine de acción se solía tomar la molestia de hacernos creer que realmente podrían acabar con él y que a éste no le importaba morir si a cambio conseguía completar su misión.
‘Objetivo: La Casa Blanca’ tiene claro ese punto, explayándose también en la necesidad de conseguir cierta empatía con el protagonista y que el público no lo vea como alguien invencible. Su prólogo va en esa dirección, ya que vemos como la persona que va a solucionar una crisis mundial es incapaz de poder salvar a la primera dama de una muerte segura. No ha hecho nada mal, pero la sombra del fracaso es tan nítida que la película pronto avanza en el tiempo y nuestro protagonista ya no trabaja a las órdenes del presidente. No es una escena especialmente inspirada de forma individual —el cine de Antoine Fuqua siempre ha presentado claras debilidades a la hora de ejecutar correctamente excesos dramáticos como éste—, pero sí que allana el terreno para que no veamos a Gerard Butler como una especie de robot que va matando enemigos hasta que puede eliminar al líder anodino de turno.
Salvado ese imperativo inicial, ‘Objetivo: La Casa Blanca’ se convierte en un buen ejemplo del estándar que el cine de acción alcanzó en su momento: Presencia de varios personajes descritos a partir de uno o dos rasgos, multitud de villanos “masilla” cuya única función es que el protagonista luzca sus habilidades —y que la duración de la película avance— y pequeños momentos dramáticos —el rescate del hijo del presidente, las torturas del “jefe final” a los más allegados al presidente para conseguir lo que quiere, etc.— que ayudan a aniquilar una posible sensación de monotonía. Hay algo que ayuda a elevar a la película de Antoine Fuqua por encima de otras producciones de este corte, y es que aquí todo es más directo y si un personaje dice que va a cargarse a alguien si no hace lo que dices, lo hace sin sensiblería alguna y nosotros lo vemos en pantalla.
Solo ante el peligro
El claro referente de ‘Objetivo: La Casa Blanca’ es la ya mítica ‘Jungla de cristal’ (‘Die Hard’, John McTiernan, 1988) y no os hagáis esperanzas con que llegue a su nivel, ya que como mucho podría decirse que estamos ante una prima lejana. El característico humor de John McClane queda reducido a un par de golpes más o menos inspirados por parte de Gerard Butler, del enorme talento tras las cámaras de McTiernan pasamos a una puesta en escena meramente eficaz y funcional por parte de Fuqua —¿algún día le confiarán algún auténtico blockbuster para ver qué es capaz de hacer en lugar de asignarle presupuestos moderados con los que suele hacer maravillas para lo que tiene?— y hay una acusada tendencia a la sobreacumulación de tiroteos en lugar de dejar que la historia respire un poco más —algo que afecta especialmente al personaje del traidor—.Se agradece que Rick Yune no sea un villano pelele que se limite a escudarse en su pequeño ejército de mercenarios —eso sí, que su plan avance con tanta lentitud sí que llega a hacerse un tanto molesto—, pero se hubiera agradecido mucho un poco más de tiempo para explicar sus motivaciones, ya que a él si le afecta ese toque robótico que le impide poder convertirse en un villano para el recuerdo. Esto también afecta a Butler, muy cumplidor en su personaje y extremadamente convincente en las escenas de pelea cuerpo a cuerpo, pero sin la humanidad necesaria para que en algunos momentos no parezca un impersonal personaje de algún videojuego del montón. El resto del reparto, aunque muy desaprovechado —sobre todo en el caso de una Melissa Leo que apenas tiene una escena para lucirse un poco—, ayuda a dar más interés al relato, en especial un Morgan Freeman capaz de aportar credibilidad a cualquier línea de diálogo que haya de recitar.
A no pocos les molestará el marcado tono patriótico del relato y la descripción alejada de la realidad que se hace del presidente de los Estados Unidos —eso sí, a años luz de lo que sucedía en ‘Air Force One’ (id, Wolfgang Petersen, 1997)—, pero realmente no hay un abuso tal que llegue a hacerse insoportable. La mayoría de los americanos están orgullosos de serlo y eso es algo que Fuqua consigue transmitir con bastante corrección, sólo dejando que destaque en momentos muy puntuales. La acción siempre domina la función, estando especialmente inspirado en la secuencia en la que los terroristas toman la Casa Blanca, y dada la particularidad de este edificio sería de locos esperar que el patriotismo no haga acto de presencia en una producción de marcado corte comercial como ésta.
En definitiva, ‘Objetivo: La Casa Blanca’ es una buena película de acción que podría haber sido muchísimo mejor, pero dado el discutible estado mostrado últimamente por las cintas de este corte que nos llegan desde Estados Unidos, es una alegría ver que aún hay quien sabe aprovecharse de las posibilidades de este género. Para pasar el rato recordando antiguas joyas del género y quedarse con ganas de más. A ver si en Hollywood toman nota, que los amantes del cine de acción —y no de otras cosas que también incluyen escenas de este tipo— somos un nicho de público bastante menospreciado en los últimos años.
Autor: Mikel Zorrilla (Blog de cine)
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