sábado, 11 de mayo de 2013
'La mula': Bienvenido, Mister Casas
Podemos describir 'La mula' de manera tan sencilla como sencillas son sus aspiraciones: tal y como lo parece se trata de una sátira costumbrista netamente castiza que viene a recuperar en parte -y sólo en parte- el espíritu de títulos como 'La vaquilla' de Luis García Berlanga o 'Amanece, que no es poco' de José Luis Cuerda. Sólo en parte porque la inspiración no le alcanza más que para servir a la sombra (y de recuerdo) de sus referentes, si bien lo es al menos en parte porque su bienintencionado amago resulta tan entusiasta -gracias a su reparto- como simpático -gracias a su modestia-, este último un matiz fundamental para hacer de su visionado algo satisfactorio aunque no levante ninguna de las pasiones que levanta el torso desnudo de Mario Casas, en esta ocasión oculto bajo el uniforme del soldado Juan Castro.
Empezando por el principio, y puede, tal vez, por lo más relevante, advertir al desconfiado consumidor que 'La mula' no es un pufo comparable a ese 'Manolete' malnacido y peor parido, vaya siempre por delante y sin gastar un ápice de mala follá en el intento para vender lo contrario. Principalmente porque no es un pufo, por más que las secuelas de su problemática existencia hagan mella en el resultado final, siendo particularmente patentes en una parcela técnica poco consistente y bastante mejorable (con detalles que chirrían sobremanera dentro de un producto profesional). Pero corramos un tupido velo sobre los problemas que han tenido en ascuas su estreno comercial hasta ahora y que, de paso, le han otorgado su personalidad -que en caso de convertirse en un filme de culto abrazaríamos con entusiasmo-, que ni nos atañen ni tienen porque ser de nuestra incumbencia.
Centrándonos en las impresiones a flor de piel, lejos ya de molestos tecnicismos, la sensación predominante es que 'La mula' presenta más intenciones que resultados, tal y como ya he dejado caer en el primer párrafo, el cual viene a resumir todo lo que tengo que decir sobre ella y del que estoy tirando para completar a estas horas las 500 palabras de la redacción. Y la intención cuenta, pero no es lo único que cuenta, entrando en juego en este caso la simpatía como un factor tan relevante que, en última estancia, será en verdad la que decida un veredicto a favor o en contra. Dicho de otra manera que no resulte tan obvio, o tan estúpido, 'La mula' es uno de esos filmes a los que de tan sumidos que están en la picaresca cuesta reconocer sus posibles bondades, de ahí que dependan en muy mucho de por qué ojo nos entren, si por el bueno o por el malo.
Porque, como todo filme de voluntad humilde y liviana que ejerce de costumbrista, su plan de ataque es la sencillez y la ingenuidad, tanto formal como conceptual. Una producción de andar por casa, vaya, al menos en apariencia, y que se sustenta principalmente en un trazo grueso, directo y campechano, ni demasiado estúpido ni demasiado inteligente. Esto provoca que buena parte de la responsabilidad, por no decir toda, recaiga en un reparto obligado a dar la cara que, en suma, y gracias a su entusiasmo, generosidad y camaradería, viene a ser lo mejor de la función. En especial la revelación de que puede que haya vida para Mario Casas más allá de sus abdominales o de su chulería de póster de la Superpop, y al que con acento andaluz se le entiende perfectamente al hablar como casi por primera vez, creo recordar según tiro de memoria, se le reconoce dando vida a un personaje.
'La mula' bien podría ser una especie de versión española -y a la española- del 'Caballo de batalla' de Steven Spielberg, comparación tan absurda como recurrente lo era la del primer Torrente con el Cobra de Stallone. Pero para el caso, lo mismo, ese reverso chapucero tan nuestro del que extraer una sonrisa constante y más de una carcajada. A saber que hubiera sido de ella de no haber mediado los problemas que han mediado en su concepción, quien sabe si directamente responsables de su manifiesta inconsistencia dramática, de su irregularidad narrativa, de su precario acabado visual un tanto deficitario o de su nula capacidad para extraer algún tipo de emoción de sus apuntes melodramáticos... ¿Y qué? Más se perdió en la guerra, y no hay motivo para ser más terco que una mula para con una película que ha logrado sobrevivir, con cierta honra, a tan dura batalla.
Autor: Juan Pairet Iglesias (El Séptimo Arte)
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