jueves, 30 de mayo de 2013
Crítica de "R3sacón"
Ya tenemos trilogía. Por algún motivo parece que si haces más de una película de una determinada historia, saga o como se le quiera llamar, hay que realizar un mínimo de tres entregas. El caso de Resacón en las Vegas no es una excepción. La que fuese la comedia sorpresa de 2009, vio en 2011 su segunda parte, cuyo estreno duplicó las cifras de la original, y por tanto tocaba culminar la dichosa trilogía. No es que el concepto de saga o las secuelas sean algo negativo, pero cuando la fórmula no da más de sí, es mejor dejarlo en alto. Aquí no lo han hecho.
Esta tercera parte viene a cerrar la trama de las anteriores, si es que realmente podía sacarse un hilo conductor inconcluso de ellas. Todd Phillips opta para ello por centrarse en los dos personajes revelación de la saga, Alan (Zach Galifianakis) y Mr. Chow (Ken Jeong). El primero está, una vez más, trayendo por el camino de la amargura a su familia hasta el punto de matar a su padre de un disgusto (literal). El segundo, como siempre, vuelve a meterles en un lío del quince sin comerlo ni beberlo. Hasta aquí todo viene a ser más de lo mismo.
Pero como decía, la idea es la de cerrar el círculo y es por eso que, en un momento dado, la película vuelve a Las Vegas para “corregir” la historia de sus protagonistas. Es decir, los creadores entienden el cierre como el regreso a la normalidad absoluta (dentro de lo posible), la vuelta al redil y la reordenación de los elementos dentro de lo socialmente aceptable, sobre todo en el caso de Alan. Es por eso que la película, aunque empieza bastante bien, pronto empieza a descafeinarse en una desafortunada mezcla de falta de ideas, de falta de mala leche y, en el fondo, de falta de narices de mantener los ingredientes más originales de la serie y no renunciar a ellos.
El ejemplo más claro de la pájara sufrida por la película es que aquí no hay resaca alguna porque no hay fiesta de ningún tipo. El detonante de la trama no es, por tanto, que estos tipos sean unos pusilánimes fiesteros, sino un nuevo enemigo sacado de la chistera al que ni siquiera le dan la oportunidad de brillar. Hablo de John Goodman. Siemplemente es un tipo que aparece de la nada para dar con Mr. Chow y para ello decide echar mano del incorruptible grupo, que en vez de mostrar cierto desasosiego por resolver un entuerto casi se van arrastrando de un lugar a otro con una desidia similar a la del conjunto de la película.
Por suerte no todo es tan malo, a ese comienzo bastante decente se pueden sumar un par de secuencias ingeniosas (el robo del oro y el rescate en el hotel) y, pese a pecar del mal de verter el protagonismo en los que eran los secundarios graciosos, ellos son los que sin duda aportan lo mejor de la película. Porque Bradley Cooper está de paseo y Ed Helms, que daba mucho juego, está también muy desaprovechado.
En el fondo es una película que se ha conformado con aprobar el examen en vez de ir a por el notable porque creía que ya dominaba el temario. Eso lastra buena parte del conjunto, pero ese saber hacer resplandece de vez en cuando y el resultado final es, al menos, entretenido. Eso sí, consigue que las anteriores, sin ser ninguna una genialidad, salgan reforzadas de la comparativa, especialmente la segunda parte, que puso sobre la mesa toda la incorrección que le falta a esta peli. Únicamente la secuencia post-créditos recupera el sello oficial de la franquicia para darle al menos un cierre entrañablemente macarra.
Autor: Javier Ruíz de Arcuate (lashorasperdidas)
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