viernes, 24 de mayo de 2013

Crítica de "Fast & Furious 6"


Los empleados de Universal Pictures celebran dos veces la Navidad: el 25 de diciembre y el 4 de marzo. Es por esta última fecha, allá por 2009, cuando la saga A Todo Gas estrena su cuarto episodio, uno que recaudaría 155 millones de dólares, uno que redimiría económicamente a la franquicia desde lo que parecía el clavo final del ataúd con Tokyo Drift, y la impulsaría hasta su apoteósis: Fast Five, película que se cascó (y cada semana tengo que mirar las cifras en Box Office Mojo porque, de verdad, todavía no me lo creo) 626 millones de pavos en todo el mundo. ¿Cinematográficamente hablando? Prolongó una década la carrera de Vin Diesel, descubrió las habilidades de Justin Lin para el cine comercial y expandió los horizontes de la serie desde la cultura del tuneo hasta el más amplio género de acción, hostias, pibones de ambos sexos y megaexplosiones. Un largo recorrido desde el (ejem) policíaco de la primera entrega, hace ya sus doce añitos.


Dicho esto, Fast & Furious 6 es un episodio de transición, que prolonga la línea seguida por la quinta entrega, y también de cierre, porque acaba con algunos arcos que llevaban cociéndose un par de películas y abre otros nuevos de cara a la séptima entrega del año que viene. ¿Fuera de este contexto? Es una película de acción bastante correcta que hace de la necesidad virtud: tiene como unos 18.245.636 protagonistas y Chris Morgan (guionista) las pasa putas para meter a todos, usar a todos, dar cierto contenido emocional y encima cascarse las tres grandes set pieces de rigor –para las que Lin va absolutamente sobrado–, destacando la delirante, absurda, brutal, WTF, “En el nombre de Cristo” secuencia central, y conocida a partir de ahora como “El Desmadre de las Canarias”. Pero lo consigue, a cierto precio: el factor sorpresa.

F&F 6 rompe muy poquito con la línea de acción impuesta por la entrega precedente. Si acaso, la mayor innovación consiste en presentar a este grupo de renegados de la vida como agentes al servicio del Gobierno de EEUU para recuperar un terrorífico instrumento conocido como el MacGuffin de manos de Owen Shaw (Luke Evans), villano al frente de un grupo de corredores y ex mercenarios con claro desprecio por las reglas de seguridad vial y la vida humana. Vin Diesel ES Dominic Toretto, quien es convencido por Luke Hobbs (The Rock) para liderar la misión y de paso averiguar el destino de su amor de toda la vida, la supuestamente fallecida Letty (Michelle Rodriguez), la cual trabaja a su vez para el grupo de criminales pero la pobre resulta que tiene AMNESIA. Dicho y hecho, Toretto reúne a su antigua cuadrilla, comenzando por su antiguo rival, ahora mejor amigo y cuñado, Brian O’Conner (Paul Walker), y se dispone a dejar Londres como un solar.

Si a estos nombres sumamos los de Han y Gisele (Sun Kang y la espectacular Gal Gadot), apariciones de Elsa Pataky y Jordana Brewster, la incorporación de Gina Carano, los habituales Ludacris y, oh, sí, Tyrese –quien vuelve a hacer de su Roman Pearce un atentado contra la lucha por los Derechos Civiles–, MÁS el villano y gran parte de su cuadrilla, nos encontramos con una barbaridad de personajes con peso específico en el film. El caso es que Morgan los usa a todos, cubriendo todo el espectro posible de las escenas de acción –junto a las consabidas grandes secuencias de conducción hay varias peleas cuerpo a cuerpo y un par de tiroteos–. Tiene tiempo para establecer una jerarquía (Diesel lleva la voz cantante, seguido por Johnson, en detrimento de Walker, protagonista de un sector del film, pero más cómodo en un segundo plano), para medio desarrollar el reencuentro entre Diesel y Rodríguez, que es la baza emocional de la película (es más: tiene tiempo para aprovechar a Rodríguez, que es un demonio y algún día Hollywood se dará cuenta). Tiene tiempo para homenajear los principios de la saga, cada vez más diluidos por otro lado, con una carrera nocturna y con una exhibición de vehículos e incluso mete un episodio de drama carcelario.


A Morgan y a Lin les da tiempo absolutamente a todo, y ese es a la vez el gran mérito y el gran problema de esta película: si bien te da la sensación de que todo encaja, también queda el poso de que todo va, perdón por la broma, demasiado rápido. Por un lado es cojonudo; los 130 minutos se pasan volando. Por otro, el film nunca deja que el espectador se agarre y jamás logra imprimir una sensación concreta. Sé que es A Todo Gas, que no es Hamlet y comparado con atrocidades como G.I. Joe 2, encontrarte hoy en día con algo así es poco menos que un milagro, pero también es verdad que esta sexta entrega es, de largo, la más ambiciosa de todas y nunca adquiere la resonancia que debería. Otro punto desaprovechado: tras seis películas, uno esperaría cierta química adicional entre los actores que nunca llega. Hay escenas familiares, el film no es idiota, pero son muy frías. Desde lejos, parecen poco más que una banda muy bien avenida. Ninguno de los integrantes del film tiene permiso para improvisar; las variaciones entre el Toretto de 2001 y el de 2013, entre el O’Conner de hace una década y el de ahora, son prácticamente nulas y los matices brillan por su ausencia.

Al hilo de esto: en la puntuación de “Bro-Love” a.k.a. “Contenido Homoerótico No Tan Oculto”, la película se lleva un 75 sobre 100, más o menos. Para la séptima entrega, ya deberíamos ver una lucha de sables entre The Rock y Diesel. Su último diálogo parece una escena eliminada de A La Caza.

Para ir cerrando el chiringuito: la franquicia está muy cómoda en este punto de acción disparatada. Lin está muy cómodo. Domina todos los palos con profesionalidad y por lo menos tiene la ambición de dar al espectador secuencias de acción definitivas. Aún más importante, Diesel se nota muy cómodo. Muy buen jefe, muy buen carácter: lleva cuatro películas siendo estoico sin resultar cargante. Visto con cierta perspectiva, es un problema. Las películas de acción no son “cómodas” por definición. Abren nuevas vías y no se limitan a mostrar “más” (personajes, stunts, explosiones, achuchones). Fast 6 no tiene carácter renovador. Sería bastante injusto para con vosotros si no hiciera estos apuntes. No obstante, también hay que recordar una cosa: que no solo es un film, sino que también es un episodio con deberes que cumplir (eliminar protagonistas innecesarios, simplificar relaciones, y prepararnos para un villano de más entidad). Y para cuando llega la verdadera escena final tras un minuto de créditos sabemos que Fast 6, como mínimo, ha hecho muy bien ese trabajo.

Autor: Rafa Martín (lashorasperdidas)

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