miércoles, 15 de mayo de 2013
Crítica de 'Oblivion'
Pocos meses después de presentarnos al ultradinámico Jack Reacher, Tom Cruise aterriza con un nuevo personaje, Jack Harper, en esta lujosa superproducción de ciencia-ficción posapocalíptica. La premisa tiene un claro eco de Wall-E: tras una devastadora guerra contra los alienígenas, la humanidad ha abandonado el planeta, pero Harper, junto a una compañera, permanece en él con la misión de mantener un cierto orden y reparar máquinas sofisticadísimas. El recuerdo de la obra maestra de Pixar no es el único que se interpone en el camino, pues en Oblivion reverberan las imágenes de 2001: Una odisea del espacio (el ojo de HAL-9000 aparece calcado, y la estética kubrickiana inunda no pocos pasajes, sobre todo en el tramo final), El planeta de los simios, La guerra de las galaxias (hay un desierto y unas criaturas reminiscentes de los Jawas) o la más reciente Moon. La secuencia final, curiosamente, tiene un cierto parecido con la de Los últimos días, de los hermanos Pastor, pero carece de su encanto.
Tal caudal de referentes, que hace de Oblivion antes un ciempiés que una película, no debería suponer un problema si el conjunto atesorara una voz propia y personal. No es el caso de John Kosinski, el autor de la igualmente fallida TRON: Legacy, quien se limita a pasear su cámara por espacios deslumbrantes, sometidos a una capa de pintura digital, y a intentar vendernos una historia trascendente que acaba siendo confusa y sin atisbo de emotividad. No es una película despreciable, pero su exceso de ambición ha podido con ella.
Autor: Jordi Batle Caminal (La Vanguardia)
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