Ni caso a los chistes de tu cuñado. Disfruta del resto de la compañía
El ritual comienza en el buzón. Allí te tiende el sobre color hueso sus bracitos desesperados y ves de refilón en destellos dorados dos nombres y una conjuntiva amenazadora. Dentro está lo demás: la hora, los apellidos, la iglesia y (que no falte) el mapita para saber llegar. Te acaban de invitar a una boda, aunque Cortázar diría que el regalado eres tú. Lo que viene a continuación, los siguientes pasos del ritual, te los sabes de pe a pa. Sabes que tendrás que desplazarte tú solo a una ciudad que no es la tuya –empieza a apoquinar–, que allí no conocerás a nadie, que tendrás que aguantar el rollete del cura y que te sentarán en la mesa de solteros para que, al final de la velada, ni pilles el ramo ni lo demás. Vamos, resumiendo, que las bodas son un coñazo.
¡Ah! ¡El caso es que nunca dices que no! En esta ocasión, tampoco. Así que ahora estás aquí, en La gran boda, esa especie de jaula de grillos, en una impresionante mansión con lago de Nueva Inglaterra, y ves llegar a los invitados: el cura borrachín (Robin Williams), la madre pizpireta (¿es Diane Keaton o Annie Hall?), la madrastra vegetariana (Susan Sarandon), la hermana seria (Katherine Heigl), el hermano gracioso (Topher Grace), la prima lejana que no se deja meter mano (Ana Ayora) y hasta Robert De Niro.
Vale, son inoportunos y les ves venir a la legua. Pero reconócelo, los llevas viendo toda la vida, son casi como de la familia. Lo cierto es que te alegras de verlos a todos allí reunidos, aunque sea un día, aunque estén un poco pasados de vuelta y de copas. Porque, sí, todo es muy previsible desde el buzón –calabozo de aire– y no aprenderás nada nuevo, pero no dejará de ser un momento de celebración y risas con viejos amigos. Lo mejor es que acudas al evento con ese espíritu. Y que les regales un reloj de cuerda.
VEREDICTO: Están todos: De Niro, Sarandon, Keaton, Robin Williams… ¿Por qué no ibas a estar invitado tú?
Autor: Andre G. Bermejo (Cinemanía)
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