Hay relevos que, de repente, se sobrecargan de significado: como la
llegada de Shane Black, guionista de “Arma letal” (1987) y nombre clave
del post-pulp wisecrackero de los 80, a la franquicia que
inauguró, en pertinente tono cínico-distanciado, Jon Favreau. Sí, Tony
Stark podría ser un personaje de Black, el cineasta que auto-desmontó su
propia mitología en la nunca suficientemente reivindicada “Kiss Kiss,
Bang Bang” (2005), anticipado por el universo Marvel. Del mismo modo,
Stark puede funcionar como reflejo simbólico de las respectivas
redenciones profesionales de Robert Downey, jr. y su director: ambos
renacen como zorros viejos, con flexibilidad para usar la memoria de
viejos excesos como válida unidad de medida para calibrar la imponencia
de su presente.
“Iron Man 3” también puede servir para acallar el lugar común que insiste en que el blockbuster es, ya, un territorio vaciado de toda sorpresa y ambición: Black es generoso en gratificaciones epidérmicas, pero la película cuida su letra pequeña para no subestimar a los conocedores del canon marveliano, al tiempo que juega con ideas estimulantes –la falibilidad del superhéroe; el fan como monstruo; el villano como espejismo espectacular- que colocan al conjunto entre el gran espectáculo resonante y la auto-reflexión lúdica.
Autor: Jordi Costa (Fotogramas)
“Iron Man 3” también puede servir para acallar el lugar común que insiste en que el blockbuster es, ya, un territorio vaciado de toda sorpresa y ambición: Black es generoso en gratificaciones epidérmicas, pero la película cuida su letra pequeña para no subestimar a los conocedores del canon marveliano, al tiempo que juega con ideas estimulantes –la falibilidad del superhéroe; el fan como monstruo; el villano como espejismo espectacular- que colocan al conjunto entre el gran espectáculo resonante y la auto-reflexión lúdica.
Autor: Jordi Costa (Fotogramas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario