jueves, 9 de mayo de 2013
Crítica de "La gran boda"
Pocas veces un término cinematográfico ha sido definido con menos palabras y con más acierto: “Comedia sexi sin sexo”. Cuatro palabras, máxima enjundia. Para que aprendan los pedagogos del “segmento de ocio” y los críticos de cine de los “estilemas de autor”. Lo dijo el insigne Andrew Sarris para conceptuar a las comedias locas nacidas en el cine americano de los años treinta; eso que los anglosajones llaman screwball comedies, esas que… Bueno, ya saben, apliquen el concepto y recuerden joyas como Sucedió una noche, La fiera de mi niña o Al servicio de las damas. Una definición que ha venido a cargarse el hasta ahora desconocido Justin Zackham con La gran boda,al aplicar más sexo y desterrar el lado sexi de una historia con, en principio, esencia de comedia loca.
De hecho, en la primera secuencia de la película Robert de Niro le hace un cunnilingus a Susan Sarandon. Y además en la secuencia (y posteriormente) la palabra se verbaliza mucho. Sin embargo, por muchas veces que se diga (todos a una: cu-nni-lin-gus), eso no es sexi. Es dárselas de sexi, que es otra cosa. Y dárselas de atrevido para luego acabar la historia como siempre, con besitos, reconciliaciones y carantoñas; cada oveja con su pareja y sin el más mínimo atisbo de transgresión. Una mujer para dos, dirigida por Lubitsch ¡en 1933!, acababa con un trío (o ese término francés tan pedante).
La gran boda, que ni siquiera es original, pues se trata de una nueva versión de Mon frére se marie, película francesa de 2006 que no llegó a España, se sostiene un tanto por el indiscutible carisma de los intérpretes veteranos, De Niro, Sarandon, Diane Keaton, frente a la sosería de gente como Topher Grace y Ben Barnes. Y aunque algunos gags relacionados con el choque sociocultural entre los pijos estadounidenses y los inmigrantes hispanos tengan cierto arrojo (la adicta a la cirugía plástica llamándoles “panchitos”), luego los responsables no se han aplicado el cuento: el novio hispano protagonista, un personaje llamado Alejandro, es interpretado por el inglés Barnes. Sarris, te han cambiado la definición.
Autor: Javier Ocaña (Diario El País)
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