jueves, 7 de febrero de 2013

Crítica de "Coriolanus"


A falta del cartón piedra de las canteras del Cinemascope, bueno es el coraje para enfrentarse a la vez al péplum y a Shakespeare encomendándose a unos presupuestos de economía “en dos tardes” con soluciones aparentemente creativas que dan el pego. En su debut tras la cámara, Ralph Fiennes aplica con éxito el pladur cinematográfico a una obra poco conocida, inédita en pantalla grande (aunque a la BBC no se le escapó, of course, con teledramas en 1965 y 1984). Hasta cierto punto. Su doble enfrentamiento con Roma y con el bardo de Stratford tiene correspondencia en pantalla en Coriolano, personaje que Fiennes hace suyo con ínfulas teatrales y encomiable esfuerzo: el general romano que vence a los volscos y regresa triunfal se enfrenta siempre a un doble peligro del que no hay salida.

Entre el pueblo y los poderosos, entre el Edipo galopante hacia su madre (Vanessa Redgrave, nos ponemos en pie) y el amor a Jessica Chastain (seguimos en pie, pero la californiana enlaza peor, en otra onda que el resto del reparto, con tantos británicos y balcánicos, bien mezclados en secuencias como la del mercado), entre el odio y la admiración hacia su enemigo en el campo de batalla (Gerard Butler), la única escapatoria es la honra.

Ésa es precisamente la respuesta del noble Ralph Fiennes, que destila honestidad en un filme que no puede ser bélico ni histórico, y que busca profundizar en la manidísima dualidad del héroe shakesperiano. ¿Cómo? Entregándose a los salivazos del drama cámara al hombro con un reparto que logra que la impostura parezca un mérito a fuerza de sacarla a la calle. 

Autor: Carlos Marañón (Cinemanía)

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