miércoles, 6 de noviembre de 2013

Crítica de "Capitán Phillips"


La noticia que daban los medios el miércoles provocaba en el receptor estupor y risa, aunque imagino que a su grotesco protagonista solo le asaltó la primera sensación. También el hamletiano interrogante: “¿cómo pude ser tan tonto?” y la amarga certidumbre de: “Me lo merezco, por ególatra, por no poseer dos dedos de frente, por chulo, por pringao”. Su lúcido apodo era Bocazas, algo incompatible a largo plazo con ostentar el título de ser el más poderoso y temible pirata de Somalia. Resulta que a Bocazas, acusado de un montón de delitos por tribunales internacionales y sus correspondientes órdenes de búsqueda y captura, solo se le ocurre aceptar la invitación de una productora belga para que vaya a Brujas y les asesore sobre una obra que van a rodar sobre su legendaria figura. Y normal. Nada más aterrizar en Bélgica el ufano Bocazas,le llevan directo al trullo.

Este personaje no aparece en Capitán Phillips, pero su sombra siniestra planea sobre lo que ocurre en esta tensa y trágica aventura que se desarrolla en el mar. Alguien como él ordena a los jóvenes, casi adolescentes mercenarios de un miserable poblado de Somalia con su necesidad de un jugoso botín, que si no quieren pasarlo muy mal secuestren inmediatamente un barco extranjero, exijan millonario rescate, lo cobren y se lo entreguen a él.

El director Paul Greengrass reconstruye un caso real, el del fallido intento de secuestro del barco de carga estadounidense Maersk Alabama y la utilización del capitán como rehén que hacen los piratas a bordo de una lancha salvavidas. Y vaya usted a saber si este retrato del coraje y de la capacidad de supervivencia se corresponde con la realidad. Pero está claro que si Hollywood decide contar esta historia y le encarga el protagonismo a Tom Hanks, el capitán de ese barco será un hombre normal metido en un peripecia extraordinaria, su conducta será admirable y tal vez derrame un poco de su sangre aunque mucha más los villanos tercermundistas. Para explicarme: Hanks jamás interpretaría al capitán del Costa Concordia, ese señor cuya conducta fue tan mezquina que parece una caricatura, que fue el primero que escapó del barco al constatar que había peligro. No nos creeríamos a este actor dando vida a un cobarde tan irresponsable.

El comienzo de Capitán Phillips, con el marino y su esposa despidiéndose y manteniendo un sonrojante diálogo sobre las dificultades que podrán tener sus hijos en el nuevo y angustioso mundo, invitan a la huida inmediata. Pero en el momento que el sabio Greengrass (dotado para crear un tono y un realismo cercano al documental, algo transparente en las muy sólidas Domingo sangriento y United 93) coloca su cámara en el barco, el suspense, la amenaza, el miedo y el drama funcionan modélicamente. Es una película con nervio, bien contada. Hay que ser un virtuoso para mantener la tensión durante una parte notable del metraje en el claustrofóbico espacio de una balsa cerrada. Y el Séptimo de Caballería sigue funcionando implacablemente cuando los acorralados son ciudadanos del Imperio. Y Hanks siempre hace veraces las sensaciones que pretende transmitir.

Autor: Carlos Boyero (Diario El País)

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