lunes, 12 de agosto de 2013

'Pacific Rim', cine para nuestro niño interior


No son pocos los críticos que desprecian de forma automática el cine más comercial y sólo a regañadientes reconocen la valía de títulos muy concretos cuando éstos son aclamados de forma unánime —siempre queda alguno que parezca querer llevar la contraria sólo por llamar la atención, eso sí—. Es un reacción muy difícil de entender más allá de la no muy afortunada idea de que el cine que aspira a llegar a todos los públicos jamás podrá alcanzar la mitad del nivel mostrado por rareas más o menos acusadas, lo cual desemboca en multitud de ocasiones en dar la sensación de que el principal motivo para alabar determinado título es lo diferente que éste respecto a lo que se estrena habitualmente.

Soy el primero en criticar a un blockbuster cuando éste resulta ofensivo a la inteligencia o, siendo éste el mayor pecado en el que puede incurrir, se convierte en una experiencia aburrida por mucha explosión o interminable persecución con la que busque hacerme pasar un buen rato. Sin embargo, soy el primero en reconocer el gran nivel que puede alcanzar una superproducción, ya que no tiene sentido pedir exactamente lo mismo a toda obra y por ello no dudé en incluir a ‘Skyfall‘ (id, Sam Mendes) o ‘Los vengadores’ (‘The Avengers’, Joss Whedon) entre mis películas favoritas del año pasado. Hoy me toca hablaros de ‘Pacific Rim‘ (id, Guillermo del Toro, 2013) y lo primero que puedo deciros es que la hubiera amado con todo mi ser de haberla visto con unos 12 años, pero lo que he encontrado con 29 años de edad es la película perfecta para mantener con vida a mi niño interior, ese que nunca deberíamos dejar morir.

Robots gigantes contra monstruos alienígenas


Me he cansado de leer comentarios emparentando a ‘Pacific Rim’ con la divertida ‘Transformers‘ (id, Michael Bay, 2007), la seminal ‘Godzilla, Japón bajo el terror del monstruo‘ (‘Gojira’, Ishirô Honda, 1954) y la televisiva ‘Neon Genesis Evangelion‘ (1995), normalmente para quitar importancia a la primera o simplemente para reducir su existencia a una mera suma de lo que ya hemos visto en otras ocasiones cuando a la hora de la verdad son parecidos mucho más superficiales de lo que pueda parecer. De ‘Neon Genesis Evangelion’ apenas hay coincidencias en su premisa, porque los mechas japoneses van mucho más allá de este mítica serie y el tono excesivamente trascendental de aquella brilla aquí por su ausencia, mientras que del primer Godzilla no veo más que la similitud en el enfoque respetuoso hacia un tema a tratar más o menor parejo —estamos ante una invasión aleinígena y no ante monstruos creados por la irresponsabilidad humana— y el hecho de que ‘Pacific Rim’ esté dedicada a, entre otros, la memoria de Ishiro Honda.

Nos queda ‘Transformers’, con la que por encima de todo destaca un detalle que a algunos les parecerá insignificante, pero que yo encuentro esencial para poder conectar con mi yo de 12 años. Me refiero a la implicación humana en las batallas, y es que me sorprendería sobremanera que entre nuestros lectores haya alguno que no se divirtiese haciendo pelear a sus juguetes, por absurda o desequilibrada que pudiera ser la contienda. Es aquí donde la inspiración nipona resulta esencial, ya que la saga ‘Transformers’ obvia casi por completo la intervención humana más allá de la presencia como héroe improbable de Shia LaBeouf y tanto buenos como villanos no son más que amasijos de máquinas y metal como bien podrían haber sido cualquier otra cosa. En ‘Pacific Rim’ hay humanos controlando a los jaegers y es su pericia la que determina su triunfo o fracaso, mientras que los monstruosos kaijus van progresando y adaptándose a las capacidades de sus rivales.

Reitero que puede parecer un detalle insignificante para muchos, pero dondde una te niega ser partícipe de la acción, la otra hace todo lo posible por integrarte en la colosal batalla —magnífico el trabajo de puesta en escena de Guillermo del Toro, en especial durante el combate en Hong Kong, desde ya una de las secuencias del año— para rememorar esas peleas ficticias de tu niñez con lo que pudieras tener a mano. Además, el diseño de las criaturas es especialmente atractivo a la vista y no caen en innecesarias redundancias en el caso de los monstruos, lo cual hubiese hecho caer a ‘Pacific Rim’ en una peligrosa espiral de redundancia en el que los enemigos podrían haber sido perfectamente intercambiables y sin entidad alguna. Éste es uno de los grandes aciertos de un guión que, por otro lado, no consigue estar a la altura de sus dramáticas intenciones.

Fortalezas y debilidades de ‘Pacific Rim’


Es de agradecer que el guión de Travis Beacham y Guillermo del Toro quiera ir un poco más allá de los lugares comunes de este tipo de producciones y también que destine suficiente espacio a la carga humana de la historia, pero lo que no resulta tan estimulante son los resultados de este loable intento. Calificar de simple al libreto de ‘Pacific Rim’ sería un tanto exagerado, pero sí que le viene como anillo al dedo el tildarlo como sencillo, ya que los puntos principales del mismo no presentan grandes novedades —aparente victoria de los humanos, descubrimiento de una amenaza mayor, combate en el que los héroes no parecen tener nada que hacer y, bueno, dejo el resto a vuestra imaginación y seguro que acertáis—, pero no por ello dejan de resultar efectivos, agradeciéndose, eso sí, ciertos detallitos fuera de lo común en estas producciones relacionados en su gran mayoría con la divertida aparición de Ron Perlman.

Menos satisfactoria es la parte humana, y no necesariamente por el propio guión, sino por el hecho de que Guillermo del Toro se viese obligado a recurrir a intérpretes más baratos para que el presupuesto no se disparase aún más. Por un lado tenemos a Charlie Hunnam, correcto en lo referente a la presencia física, pero que no demuestra tener ni la quinta parte de carisma necesario para liderar una cinta como ‘Pacific Rim’, en la cual el talento interpretativo tiende a quedarse en un relativo segundo plano en beneficio de la capacidad de su protagonista para llenar la pantalla. Hunnam no la tiene y da igual lo correcto que esté en líneas generales porque lo único que logra transmitir es indiferencia. Eso sí, mucho más sangrante resulta el caso de Rinko Kikuchi, cuyo personaje únicamente llega a transmitirnos algo en la estupenda escena en la que nos cuenta el origen de su trauma. Por lo demás, es un estorbo, tanto por su propia actuación como por lo poco que realmente aporta su personaje.


Por suerte para todos, la tercera pata sobre la que se asienta el reparto de ‘Pacific Rim’ tiene una solidez indiscutible, ya que Idris Elba lo borda en un personaje que sólo tiene pequeñas lagunas por lo relativamente forzado que está en el guión el hecho de que funcione como elemento cohesionador de todas las tramas. Él no sólo no tiene la más mínima culpa de ello, sino que logra que pase casi completamente desapercibido al mismo que funciona como el eje espiritual de la función, lo cual alcanza su colofón en el épico discurso que suelta para motivar a sus tropas antes de la gran batalla final. Del resto del reparto poco tengo que decir más allá de lo simpático que me resultó el personaje de Charlie Day pese a que está constantemente bordeando la fina línea que separa lo gracioso de lo ridiculo.

Pese a haber destacado ya la que considero que es la mejor secuencia de la película, no me gustaría dejar de incidir en el maravilloso trabajo de dirección desplegado por Guillermo del Toro, quien así termina de diferenciar por completo su película de la franquicia robótica liderada por Michael Bay, y lo hace sin la ayuda de una banda sonora que ayude a resaltar lo emocional o lo emocionante, ya que la música de Ramin Djawadi carece de personalidad alguna —Del Toro debería plantearse el retomar su antigua relación profesional con Marco Beltrami, quien sí parecía entender mejor el tono de su obra—. Siempre resulta peligroso confiar demasiado en los efectos visuales, pero Del Toro hace gala de una gran capacidad para ser espectacular al mismo tiempo que no marea la perdiz con un montaje epiléptico o una puesta en escena confusa, ya que quiere que el espectador sea partícipe en todo momento de lo que sucede en pantalla.

Del Toro también demuestra, como ya pudo comprobarse en sus anteriores producciones hollywoodienses —o en ‘El laberinto del fauno‘ (id, 2006), aún hoy su mejor película—, una gran atención a los detalles visuales, ya que no sólo consigue epatar al espectador a través de su grandilocuencia, sino que, como comentaba antes, cuida los detalles que diferencian a las diferentes criaturas y dedica ideas diferentes a cada uno de los enfrentamientos entre jaegers y kaijus. Además, sus cintas americanas siempre han demostrado una querencia hacia los alivios cómicos bastante efectiva y ‘Pacific Rim’ no es una excepción a la regla.


No tengo problemas en decir que hubiera defendido a muerte que ‘Pacific Rim’ es la mejor película con mis compañeros de colegio, tampoco que hubiera flipado con ella de haberla visto siendo un adolescente, pero a estas alturas de mi vida me tengo que conformar con el gran entretenimiento para todos los públicos que es, viéndose esto fortalecido por el brillante acabado visual y el notable trabajo de Guillermo del Toro tras las cámaras y debilitado por un casting erróneo y un guión que podría haber dado más de sí pese a estar por encima de la media de este tipo de cintas en los últimos años. Con todo, no me cabe duda de que estamos ante una de las películas del verano tanto por méritos propios como por deméritos de otros títulos a priori mucho más estimulantes de lo que luego han acabado siendo como ‘Elysium‘ (id, Neill Blomkamp, 2013).

Autor: Mikel Zorrilla (Blog de cine)

 

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