jueves, 15 de agosto de 2013

Crítica de "Red II"


Cuando se ejercita la autoparodia no hay nada peor que, en el último momento, creerse más de lo que en realidad se es y acabar tomándose el producto demasiado en serio. Justo lo que le ocurría a la primera entrega de Red (2010), libre adaptación del cómic de la compañía DC, protagonizado por un ultraviolento exespía de la CIA que, en manos de Bruce Willis, atemperaba su genio en beneficio del siempre canallesco sentido del humor del actor. Aquella primera traslación de las viñetas de Warren Ellis y Cully Hamner quedaba así en tierra de nadie porque apelaba a la chorrada autorreferencial para luego desbarrar con un arqueo de ceja excesivamente solemne; como si a su director, Robert Schwentke, le hubieran asaltado los temores de qué pensaría buena parte del público si no se tomaba un poco en serio un reparto encabezado por Willis, Helen Mirren, Morgan Freeman, John Malkovich, Brian Cox, Rebecca Pidgeon, Mary-Louise Parker y hasta Ernest Borgnine.

Dean Parisot, director de la segunda película de la serie, en cambio, se lanza a la piscina con toda su chanza. Red 2 se sabe ejercicio de estilo vacuo e idiota, pero también divertido, y la conciencia y el orgullo de serlo le benefician incluso con dos circunstancias, ambas ajenas a la propia película: el reciente, y casi paralelo, éxito de la saga Los mercenarios, con personajes en la misma línea (aunque con puesta en escena y nivel de testosterona en las antípodas); y esa ola de realidad el-espionaje-ya-no-es-lo-que-era que ha aportado el caso de Edward Snowden; para espías, los de antes, al menos los del cine. Parisot muestra de este modo su absoluto desprecio por la trama en sí, dejando el mcguffin del dispositivo nuclear desaparecido en poco más que una migaja, y acaba componiendo una colección de piezas de acción e ironía desprejuiciada con un hábil manejo del fuera de campo y de la composición del encuadre que hace que, a pesar de la inmensidad de asesinatos cometidos por los personajes, nunca se vea un cadáver ni (apenas) una gota de sangre. Violencia casi a la manera de los dibujos del Correcaminos y el Coyote, expuesta como una coreografía de ballet (sin ballet).

Sin Pidgeon ni Freeman, pero con Catherine Zeta-Jones, David Thewlis y un Anthony Hopkins desmelenado, Red 2 acusa, sin embargo, el exceso de metraje (dos horazas), a causa de, valga la paradoja, su mejor virtud, la ausencia de meollo, porque la suma constante de gags convierte el ritmo en excesivamente monocorde.

Autor: Javier Ocaña (Diario El País)

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