La primera aparición de los personajillos azules creados por Peyo en el cine de imagen real (y animación tridimensional) resultó una pequeña y agradable sorpresa. Sorpresa por, dentro de un cine para todos los públicos, dejar caer cierta ironía metarreferencial (culminada en la consulta del propio tomo de aniversario de Los pitufos)y mezclarla con una estructura Amblin. Y agradable porque el tono del film era el de un canto de amor a una ciudad de Nueva York que se diría vista por los ojos de los protagonistas de Mi hermana Elena. No se han complicado las cosas en esta secuela, simpática y fácilmente degustable, pero muy poco más: se repite la estructura (rescatemos a Pitufina de las garras de Gargamel), se repiten los gags (el caos en la juguetería acontece ahora en una pastelería) y se acentúa el mensaje familiar. Apuesta, entonces, Los Pitufos 2 por lo que ya ha funcionado, dándole más cancha, eso sí, a un desatado Hank Azaria y a los animados y azulados protagonistas. Y como funcionó el marco, aquí Raja Gosnell (aplicado director y continuador del estilo Chris Columbus) echa mano de su cinefilia para lucirse en una acuarela parisina que no es tanto turística como reflejo de la imagen que de la capital francesa ha dado el cine de Hollywood. O el mismo cine francés, el de la incipiente nouvelle vague: en algunos momentos, la mirada de los pitufos, de Pitufina, ante París es la misma (inocente, curiosa, traviesa) de la Zazie del film de Louis Malle…
miércoles, 7 de agosto de 2013
Crítica de "Los pitufos 2"
La primera aparición de los personajillos azules creados por Peyo en el cine de imagen real (y animación tridimensional) resultó una pequeña y agradable sorpresa. Sorpresa por, dentro de un cine para todos los públicos, dejar caer cierta ironía metarreferencial (culminada en la consulta del propio tomo de aniversario de Los pitufos)y mezclarla con una estructura Amblin. Y agradable porque el tono del film era el de un canto de amor a una ciudad de Nueva York que se diría vista por los ojos de los protagonistas de Mi hermana Elena. No se han complicado las cosas en esta secuela, simpática y fácilmente degustable, pero muy poco más: se repite la estructura (rescatemos a Pitufina de las garras de Gargamel), se repiten los gags (el caos en la juguetería acontece ahora en una pastelería) y se acentúa el mensaje familiar. Apuesta, entonces, Los Pitufos 2 por lo que ya ha funcionado, dándole más cancha, eso sí, a un desatado Hank Azaria y a los animados y azulados protagonistas. Y como funcionó el marco, aquí Raja Gosnell (aplicado director y continuador del estilo Chris Columbus) echa mano de su cinefilia para lucirse en una acuarela parisina que no es tanto turística como reflejo de la imagen que de la capital francesa ha dado el cine de Hollywood. O el mismo cine francés, el de la incipiente nouvelle vague: en algunos momentos, la mirada de los pitufos, de Pitufina, ante París es la misma (inocente, curiosa, traviesa) de la Zazie del film de Louis Malle…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario