lunes, 12 de agosto de 2013
'Guerra mundial Z', apocalipsis descafeinado
Soy de los que opinan que, en esta época por la que estamos transitando en la que todo ha terminado siendo susceptible de tener versión Z, lo mejor que sigue publicándose en lo que a zombis respecta, sin dar señales de agotamiento mes tras mes, es ‘Los muertos vivientes’ de Robert Kirkman: definida por su creador como “a continuing story of surviving horror” —una historia continuada de horror y supervivencia— lo que el guionista lleva poniendo en juego desde hace nueve años es lo que, a mi modesto entender, toda historia de zombis que se precie debería hacer: dar mayor relevancia a los vivos que a los no muertos y utilizar a estos como mero catalizador de las muchas y muy diversas situaciones en las que los supervivientes van encontrándose.
(Me duele calificarlos como spoilers, porque son muy evidentes, pero allá van) ‘Guerra mundial Z’ (‘World War Z’, Marc Forster, 2013) coquetea someramente con este esquema alejándose, eso sí, de lo que Mark Brooks planteaba en su libro, y termina convirtiéndose, por diversos motivos, en una visión cuanto más blanca y menos agresiva mejor, de lo que un apocalipsis zombi supondría para la humanidad. Entre los motivos que podrían justificar tal decisión, dos fundamentales. El primero, no ensuciar mucho la impoluta imagen de su absoluto protagonista, un Brad Pitt incombustible y de inmutable rostro que se las apañará el solito para salvar a la humanidad. El segundo, y de mayor relevancia, que la cinta reviente la taquilla, algo que de hecho ha conseguido con esos 490 millones que lleva ya recaudados a nivel mundial.
Ya desde su enérgico arranque y tras unos primeros minutos en los que conocemos a la familia protagonista —cuidado, conocemos y punto, que el desarrollo de personajes es un concepto con el que el filme no se casa en ningún momento— la cinta comienza a dejar ver sus vergüenzas sin tapujos, y a la completa carencia de un dramatismo suprimido en aras de no se sabe muy bien qué, se añade el poco interés del espectador —del que esto firma, claro está— por lo que pueda acaecerle a Pitt, su mujer o sus dos hijas, un hecho derivado de las nulas molestias que se toma el guión en provocar que empaticemos con los personajes más allá de que es el guaperas del marido de la Jolie el que corre de un sitio para otro y se suponga que eso es suficiente para avivar nuestro interés.
Trascendido ese primer acto, ‘Guerra Mundial Z’ continua discurriendo por derroteros de similar corte a lo que acabamos de ver, esto es, situaciones implausibles —por mucho que sea un filme de zombis algo de suspensión de credulidad debería exigírsele, ¿no?— con personajes que no hay quien se crea y secuencias de acción que, rodadas con efectismo por un Forster que muy pronto parece haber olvidado lo que realmente se le da bien tras la cámara —una pista, no son las películas de acción— quedan puestas al servicio de un montaje que, ora resuelve las situaciones de forma caótica sin que al respetable le de el tiempo suficiente para asimilar aquello que se le está mostrando en pantalla —ese arranque— ora se desmarca con un par de secuencias espectaculares que cortan el aliento al más pintado.
Desafortunadamente, todo lo que la cinta ha ido planteando con mayor o menor fortuna logrando, eso sí, que el espectador no se aburra en ningún momento —algo a valorar cada vez más con los tedios que han supuesto ciertos filmes veraniegos este año—, cae de forma precipitada de cara a ese último acto sacado de una pantalla de infiltración de cualquier videojuego al uso que consigue convertir a un superviviente a prueba de todo lo que se le ponga por delante en una suerte de superhéroe con tintes mesiánicos que, en una de las imágenes más absurdas de todo el filme, tiene tiempo para una pausa refrescante Pepsi en mano después de haberse infectado con un virus letal.
Al final, todo se reduce, como suele pasar con los blockbusters, a aceptar las reglas del juego y saber que no se va a ver una cinta con grandes dosis de casquería ni nada que pueda dañar las frágiles mentes de los pre-adolescentes norteamericanos, esos mismos que no tienen problemas en aniquilar salvajemente a lo que se les ponga por delante a través de una consola pero que no pueden ver un pecho vaya a ser que terminen corrompidos más allá de cualquier salvación posible.
Lo dicho, si se aceptan esas mínimas reglas, no me duele en prenda admitir que ‘Guerra mundial Z’ entretiene y consigue mantenerte en tensión en varios momentos. Si por el contrario se rechazan de pleno las propuestas del filme, buscando por doquier al padre del subgénero por dónde no hay ni huella de él, la decepción será monumental. Ya no es cuestión de expectativas, que también, sino de saber qué se va a visionar y con qué actitud previa hay que hacerlo.
Autor: Sergio Benítez (Blog de cine)
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