miércoles, 21 de agosto de 2013

Crítica de 'El Llanero Solitario'


Resulta muy cómodo ir a lo fácil y echar mano de la tan socorrida 'Piratas del Caribe' a la hora de hablar de este 'El llanero solitario' porque, básicamente, viene a ser aquello que más o menos cabe esperar que sea. Una especie de 'Piratas del Caribe' ambientado en el Lejano Oeste antes que una adaptación fidedigna del añejo serial en el que, de cara a los adultos, se inspira. Cabía sospecharlo por nombres, por apariencia. Y porque así se nos vende, un resultado que viene a ser algo parecido. O algo que se le pueda parecer, más bien. En el Oeste. Quizá algo más imperfecto. Quizá algo menos eficaz. Quizá sea que donde 'Piratas del Caribe' sorprendía 'El llanero solitario' se confía, se pone cómoda. Quizá, puede, tal vez, más no por ello deja de ser disfrutable y satisfactoria como cabe esperar, con sus pros y sus contras, de una producción de Jerry Bruckheimer.

Qué levante la mano quien no conozca a Jerry Bruckheimer. Y luego que salga de la sala, si es tan amable. Durante años, ya fuera en solitario o junto a su malogrado socio, Don Simpson, este productor se erigió como uno de los principales estandartes del cine de evasión hollywoodiense. Especialmente durante los años 90. Todo cambió al producir para la Disney 'Piratas del Caribe', la primera entrega de la muy lucrativa franquicia que zarpó en verano de 2003, y que desde entonces parece haber marcado, tal vez más para mal que para bien, su posterior carrera. Miles de millones de dólares después ya casi nadie se acuerda de que se estrenó bajo la premonición de que, según muchos expertos, iba a ser un auténtico desastre económico. Pero uno de los de verdad, de los que el tiempo no cura. De los que son algo más que un titular rencoroso marcado por la ignorancia, el interés o el odio. Algo más que un titular de Yahoo!, vamos.

Lo mismo con el tren de 'El llanero solitario', al que parece que sin embargo no le ha ido tan bien en la taquilla a pesar de que es otra muy estimable producción Made in Bruckheimer. Una más, y que mira tan de cerca como de lejos a la trilogía de 'Piratas del Caribe', santo y seña. Y patrón. A pesar de lo mucho que les gusta a algunos recalcarlo a la mínima ocasión, 'El llanero solitario' no ha sido un fracaso comercial. Un pinchazo, mejor, motivado en parte por un presupuesto a todas luces "pornográfico" (sobre todo para un western) por más que, gracias a él, podamos disfrutar del mejor y más espectacular clímax que nos ha dejado todo el verano. Pero juzgar un filme por su taquilla es como juzgar a una actriz por el tamaño de su escote, bonito pero irrelevante. Sensacionalista. Especialmente cuando la ocasión lo merece. Y aunque parezca que Bruckheimer ha perdido algo de su "magia" desde que trabaja codo con codo con el logo de la Disney. O será la medida. O será la madurez.

'El llanero solitario' viene a ser un evidente intento por repetir la jugada de 'Piratas del Caribe'. Las mismas armas, argumentos e intenciones. Ahí están Bruckheimer, Verbinski, Zimmer y Depp... haciendo de Johnny Depp, que para algo se le paga. A todos, y suponemos que muy bien. Lo que es lo mismo, del equipo de 'Piratas del Caribe', recalcamos de forma ya algo cansina. Lo sé. Pero partiendo de lo evidente se explica mejor lo que puede no serlo. O a lo mejor sí lo es: 'El llanero solitario' se define por ese gusto por el exceso y la ornamentación que puede convertirse en su talón de Aquiles. Porque complica ejercer como un blockbuster veraniego la afición por emperejilar tanto lo que no había necesidad de emperejilar tanto. O la de sobrepasar alegremente las dos horas largas de metraje, barrera que sólo conviene traspasar cuando se tiene un buen motivo entre manos. Y el que lo mejor venga justo a continuación no tiene por qué ser uno de ellos, dado que antes estaría el cómo llegamos hasta allí.

Entrando ya con el tren en la estación, a esta nueva película le podemos echar en cara lo mismo que a la tercera entrega de 'Piratas del Caribe', sin ir más lejos... la recargada, extravagante e hinchada tercera entrega. Mi favorita por cierto. Y es que si algo han demostrado sus creadores es su gusto por ofrecer cada vez más y más... si bien, como se suele decir, más no siempre quiere decir mejor. 'El llanero solitario' es un blockbuster que adolece de sus propios excesos, de su ambición por ser tan grande que ir directa al grano no se cuenta entre sus virtudes. Lo decía Schwarzenegger, grave error. Dos horas y media que se hacen largas, más porque lo son... para lo que tenemos en pantalla. Ahí es donde reside el principal argumento a usar para descarrilar este tren, si bien no es tanto la duración como la sensación de que o bien se podrían haber aprovechado mejor los minutos, o bien se podría haber contado lo mismo en menos tiempo y de forma más eficaz. Y sobre todo, con más ritmo. No aburre, pero agota.

Así, y al igual que ocurría con la citada tercera entrega de los "Piratas", tenemos una larga producción que puede llegar a cansar antes de tiempo, que alterna escenas brillantes e imágenes soberbias con momentos, giros o apuntes argumentales que no lo son tanto. Tanto es lo que pretende abarcar entre sus brazos, tantos son los tonos que pretende representar, que el resultado se tambalea ocasionalmente a la par que se tropieza a lo largo de una vía desigual, descompensada, y que arroja un saldo de entretenimiento moderado salpicado de alguna que otra frustración y molestia, tal vez prescindibles. Como una montaña rusa donde, al igual que en la tercera (y última...) de los "Piratas", se nos reserva el gran momento para el gran final, allí donde suena lo que resonará en nuestra cabeza a la salida del cine (y más allá), la soberbia re-interpretación que ha hecho Hans Zimmer del himmo de John Reid. Si 'En el fin del mundo' era un cara a cara entre dos barcos, en esta es un cara a cara entre dos trenes... la escena, espectacular y vibrante, que viene a justificar a donde fueron a parar buena parte de unos 200 millones que, salvo en su también excelente apertura (casualidad o no, a bordo de un tren), hasta entonces no habían lucido como un presupuesto de 200 millones.

'El llanero solitario' hace gala, posiblemente, del mejor tramo final de todo el verano. El más espectacular, sorprendente, distinto y reconocible, al menos. Realmente trepidante y suficiente como para dejar la moral por todo lo alto, la misma moral que antes se ha puesto a prueba... porque para llegar en forma a ese momento, a ese instante, hay que armarse de paciencia en según que tramos del trayecto. De aceptar que su agotadora tendencia al exceso arruina en parte la experiencia, con un ritmo irregular que no habría tenido tiempo de serlo empaquetado en dos horas que, además, no habrían permitido ese margen para el fracaso y la desilusión. Sin embargo el discurso de este "llanero solitario" no es rotundo; aún a pesar del carisma de Armie Hammer y Johnny Depp, he aquí un Jack Sparrow que sirve de condimento y no de plato principal (de ahí que destile la simpatía que no destilaba en la infumable cuarta parte...); aún a pesar de que tenemos al mando a Gore Verbinski, realizador de indudable poderío visual; aún a pesar del "Hi-yo, Silver, away!" con el que se cierra la función. La duda ofende, ese es el problema, y las bondades de 'El llanero solitario' las admite.

Autor: Juan Pairet Iglesias (El Séptimo Arte)

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