jueves, 19 de diciembre de 2013

Crítica de 'El hobbit: La desolación de Smaug'


Como James Cameron, cuya filmografía se inició en 1982 con un subproducto presupuestado en calderilla, Piraña II, Peter Jackson debutó cinco años después con Bad taste, un ingenioso disparate gore rodado con lo puesto. Nadie hubiera entonces apostado un centavo por sus carreras, pero como el destino es caprichoso, hoy tanto el americano como el neozelandés son los sumos pontífices del cine mastodóntico y del exhibicionismo digital. Nada habría que objetar de no tener la sólida convicción de que ambos han dejado de explorar ámbitos nuevos para permanecer cómodamente en territorio seguro: el comercio vence al arte. Cameron prepara tres (¡tres!) secuelas de Avatar, mientras Jackson se entretiene con una nueva trilogía tolkieniana, El hobbit, con el mismo canon estético de su multioscarizada El señor de los anillos. Y aunque al texto no le hacía falta tanto metraje, la obsesión por las duraciones anacóndicas permanece fastidiosamente: 160 minutos para esta segunda entrega.

Este destierro absoluto de la síntesis revierte en una película farragosa, con exceso de situaciones, meandros, diálogos y escenas paralelas no siempre bien calzadas. Salvando estos escollos, El hobbit: La desolación de Smaug vuelve a ser, como era de esperar, un megaespectáculo deslumbrante. Su diseño es brillante: la ciudad del lago, el bosque del tesoro (donde despierta, sepultado por millones de monedas de oro, el dragón, quizás el momento más logrado) o las numerosas (y vertiginosas) edificiaciones de piedra alcanzan una belleza poderosa. Los escenarios naturales (montañas nevadas, ríos...) poseen un peso dramático próximo al de los westerns de Anthony Mann. Y las puntuales escenas de acción tienen, cómo no, el nervio del mejor Jackson. El plano final es el quintaesencial "continuará" de las ficciones seriadas; habrá que esperar, sin embargo, no una semana como en los viejos tiempos, sino un año para asistir al desenlace.

Autor: Jordi Battle Caminal (Diario La Vanguardia)

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