jueves, 12 de diciembre de 2013

Crítica de "El consejero"


La primera colaboración entre Ridley Scott y el novelista Cormac McCarthy es una película difícil de explicar; no porque sea compleja, sino porque es una película que hay que ver para creer. Y ver esta película duele, porque te obliga a enfrentarte a la cruda realidad.

La historia de El consejero, como digo, no es compleja per se: nos presenta a cinco personajes importantes y sus interrelaciones. Un abogado (Michael Fassbender), su novia Laura (Penélope Cruz), y un trío que tiene en marcha una operación de tráfico de drogas con un cartel, y con los que se ha aliado el abogado: Reiner (Javier Bardem), su novia Malkina (Cameron Diaz) y Westray (Brad Pitt). Una trama sencilla que se podría ver en cincuenta thrillers similares, pero McCarthy no está interesado en escribir el típico thriller con algún momento erótico-festivo de regalo hecho con plantila que estamos acostumbrados a ver. En su lugar opta por una estructura más atípica, en la cual, cuando comienza la película, la trama ya está en marcha y todos los personajes están en una posición pasiva a la espera de lo que suceda; así que durante dos horas asistimos a las consecuencias de los actos que ha generado este grupo.


La dificultad a la hora de encarar El consejero reside en que McCarthy trata a esa trama como algo secundario, dejando caer detalles de manera vaga y aleatoria en ocasiones –si venís diciendo que os ha parecido un plomazo y que no va a ninguna parte, no os reprocharé nada, aunque sí os miraré mal–, ya que es sólo una excusa para que los personajes reciten sus diálogos filosóficos, revelando el verdadero contenido de la película.

No solo su trama no es compleja, sino que lo que nos quiere contar McCarthy es claro como el agua. Tan claro, que los propios personajes nos lo dicen a la cara; y es por ello que El consejero es una película que corre el riesgo de ser fácilmente desdeñada y menospreciada –de hecho, lo ha sido a la vista de su recepción totalmente polarizada, en la que parece que hay que escoger el bando de amarla u odiarla– al confundir sus intenciones y su ejecución. Si no se entra en el juego ni te calan los reflexivos diálogos de sus protagonistas, uno puede pensar que sus responsables la han hecho con actitud de “me importa todo un huevo” y “he escrito el guión en tres días”, pero lo que McCarthy pretende en su primer guión directo para cine es dar un golpe sobre la mesa mostrando la realidad tal y como es. El amor, la vida y la muerte retratada con toda su crudeza, toda su injusticia y toda la decepción que ello implica.

Voy a tratar de condensar lo mejor posible su esencia diciendo que (y aviso que esto no es un spoiler sobre una escena concreta de la película, sólo lo utilizo como metáfora para ilustrar su mensaje):

Mientras tanto, en el interior del coche, dos personas charlan ufanas sobre lo divino y lo humano, ajenas a lo que va a ocurrir, a pesar de que sepan expresamente que están parados en la maldita vía del tren.


Si queréis una película de referencia a la hora de enfrentaros a El consejero, la elección no sería No es país para viejos de los hermanos Coen, sino Mátalos suavemente de Andrew Dominik (en la que también salía Brad Pitt repartiendo verdades como puños a base de diálogos). Ambas películas comparten una característica clave y es que exponen sus moralejas sin paliativos, telegrafiando incluso los sucesos que acontecerán momentos antes de que ocurran en pantalla. Es un estilo abrasivo y tan directo que puede causar rechazo (la película de Dominik me lo provocó, de hecho; aunque en esta me cautivó), pero es pureza argumental en su estado sumo. La película te dice, sin vuelta de hoja, de qué va y con qué te vas a encontrar; no sólo en la sala de cine, sino también cuando salgas a la calle.

También podéis optar por Salvajes de Oliver Stone (en esta sí que les importaba todo un huevo), teniendo en cuenta que debéis reemplazar su dirección en piloto automático y sus locuras por el tono sofisticado y completamente frío y duro como la piedra que remarca Ridley Scott.

Al igual que en el caso de McCarthy, Scott también sabe muy bien lo que hace y me atrevería a decir que estamos ante uno de los trabajos más certeros y concisos de su carrera. El hábil ojo del director inglés sigue en plena forma, por mucho que más de uno quisiera ya jubilarle antes de tiempo tras un par de patinazos que haya podido tener en los últimos años. Scott es plenamente consciente de lo que está haciendo y esta no es una película de encargo precisamente. Fue el propio director el que corrió raudo a hacerse con el material en el momento en el que escuchó que McCarthy había escrito un guión, y eso es lo que ha filmado: la prosa del autor de No es país para viejos y La carretera en toda su plenitud. No hay florituras hollywoodienses, ni vacilaciones tonales; esta es una película caracterizada por la desolación, y está llevada con mano muy firme para mostrarlo.


Un tono sombrío enlazado trágicamente a mitad de su producción con el triste fallecimiento del realizador Tony Scott (a cuya memoria está dedicada la película). El pesar y la amargura que debió sentir Ridley encajan bien con el tono de esta película, al igual que, en otra triste casualidad del destino, ya lo hacía otra de sus obras capitales con temas de oscuridad y pesimismo: Blade Runner, que el director realizó tras la muerte de su hermano mayor.

El consejero es, de hecho, una película que un mundo paralelo podría haber acabado en manos del Tony Scott de El fuego de la venganza o Amor a quemarropa si miramos su argumento desde un punto de vista superficial, pero con el calado de la escritura de McCarthy, el tono sobrio y seco elegido por Ridley Scott es la conjunción perfecta entre autor y visionario.

Ridley Scott se ha vuelto a unir en esta película con el director de fotografía Dariusz Wolski (que ya había trabajado con Tony Scott en Fanático y Marea roja), con el que colaboró el año pasado componiendo las impresionantes imágenes de Prometheus. Aquí se encuentran en un escenario muy diferente y pasan del espacio y la ciencia ficción al carácter terrenal de una película que transita entre el western fronterizo y el sofisticado mundo de la clase alta. Espero que este dúo formado por Wolski y Scott (que ya se encuentra trabajando en su próxima película, Exodus) sea una asociación duradera porque la frialdad y belleza de sus imágenes crean un espectáculo hipnótico junto a la prosa de McCarthy, y la fusión de ambas genera pura poesía. Aunque el grueso principal de la película se constituye en diálogos (monólogos, en ocasiones), Scott se las arregla para tener siempre algo que decir con la cámara, y cuando la historia lo permite y hay un momento de acción o tensión, su buen gusto, a la hora incluso de mostrar imágenes de lo más cruentas, nos deja escenas para el recuerdo (Pista: dos de ellas tienen que ver con un cable).

Felicitación también en este apartado para Pietro Scalia, editor habitual de Scott desde hace ya más de 15 años, que realiza en El consejero uno de sus trabajos más finos y sutiles. El montaje de esta película va como la seda y está hecho con una delicadeza soberbia. No hay una escena en falso o que se apresure más de la cuenta.


Otra de las grandes bazas de la película son sus actores (y la mano de Scott a la hora de dirigirlos). Y no hablo sólo de sus intérpretes principales. Todos, absolutamente, TODOS los actores que aparecen en esta película están sensacionales. Empezando con Fassbender, Cruz, Diaz, Bardem y siguiendo con las intervenciones de Bruno Ganz, Rosie Perez, Sam Spruell, Toby Kebbell, Edgar Ramirez, Natalie Dormer, Dean Norris, John Leguizamo o Rubén Blades. No hay ni una interpretación que chirríe y todos ellos parecen volcados en el material, desde sus protagonistas hasta el secundario con el papel más pequeño. Y por muy pequeños que sean algunos de ellos, TODOS tienen al menos una escena memorable en la que lucirse (la intervención de Rubén Blades me transportó a un estado de catarsis emocional). Es uno de los repartos más potentes del año.

Penélope Cruz, que curiosamente vuelve a coincidir con McCarthy tras Todos los caballos bellos, cumple sin más con su papel (papel en el que hubiera preferido ver a alguna de las otras candidatas previamente rumoreadas, como Jessica Chastain; principalmente por lo que sucede en su escena de apertura…). Su marido en la vida real, Javier Bardem –con el que no comparte ninguna escena–, elige con sumo cuidado sus papeles en Hollywood y en esta, su segunda colaboración con un material de McCarthy tras No es país para viejos, se deja llevar completamente haciendo de Reiner, al que ya habéis podido ver caracterizado como una especie de “guido”/Brian Grazer. Bardem compone otro de sus personajes con pelucón estrafalario a los que ya nos tiene acostumbrados y le da un empaque para que tenga una presencia memorable sin necesidad de ser un villano. Reiner es uno de entre muchos que ha tomado las decisiones equivocadas con la gente equivocada, no un capo que maneje los hilos.

Cameron Diaz, por su parte, ofrece como Malkina (aka “la Rihanna blanca”) una interpretación que sólo puedo calificar de colosal y que, una vez vista, me es imposible imaginar a otra actriz en el papel. Malkina (descrita en el guión original como latina, por lo que el fichaje de Diaz despertó dudas) es una mujer que interioriza y exterioriza su carácter de depredadora –en una de las muchas “sutilezas” del guión de McCarthy, este personaje no solo tiene a dos guepardos como mascota, sino que también está tatuada como tal y parece que esté a punto de presentarse para una audición de los Thundercats–. Malkina es un personaje complejo con el que muchas actrices no se hubieran sentido cómodas (cuando veáis cierta escena, sabréis a lo que me refiero) pero Diaz lo da todo. Hay quien dice que es lo peor de la película; hay quien dice que es lo mejor… desde luego no dejará indiferente a nadie, como la película en sí.


Brad Pitt (volviendo a colaborar con Scott tras Thelma y Louise, otra asociación más para la película) completa el grupo de los secundarios con peso como el enigmático Westray, un intermediario con look de cantante country que conoce las reglas del juego y advierte de sus peligros, aunque nadie le escuche. Pitt ha madurado mucho como actor en los últimos años y esta es otra de esas interpretaciones en las que hace mucho con muy poco. Al igual que con el resto de personajes, McCarthy sólo suelta un par de retazos para conocer el pasado de los personajes, pero Pitt consigue darle un aire de “larger than life” a este Westray y que sepamos que es un superviviente nato.

A Fassbender le he dejado para el final, ya que aunque pueda parecer que tiene el papel más jugoso por ser el protagonista –el papel más “jugoso” es, en realidad, el de Cameron Diaz; en un sentido literal, por los fluidos que vierte– es en realidad uno de los más complicados de abordar y que peor imagen pueden dar, ya que el actor no tiene donde agarrarse porque no interpreta lo que llamaríamos el típico héroe protagonista. El consejero huye de personajes glamourizados, de tópicos y de motivos que justifiquen sus acciones. El que es un hijo de puta, lo es. No necesita un catalizador que provoque sus elecciones para que nos sintamos identificados con él.

En un ejemplo reciente, ya que temáticamente tocan puntos comunes con el narcotráfico, como Breaking Bad, su protagonista, Walter White, es un apocado profesor de química que se ve forzado a tomar una decisión moralmente cuestionable de emprender una vida criminal para dejarle un futuro a su familia al conocer que él no tendrá uno debido al cáncer. A medida que progresa la serie, las acciones de White se van tornando cada vez más oscuras y despreciables, pero sin llegar a perder la complicidad del espectador, ya que queremos verle triunfar, aunque sepamos que en el fondo no está lejos de ser un villano. Y todo porque White es un hombre inteligente y es el mejor en lo que hace. Queremos verle sobreponerse a todo y triunfar ante todos los obstáculos que se le planteen, porque se lo ha ganado.

El abogado (nunca se llega a decir su nombre, siguiendo la tónica parca de McCarthy) interpretado por Fassbender en El consejero no tiene ninguna obligación moral con la que podamos empatizar y verle como un héroe. Quiere dinero y sabe dónde ir para conseguirlo (o cree saberlo). Le empuja la codicia para salir de sus problemas y pagarse la vidorra junto a su novia; no hay nada redentor dentro de él. Igual que no hay nada redentor en un banquero o un político que coge lo que no es suyo. McCarthy no se molesta en darle matices porque quiere enseñarnos que esto es lo que hay. Que hay gente a la que le gusta jugar con fuego y tomar la vía rápida, y en este caso nos encontramos también ante un hombre inteligente, pero que se cree más listo de lo que en realidad es.


Termino diciendo que el año pasado disfruté mucho con Prometheus, aunque reconozco que es una película con más fallos que aciertos. A aquella película le llovió mierda por los cuatro costados y casi había que sacar el escudo para hablar bien de ella, temeroso ante las consecuencias. En el caso de El consejero no hay lugar para el titubeo. Creo, firmemente, que nos encontramos no sólo ante una de las mejores películas de Ridley Scott de esta última década (junto a American Gangster, su montaje del director de El reino de los cielos y Black Hawk derribado), sino también ante una de las mejores películas del año.

Si tuviera delante a Ridley Scott y Cormac McCarthy les daría un apretón de manos y les diría que no hagan caso de toda la bilis que se está soltando sobre la película, ya que pueden sentirse orgullosos por haber realizado un trabajo tan atrevido, audaz y valiente; un puñetazo directo al estómago y sin concesiones, que nunca está de más recibir.

Autor: Ángel Vidal (lashorasperdidas)





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