miércoles, 11 de septiembre de 2013

'Tú eres el siguiente': Dos días con la familia


''¿Fue el profesor Plum en el hall con el candelabro?'' ''No.'' ''¿Entonces fue la Señorita Amapola en la cocina con la cuerda?'' ''Tampoco.'' ''Vaya... ¿Y el Coronel Mustard en el comedor con la pistola?'' ''Frío, frío...'' ''¡Maldita sea!'' Era la cuarta vez consecutiva que el imbécil de su hermano iba a machacarle en el maldito Cluedo. Lo peor era que a él nunca le había gustado aquel estúpido juego, pero su madre (siempre ella...) le había obligado a pasar un rato en familia (''Para reforzar los lazos fraternales'', decía ella), y de ahí no había quien se moviera. Presa de un ataque de ira, el desesperado chaval dio un contundente puñetazo a la mesa, provocando un micro-seísmo que derribó el vaso lleno de Pepsi Boom sin cafeína (menuda porquería...) que se encontraba justo al lado del tablero. A la mierda el juego aquel. ''¡Idiota! Lo has dejado todo perdido! ¡Siempre haces lo mismo!'' ''¡Tranquilo, joder! No te pongas histéricA, que ahora voy a por el papel de cocina. Además, se siguen distinguiendo las casillas, ¿no? Pues ya está, déjame en paz, pesao.''

Había quedado todo hecho un pegajoso pringue, sí, pero razón tampoco le faltaba. Al fin y al cabo, cuando un tablero se mancha, ¿deja de ser un tablero? ¿Deja de poder ejercer sus funciones? En la mayoría de los casos, no. Del mismo modo, cuando una camisa se impregna accidentalmente de salsa de tomate, ¿deja por ello de ser una camisa? Por supuesto que no... aunque quizás ya no lucirá tan bien; quizás debería reservarse para ocasiones diferentes (¿Halloween, tal vez?). Nos vamos acercando. ¿Y con las películas? ¿Son compatibles también con este experimento de pacotilla? Pregunten a Adam Wingard, quien lleva dedicándose a la divertida profesión de dejarlo todo manchado desde los inicios de su carrera. Pongamos, por ejemplo, su película más emblemática hasta la fecha, la muy rescatable 'A Horrible Way to Die', la cual, poniéndonos puntillosos, podríamos definir como un drama romántico con el alcoholismo de telón de fondo... todo esto amenizado con las apariciones estelares de un asesino en serie.

Entonces, ¿desaparece el romance por la amenaza de un baño de sangre? ¿Deja de ser una película romántica si a un pobre insensato lo han matado haciéndole sufrir hasta su último aliento? Es discutible. En cualquier caso, éste es el juego favorito de Wingard, quien a lo largo de su corta (en lo que a tiempo se refiere) pero prolífica carrera, se ha empeñado en demostrar (y quizás por esto cabe considerarle como uno de los más destacados miembros de la hornada renovadora, desde el indie, cómo no, del horror made in USA) que si los géneros se manchan (mejor ''salpican'') entre ellos, el resultado puede ser maravilloso. Sin duda, puede ser -y es- también una interesantísima marca de autor. Al fin y al cabo éste sería el rasgo distintivo; el punto de unión más identificable de una obra vista en tanto a conjunto. Una lucha de géneros en la que queda demostrado (véase el genial arranque de la desmadrada 'Enfermizo (Home Sick)') que no hay ninguno mejor que el terror a la hora de invadir la apacible privacidad de los demás.

Así, aunque la tónica dominante pueda indicar que estamos ante el bobalicón diario personal de una adolescente enamorada, o ante un repugnante tratado con reminiscencias new age sobre lo preciosa y frágil que puede llegar a ser la vida, o ante la enésima bacanal dedicada a glorificar la Santísima Trinidad compuesta por sexo, drogas y rock and roll, no podemos despistarnos ni un solo momento, pues el horror está siempre al acecho, dispuesto a irrumpir en la fiesta, llevándose por delante, por supuesto, a quien haga falta. Lo mejor es que para llevar a cabo dicha tarea, el intruso lo tiene fácil, pues ni tan siquiera necesita llamar a la puerta. A veces ni tiene que derribarla... porque ha estado en el interior desde el principio. Ya estaba dentro antes que cualquier huésped. Dicho de otra manera, no le hace falta invitación porque lo traemos puesto.

Después de mucho sufrimiento y de casi dar por muerto su estreno comercial, llega por fin a nuestras salas la película por la que Adam Wingard debería empezar a ser un nombre reconocible en el panorama internacional. 'Tú eres el siguiente' propone, en apariencia, una ecuación cuyo desarrollo y solución son de sobra conocidos. Por ejemplo, en su prólogo se reanima, por enésima vez, el tópico de que el sexo penaliza: una pareja disfruta de una noche de relax en su casa de campo y después de una intensa sesión de ejercicio en posición horizontal... es brutalmente borrada del mapa por unos implacables enmascarados cuya única deferencia para sus víctimas ha sido un mensaje en forma de tardía advertencia: ''Tú eres el siguiente''. Y ya. Vista la introducción, el espectador sabiondo se acomoda en la butaca y maldice su suerte, pues está totalmente convencido de que va a malgastar otra hora y media de su valiosísimo (?) tiempo en otra estúpida película de terror.

Durante la proyección, si sus dudas persisten es bien porque se ha atrincherado en sus prejuicios, bien porque no ha sabido captar la ironía de Wingard. En efecto, y aunque a priori no lo parezca, 'Tú eres el siguiente' es una cinta que juega a ser estúpida... para que así resalte su brutal inteligencia. La manera que tiene de cocinar la tensión o de hacer saltar al público de la butaca no brilla precisamente por su innovación o por su gracia, pero en realidad son una pieza fundamental de este puzle macabro especializado en cambiar los papeles. Los animales empuñan las armas, los invasores son invadidos, los cazadores son cazados... y el realizador se siente cómodo interpretando el rol de observador. Adam Wingard se apoya en el brillante guión de Simon Barrett para reírse -con cariño- del cine que tanto ama... y llevarlo al terreno que él quiere. De repente, y sin previo aviso, saltan en mil pedazos los tempos pactados y la escalofriante imagen de los entes maléficos que acosan al pobre clan protagonista se desmitifica con la misma mala ostia que, por otra parte, rige buena parte de los sucesos narrados. No, desde luego no es una tonta reinterpretación de 'El malvado Zaroff', mucho menos el nuevo e insufrible test por parte de la industria para comprobar la facilidad con la que puede llegar a dispararse el ritmo cardíaco del respetable.

Es, en realidad, el sueño húmedo (y muy gamberro) de quien seguramente se crió entre interminables tardes presididas por torneos hogareños de Cluedo y por visionados, hasta que el vhs sacara humo, de 'Solo en casa'. Mejor dicho, es la venganza definitiva hacia esta etapa vital... y hacia todo aquel que la representa. Siguen las manchas. El cine familiar recibe la visita dl primo-hermano ''home invasion horror'', y claro, el espectáculo está servido. Con una cámara inquietísima y con un uso de la banda sonora marca de la casa, Adam Wingard crea la máscara de un monstruo que se abalanza sobre la familia tradicional y la destripa, la descuartiza, la degüella, la tritura... en definitiva, la masacra. Lo mejor: analizado con frialdad ninguno de los géneros invitados al festín puede quejarse de malos tratos. Todo lo contrario. Si acaso el verdadero anfitrión, un terror (en su vertiente más slasher / survival manchado de rojo) que, para compensar las burlas a las que se le ha sometido, recibe al menos un nuevo traje con el que poder asustarnos y divertirnos de una forma que hacía tiempo que no lograba.

Autor: Víctor Esquirol Molinas (El Séptimo Arte)

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