miércoles, 4 de septiembre de 2013

Crítica de "Dolor y Dinero"


Dolor y Dinero es un film dirigido por un hombre tan absolutamente enamorado del material que inevitablemente comienzo a olvidarme de sus defectos. Es uno de los films más apasionados procedentes de un director estadounidense que he visto en bastante tiempo. Y en el caso particular de Bay es además su película más interesante a nivel temático y la primera de toda su carrera en la que ha reorganizado sus prioridades, anteponiendo su persona privada por delante del animador. Los problemas del film se atribuyen sencillamente a que ese cambio de marchas es increíblemente difícil, tan difícil como es sobrepasar a Bay en su especialidad, de la que aquí vive alejado. Tampoco demasiado, pero sí lo suficiente como para no poner al film en el mismo saco que al resto.

Y es extraño ver a Bay en estos términos. Sus mayores problemas tienen que ver a la hora de controlar el ritmo del film, porque por primera vez no tiene masivas escenas de acción que acudan a salvarle el culo. Por ello, quizás podría haber sido más corta y tiene tendencia a sobrecompensar las caídas de interés con exceso de carnicería en lugar de napalm (cosa que, por cierto, no me importó en absoluto). Esto nos da a entender que este Bay se mueve entre extremos y más que pulir defectos se dedica a equilibrarlos con virtudes: su maníaca forma de entender la realidad (sus protagonistas son atropellados, achicharrados, apaleados) y su apego por el carisma de los actores por encima de su técnica. Más que confiar en el talento interpretativo de Wahlberg y Johnson, confía en sus personalidades. Punto a favor para Don Cacharros.


Por otro lado, otros defectos de fábrica siguen ahí: su desprecio total hacia secundarios que no se llamen Ed Harris. Y en un film donde los personajes femeninos juegan cierto papel, su habitual falta, ejem, de desafecto por la personalidad femenina canta bastante. Por un lado, Dolor y Dinero nos presenta a la rubia idiota más idiota de la historia de las rubias idiotas. Por otro, presenta un avance en forma de Rebel Wilson ya que más o menos medio evoluciona hacia lo que se podría describir como un ser mínimamente sensible conforme avanza el film. En fin. Roma no se construyó en un día.

Lo demás sigue ahí: la hipersaturación de los colores, la cámara inclinada hasta que el objetivo se coma el suelo, la omnipresente banda sonora (aunque aquí Jablonsky hace maravillas con un precioso y sencillísimo punteo de guitarra que vale para cualquier ocasión), pero casi ningún rastro de las habilidades (los megaplanos de destrucción a cámara superlenta, por ejemplo) a las que recurre en sus tradicionales secuencias de acción. A un nivel de impacto visual, Bay tiene aquí el problema de que solo puede funcionar en tercera. Esa marcha “de transición” que en sus films previos empleaba para llevarnos de bombazo a bombazo es, como comprenderéis, muy limitada para contarnos un thriller de humor negro. Y la ausencia de flexibilidad se nota. No hay ninguna jerarquía entre las escenas, porque todas están rodadas con el mismo ritmo, ya sea una discusión laboral o un asalto del SWAT.

Afortunadamente, el reparto responde, y la pasión también. Dolor y Dinero te cuenta que el dinero consigue que “importes”. Es un símbolo de realización personal y es una herramienta imprescindible para dejar tu huella en la vida. Daniel Lugo tiene un sueño: ser alguien. En el mundo de Bay, ello equivale a tener dinero. Cuando Lugo, monitor de fitness y devoto de la religión del culturismo, recibe como cliente a Victor Kershaw, un millionario increíblemente gilipollas, se le aparece la Virgen. Su plan consiste en secuestrar al fulano y torturarlo hasta que le entregue todo su dinero. Por supuesto, ni nada garantiza que el plan salga como estaba previsto, ni nada garantiza que tanto Lugo como sus dos compañeros de fechorías no vayan a repetir la jugada, sabiendo que una vez empiezas a gastar, no hay quien te pare.

Es un terceto de criminales pero Wahlberg y The Rock llevan el peso del grupo y de la película en general. Se da la circunstancia de que es, sin discusión, el mejor papel de la carrera de Johnson y, ya más discutible pero lo digo igual, la mejor interpretación de Wahlberg desde Boogie Nights y os juro que no exagero. Tiene que ver con los actores pero también tiene que ver con los personajes, un trío de cretinos con una sorprendente habilidad para disfrazar decisiones catastróficas en forma de planes maestros que ejecutan gracias a una moral más dura que la del Alcoyano. Bay quizás comparte con ellos más de un rasgo en común. Y los adora por ello.


En el caso de Lugo, no importa los reveses que sufre, no importa cómo el mundo a su alrededor le recuerda constantemente que es un ser increíblemente cortito: es un devoto del fitness y la disciplina del fitness le da su energía para perseverar, y para ignorar lo que todo el mundo termina dando por sabido en los minutos finales del film. Pero es sorprendente como Wahlberg le proporciona constantemente matices de ingenuidad, voluntad e inocencia. Es el mismo enfoque que le da Johnson, actor de tremendo carisma, quien convierte a Paul Doyle –un “born-again” ex drogadicto con tiempo en prisión– en un simpático imbécil incapaz de reconciliar (y mira que lo intenta) sus dudas éticas sobre sus crimenes con su pasión desmedida por las drogas y las rubias. El actor tiene al personaje que más interactúa con Kershaw y gracias al extraordinario secundario que es Shalhoub, que le ayuda en todo momento, Johnson consigue finalmente configurar su personaje a lo largo de sus conversaciones.

Estoy bastante seguro de que Dolor y Dinero habría sido mucho peor película de no haber puesto Bay su corazón en su mano. Es una lástima que vayamos a tardar tanto en volver a ver esta faceta del director, nuevas oportunidades para que descubra y pula su narración más allá de las detonaciones. Para que investigue mundos más allá de su Ferrari. Para ser un film que habla sobre el poder del dinero, Bay (uno de los cineastas con mayor media presupuestaria de la historia del cine) descubre que las cosas más bonitas, a veces, son las más baratas, y me gustaría ver un segundo esfuerzo en este sentido.

Autor: Rafa Martín (lashorasperdidas)

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