lunes, 16 de septiembre de 2013

'Asalto al poder': Érase una vez en la América de Roland Emmerich


Valorar una película de Roland Emmerich siempre es algo muy difícil. Rara es la ocasión en la que a cualquier hora del día o de la noche podamos decir que son buenas… pero también es rara la ocasión en la que, con la cara cubierta ya sea de día o de noche, no podamos decir que no hemos disfrutado de alguna manera con ellas. 'Godzilla', 'El día de mañana', '2012'... títulos que podríamos considerar como placeres culpables. Y eso mismo es ‘Asalto al poder’, la definición perfecta de lo que vendría a ser el buen mal blockbuster veraniego. O el mal buen blockbuster veraniego, si se prefiere. De ese tipo de películas que están pensadas para el disfrute de la audiencia, ya sea para hacerlo con ellas o a costa de ellas. Y viva manque pierdan. ‘Asalto al poder’ se puede disfrutar, y mucho. Todo lo demás, en realidad, es lo de menos.

¿Qué se puede decir de una película como 'Asalto al poder'? Hace poco me comentaron que me tomaba demasiado en serio lo de que “una película se tome en serio o no a sí misma”, algo que por otro lado suelo considerar muy relevante a la hora de valorar una película. Pero, ¿y qué es para un servidor que una película se tome en serio (o no)? Para un servidor es, sencillamente, que una película sea consciente de qué tipo de película es y de cuales son sus posibilidades. Es algo que, lo dicho, suelo considerar relevante... menos en casos como el que nos ocupa. Porque desconozco si Roland Emmerich se toma en serio a sí mismo, a su cine o a la vida misma. Me da lo mismo. Uno se lo puede pasar bien con él, en ocasiones o a ratos incluso muy bien. Aunque no sea un autor respetado a lo Guillermo del Toro... por más que su huella sin sangre y apta para todo los públicos sea, igualmente, inconfundible hasta en sus dos peores (y más prescindibles) producciones, 'Independence Day' y '10.000'.

Puede que Emmerich no haya aprendido lo que podría haber aprendido durante los 30 años que lleva haciendo cine, pero al menos si sabe hacer que su audiencia, importante, se sepa importante. Y que disfrute. Al fin y al cabo, ya sea en serio o en broma, ¿qué se puede decir de una película que a los pocos minutos introduce la Casa Blanca como “ese edificio que explotó en Independence Day"? Emmerich guiñándose a sí mismo, y con ello a sus fans, que los tiene, y a los que tengan a bien no incurrir en la amargura que supone no dejarse llevar por lo que, en resumidas cuentas, vendría a ser un remedo industrializado de 'La jungla de cristal' que demanda no buscarle tres pies al gato. Porque al igual que 'Gozdilla' y '2012' este nuevo ataque a la Casa Blanca por parte del director germano no destaca, precisamente, por aquello en lo que prácticamente nunca ha destacado el cine de este director germano, no al menos desde que Emmerich es Emmerich... para los amigos y los enemigos.

Nos referimos a, por supuesto, su credibilidad. Hay películas que buscan el realismo; hay películas que buscan aparentar realismo; y hay otras a las que, de la mano de gente como Emmerich, les traen al fresco el realismo. Porque como quien dice, nunca permitas que la realidad te fastidie una buena ficción. Y 'Asalto al poder' es una ficción que en su vacuo intento por distraer ofrece durante dos horas largas una vacua distracción a base de tiros, peleas y acción concebidos casi como si fuera un videojuego. Para entendernos, una película del estilo a ese 'Air Force One' que convirtió a Harrison Ford en Presidente de Estados Unidos y héroe de guerra. ¿Quién dijo miedo? El único respeto posible es a la bandera, por supuesto, mientras que en esta otra muestra del subgénero "sala de crisis" es Jamie Foxx quien se viste de Presidente y Channing Tatum de héroe, los dos sobrados siendo este último al que le toca coger un toro por los cuernos al que Foxx observa desde el burladero en la mayoría de ocasiones.

Roland Emmerich tiene nombre, y es Roland Emmerich. Por algo se le conoce, y si por algo se le conoce es por películas como 'Asalto al poder', a la que lo único que podemos echar en cara son sus 150 millones de presupuesto, un gasto excesivo que la condiciona a convalidar durante la marcha giros de guión con giros (y explosiones) digitales. A la pregunta parece de obligada respuesta, 'Objetivo: La Casa Blanca' fue el aperitivo, mientras que 'Asalto al poder' es el plato fuerte. Una estupidez, probablemente… bueno, seamos sinceros. 'Asalto al poder' es, directamente, una estupidez… pero es una de las estupideces más disfrutables que nos ha dejado el año. Estúpida, sí; excesiva, también; pero a mucha honra y con tanto orgullo que, no cabe duda, es una de esas ocasiones en las que, sin ser un filme realmente logrado (en su especie o fuera de ella), sí se aconseja dejar el espíritu crítico a un margen. Al fin y al cano es una de Emmerich. Y Emmerich está por encima del bien y del mal.

Autor: Juan Pairet Iglesias (El Séptimo Arte)

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