jueves, 26 de septiembre de 2013

Crítica de «Rush»

La rivalidad es el motor argumental de esta película, pero la gasolina, la esencia, que mueve ese motor es de una naturaleza mucho más compleja: la superación, y no precisamente de tu rival, sino de ti mismo.


El cruce de Niki Lauda y James Hunt durante los años setenta en el carrusel de la Formula 1 es el pavimento que utiliza el director Ron Howard para que rueden a la par dos sentidos de la velocidad, del deber, del riesgo y de la vida; a la par, en paralelo, así es como Howard narra la llegada del impetuoso, vitalista y juerguista James Hunt y del estricto, ambicioso, preciso y marciano Niki Lauda, cuyo duelo desde el primer instante en el que coincidieron en las categorías inferiores de las carreras de coches fue lo que les estimuló y propulsó hasta la cima de la Fórmula 1; una rivalidad sustentada en el desprecio, la inquina y la absoluta necesidad de superar al otro.

Pero la mirada de Ron Howard a ambos personajes es indulgente, pues ninguno de esos sentimientos impide que, con lentitud (revés de la propia naturaleza veloz de ellos y de sus vidas), conviertan esos sentimientos en sus contrarios, el aprecio, la simpatía y la absoluta necesidad de superarse a sí mismos. Y con igual precisión compiten las dos interpretaciones de Chris Hemsworth y Daniel Brühl, que hilan muy fino el físico y la química de los dos pilotos; es sorprendente la capacidad de Brühl para desaparecer en la peculiar fisonomía de Niki Lauda, su manejo de los acentos, la sutil manera de hacernos ver en su interior en una gran, medida y sentida interpretación: su calvario epidérmico a causa del grave accidente lo transmite Brühl con total sentimiento de ojos para adentro.

Algo que también transmite esta película y que puede sorprender a los habituales de la televisada Fórmula 1 actual es su altísimo riesgo, y Howard se preocupa de que se "note" el efecto "ataúd rodante", la claustrofobia y la mórbida temeridad de quienes se encajan ahí (elocuentes las vomitonas de James Hunt antes de encajonarse y competir). Y acierta, a mi modo de ver, al no limitarse al "aire western" en el duelo entre ellos, para sublimarlo con una fina capa de los aspectos más éticos, deportivos y aconsejables de la rivalidad.

Autor: E. Rodríguez Marchante (Diario ABC)

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