jueves, 31 de octubre de 2013

Thor: El Mundo Oscuro


Thor: El Mundo Oscuro es la película más irregular de Marvel Studios. Fuera de ese ámbito y en general, pasa el corte con cierta solvencia, pero no demasiada, merced a unos sesenta minutos francamente entretenidos –repartidos entre su segundo acto y, sobre todo, el clímax– y a las dos bazas que representan sus dos actores principales: Chris Hemsworth y Tom Hiddleston. Thor y Loki. Es de agradecer el absoluto convencimiento de Marvel en su propuesta sobre el héroe nórdico, pero está más centrada en explotar virtudes que en eliminar defectos –que son inmensos, comenzando por el villano, siguiendo con súbitas caídas de ritmo y calidad visual, continuando con la actriz coprotagonista y terminando por su bochornoso sentido del humor, completamente fuera de tono– y nunca implica a fondo con sus ostensibles intentos porque los hay, afortunadamente, de dar un verdadero impacto al drama familiar que esta versión cinematográfica ha sido desde sus inicios.


El concepto Thor de Marvel, que por fin podemos ver aquí en su esplendor, no es tanto una épica de deidades rollo Furia de Titanes como una aventura sci-fi y fantástica. No soy un gran fan de esta aproximación pero comporta sus ventajas. El misticismo de la mitología nórdica es reemplazdo en su mayor parte por fascinación tecnológica y la gravedad de las situaciones se ablanda con espectáculo alegre, toques de humor y sencilla fantasía. En el caso que nos ocupa, una raza maléfica conocida como los elfos oscuros se despierta tras miles de años para recuperar de nuevo una sustancia peligrosa conocida como Éter, capaz de proporcionar el control del Universo, y que ha llegado a parar miles de años después a manos de la científica Jane Foster (Natalie Portman), novia de nuestro héroe, a pocos días de la aparición del mejor momento posible para activarla: la siempre entrañable conjunción dimensional que provoca la aparición de portales entre La Tierra y otros ocho mundos fantásticos, aprovechados en su imaginativo combate final.

Pero quien se espere una colisión en toda regla de estos mundos (bichardos paseando por las calles, etc…) acabará decepcionado. Veréis, Thor 2 tiene varios tipos de ideas: las buenas, que potencia; las malas, que conserva, y las nuevas, que aprovecha de manera eficaz, pero marginal. Y no deja de ser un poco antinatural que hayamos tenido que esperar a la segunda entrega de la saga para explorar por primera vez Asgard y la gente que allí habita. El primer film nos ofrecía pequeñas miradas a un mundo fashion e idealizado, mientras que aqui podemos visitar sus tabernas y conocer un poco más sobre sus relaciones sociales. No obstante, nunca terminamos de sumergirnos del todo ya que el film transcurre a caballo con Londres, nuestro mundo, ya bien descrito en el resto de films Marvel. En cierto modo creo que eso arrebata al film ciertas características que podrían haber resultado muy distintivas y beneficiosas, algo que Marvel espera solucionar definitivamente con Guardianes de la Galaxia. Por muy acusado que sea el contraste entre Asgard y nuestro planeta –el director, Alan Taylor, elige zonas industriales de Londres frente a la riqueza ornamental del mundo de los dioses– nunca termina de tener un verdadero impacto sobre nuestros personajes, prácticamente ajenos al entorno. Y es una lástima porque el nuevo diseño de producción es excelente, en particular en las naves de los villanos, con toques de tecnología orgánica, y un par de criaturas para la ocasión.


Personajes “ajenos” hay unos cuantos. Está Hopkins, que narra la batalla inicial en voz en off y después también actúa desde Cuenca. Está Portman, incómoda en cualquier tipo de faceta que le ofrece el personaje (nerd, damisela en peligro, interés romántico, alivio cómico). Están Skarsgard y Dennings. La última sigue siendo el dolor de muelas de la primera entrega, pero lo que el film hace con el primero es vergonzoso: usar a uno de los actores europeos más importantes de los últimos veinte años, un actor dotado de cualidades graves e imponentes, como payaso de las hostias (aparece una vez en bolas, la otra en calzoncillos, acompañado de la habitual pieza musical de humor que te avisa de que estás a punto de contemplar un momento estúpido). De menos a más, todos ellos bloquean el film, le quitan inercia, y restan minutos al interesante comando de héroes que acompaña a Thor, mucho más pertinentes para la trama y mejor dibujados en menos tiempo. Stevenson, Levy, Elba y Alexander, en particular esta última, conforman un rico cuarteto y cumplen todas las funciones adicionales que requieren los protagonistas.

Pero desde estos cuatro llegamos a las tres grandes estrellas de la función: Hemsworth, Hiddleston y, gracias sean dadas a quien corresponda, René Russo, en el papel de madre de ambos, quien está a punto de comerse el film, sin más. Estos tres ejemplifican el escenario ideal en el que debería permanecer la película TODO EL RATO. Carisma, garra y verdadero fondo dramático. La aparición final de Russo es la primera y última vez que el film concilia las posibilidades que ofrece su mitología con los personajes que en ella viven y el resultado es el único momentazo épico del film, y es el remate final de una espléndida secuencia de acción a mitad de film, un ataque en firme a Asgard y la posterior huida de nuestros protagonistas. El concepto “Thor” de Marvel por fin encaja. Por mucho que un servidor no se acabe de acostumbrar a la idea de ver a elfos con cañones láser, el film va a muerte con su premisa de espectáculo ágil y acumula una sorprendente cantidad de tragedia y aventura, a través de una narración rica y enfocada, en estos 40 minutos. Por poner un ejemplo, la mencionada huida pone en juego a todo el equipo de guerreros que acompaña a nuestro héroe a través de un dinámico montaje entre la concepción del plan y su ejecución, acompañado de una tensa conversación entre Thor y su herman(astr)o encerrado. Nada de chuminadas románticas, nada de alivios cómicos. Pura diversión.

Hiddleston es un secundario glorificado, pero necesariamente glorificado. En este caso, porque el villano de la función “no está” (es una entidad puramente maligna que no concede oportunidad alguna a Ecclestone, cubierto de ocho toneladas de maquillaje con masillas como secuaces). Es un BUEN actor, susceptible a que le pillen por banda, dada su juventud (Russo casi le hace pedazos), pero su mejoría con los años es segura. Es un actor cuyo papel le concede oportunidades ilimitadas para hacer lo que le salga del pito porque su maliciosa presencia es genuinamente interesante. Bien, pues cuando digo que Hemsworth no cede ni un milímetro, es un aplauso para el actor australiano. Downey Jr. es la bandera de este universo y posiblemente Chris Evans tiene el brete más complejo con el Capitán América. Pero lo de este actor es mérito, mérito y más mérito. Puro aplomo en un contexto que no le ayuda en lo más mínimo. Cuando no está toreando a Hiddleston, tiene que aguantar el monólogo del día de Hopkins, o dinamizar a Portman, o resistir a Elba, o mordiéndose la lengua para no mandar a Dennings de un martillazo a Plutón, o poner algo de pasión en su flojo antagonismo con Ecclestone. Siempre se está defendiendo de algo. Su personaje ni siquiera recorre un camino nuevo: en Thor 2 se consolida como el heredero al trono que confirmó a final de la primera entrega. El film no le deja explotar y asumir algo que es suyo por derecho de crédito. Él es el maldito protagonista del film.

Cuando la saga se dé cuenta, y le convierta en el pilar fundamental, y elimine los defectos que a estas alturas ya están perfectamente identificados, entonces veremos a Thor en su esplendor. La confianza de Marvel es digna de aplauso, pero sospecho que siguen mirando a este héroe como un segundón, con cierta desidia, el acompañante obligado de Loki. Lo que tienen después de este film es una tercera oportunidad para recordar que tienen en sus manos no solo un excepcional acierto de casting, sino un material fresco y contrastado con el resto de su universo. Un combate entre dioses. Creo que deberían aprovecharlo. Porque el resultado puede ser sorprendente.

Autor: Rafa Martín (Las horas perdidas)



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