lunes, 7 de octubre de 2013

Crítica de 'Zipi y Zape y el Club de la Canica'


Un, dos, tres, responda otra vez: ¿cuántos españoles dignos de serlo no saben quiénes son Zipi y Zape? Pocos, o debieran ser muy pocos, a muchos de los cuales les entraron los sudores fríos cuando se anunció que el director Oskar Santos (reconocer sus dos cojones -me disculpen-) iba a llevar a la gran pantalla a estos personajes que forman parte de la vida (y educación) de muchos de nosotros... especialmente tras la debacle de 'Capitán Trueno', sin duda una de las adaptaciones más lamentables que ha dado la larga y triste historia de las adaptaciones lamentables. Pueden respirar tranquilos, si bien sus responsables en vez de hacer una comedia costumbrista que refleje el mundo que Escobar creó en sus tiras cómicas han apostado, en su lugar, por hacer una película de aventuras para toda la familia con elementos de acción y comedia. Y el resultado, aunque lejos de ser brillante, es tan satisfactorio como apreciable.

Lo cierto es que no hace falta irse tan cerca y poner de ejemplo al sucedáneo del 'Capitán Trueno', patético esperpento que tarde o temprano será reivindicado por alguna iglesia de la frikología como el nuevo maná de la pedorreta y la sodomía analcrológica. En el año 1981 Enrique Guevara ya llevo a cabo una adaptación en imagen real de Zipi y Zape que, para resumir, diremos que es de obligado visionado para los amantes del cine basura. Y cualquier insinuación de un parecido entre cualquiera de estas dos y la nueva incursión de los personajes creados por José Escobar es, sencillamente, de muy mala follá. 'Zipi y Zape y el Club de la Canica' iría, a groso modo, por la misma calle de las dos simpáticas entregas de 'Vicky el vikingo', sendas producciones familiares más que eficientes para quien quiso disfrutar con ellas a través de lo que convenía ver en ellas.

El filme no obstante tiene poco que ver con ese intento alemán por imitar el original, mucho menos con el ejercicio de estilo llevado a cabo por Javier Fesser en la muy reivindicable 'La gran aventura de Mortadelo', su referente moral. Olvídense del mundo de Zipi y Zape como tal, empezando por unos ausentes Don Pantuflo Zapatilla y Doña Jaimita Llobregat... en lo que puede ser uno de sus grandes aciertos, puristas al margen, por cuanto elimina de la ecuación uno de sus elementos más peligrosos (y potencialmente dañinos). El mundo de este "Club de la Canica" es mucho más cercano, a nivel conceptual y espiritual, al creado por la escritora inglesa Enid Blyton para sus Cinco, protagonistas de numerosas historias en las que se combinaban el misterio y la aventura, que al costumbrismo marcado por la época franquista de José Escobar. Así de cómodo y fácil: Zipi y Zape dan la cara en favor de un relato atemporal de aventuras para niños de entre 3 y 99 años.

En ese sentido, 'Zipi y Zape y el Club de la Canica' no es una adaptación del tebeo original como tal, decisión repetimos tal vez cuestionable pero, a su vez, tal vez uno de los principales avales de lo que mal podría haber terminado siendo igual de esperpéntico que la secuela de 'Mortadelo'... de infausto recuerdo, al sentirse libre de modelar su propio dibujo sobre el celuloide. Salvo por la innecesaria doble mención (made in Spain) de la palabra "gilipollas", la segunda y modélica cinta de Oskar Santos se intenta arrimar al espíritu de 'Los Goonies' sirviéndose de los personajes de Zipi y Zape como salvoconducto. El resultado, por supuesto, no es tan brillante como el del filme de Richard Donner, pero no por ello deja de ser muy convincente y atractivo en relación a sus intenciones... en similar medida en que lo eran las citadas aventuras de Vicky el Vikingo, si bien con la diferencia de una puesta en escena más refinada y una narrativa más elegante.

Así 'Zipi y Zape' asaltan de nuevo la gran pantalla con un filme situado en un universo similar al de la notable 'Matilda' de Danny DeVito, a mitad de camino entre la realidad del mundo y el mundo del tebeo, en lo que se diría es una película adaptada a las limitaciones de la producción, de planteamientos realistas y muy inteligente a la hora de interpretar sus posibilidades, por cuanto encierra a sus personajes (y al espectador) en un Centro Re-educacional que permita "apretar lo que abarca", y "abarcar lo que aprieta". Una base sobre la que tal vez construir una posterior franquicia a la manera en que una industria sabe hacer. Visto así sería un eficiente preámbulo con el que la encarnación de sus dos protagonistas, más o menos convincentes, saludan de forma tal vez demasiado humilde pero, al cambio, sin causar miedo alguno. Y sin Trueno. A veces mejor ser sólo soldado...

Autor: Juan Pairet Iglesias (El Séptimo Arte)

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