Cuando «2 guns» empieza, esto parece una de
Tarantino. Los dos tipos sentados a la mesa (Washington y Wahlberg, para
resumir, lo mejor de la película) parlotean como papagayos en una
cafetería donde, mal asunto, sirven los mejores donuts de la comarca
aunque ellos no se ponen de acuerdo sobre el desayuno. Da igual, no
probarán bocado. Mientras, espían el banco de la esquina que piensan
atracar. Pero las similitudes poco a poco van diluyéndose entre
explosiones tremendas, una acción en ocasiones casi desmadrada, mujeres
infieles, y el cine setentón sobre agentes de la ley que actúan
peligrosamente fuera de ésta va intuyéndose bajo la historia de la
presente «buddy movie» que sabe no incurrir en errores de bulto, un
punto que vale un par. Veamos: un agente de la DEA, Bobby Trench, y un
oficial de la Inteligencia Naval, Marcus Stigman, consiguen robarle 43
millones de dólares a la mafia aunque no sepan al principio que ninguno
es quien cree el otro. Y luego todo se complica más si me apuran cuando
averiguan que, en realidad, el dinero pertenece a la CIA (menuda leyenda
la de esta Agencia, y desde los tiempos de maricastaña), que le pega la
«mordida» correspondiente a todos los cárteles de droga... Mal asunto
si hay tantos crimiles andando detrás de una fortuna. Adaptación del
cómic homónimo concebido por Steven Grant, es divertida la cinta, tiene
buen ritmo, y el binomio protagonista, igual que el perro y el gato
aunque al final nada sea para tanto nunca, funciona bien engrasado.
Igual que las pistolas de estos personajes con un humor a prueba de
bombas y tiros sueltos. Por la frontera con México, y entre criminales
que descabezan pollos, ambos deambulan y se juegan el pellejo para que
los malos pierdan la partida hasta derivar en una enloquecida,
taquicárdica balasera colectiva que, volvamos al cineasta nacido en
Tennessee, le hará bastante gracia al susodicho Quentin. No hay nada
nuevo bajo el sol, pero menos dan Hollywood y una piedra que habla con
acento español.
Autor: Carmen L. Lobo (Diario La Razón)
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