lunes, 17 de junio de 2013

'Trance': El limbo de Boyle


El juego es sencillo. Tanto que casi asusta... pero no. Se trata de encontrar al parásito más resistente. El organismo o ente que no abandone al cuerpo invadido ni a patadas, ni mediante el uso de potentes fármacos, ni recurriendo al mejor psiquiatra. Para hallar la respuesta no hace falta ir hasta el sitio más recóndito del planeta, ni rodearse del equipo de científicos más capacitados, simplemente hay que tener las ideas claras, nunca mejor dicho. Porque las ideas son el peor parásito. Pongamos, por ejemplo, que alguien le pide a otro que no piense en elefantes. Sobre todo, que no piense en elefantes. Por supuesto, los paquidermos no abandonarán sus pensamientos. Ahora pongamos que alguien le pide a la misma persona, por lo que más quiera, que no piense en aquella película dirigida por Christopher Nolan en la que un sofisticado grupo de ladrones se sumergía en los sueños de sus víctimas para realizar sus operaciones.

Cambiando radicalmente de tema, hará exactamente un año, mientras los ojos de todo el mundo estaban puestos en los Juegos Olímpicos de Londres, los paparazzi captaron un extraño -por improbable- romance en las calles de la capital inglesa. Danny Boyle y Rosario Dawson paseaban cogiditos de la mano y en actitud acaramelada. Más allá de las diferencias de edad, de ranking en la clasificación de belleza y de estado de salud de la carrera profesional. El amor entre artistas no entiende de estas milongas. Está por encima de todo esto. Están fuera de lugar las sospechas concernientes al uso de las curvas para conseguir entrar -por fin- en un proyecto con un poco de caché. También lo está el pensar en aquella película en la que Leonardo DiCaprio, por su miedo a no poder escapar de su particular limbo, era acosado, continua y literalmente, por el fantasma de Marion Cotillard (los hay con suerte).

Prohibido pensar en 'Origen'. Al fin y al cabo esto es 'Trance', la respuesta a ''¿Cómo diablos hubiera sido 'Origen' dirigida por Danny Boyle?'' Lo dicho: imposible dejar de pensar en el maldito parásito. Lo mismo sucede con otros referentes más o menos actuales ('El secreto de Thomas Crown', 'La trampa'...) sobre increíbles robos de obras arte, piezas que, por cierto, y siempre según los guionistas Joe Ahearne y John Hodge, nunca pueden llegar a valer más que una vida humana. Aun así, ni las máscaras nupciales, ni las más refinadas joyas ni, por supuesto, los cuadros de los pintores más ilustres (en el caso que ahora nos ocupa, el ''Vuelo de Brujas'', de Francisco de Goya) están a salvo. Los delincuentes preparan durante meses el gran golpe. Estudian concienzudamente planos y vías de escape. Se entrenan física y mentalmente para el reto y trazan los planes suficientes como para agotar dos veces las letras del abecedario. Como si de una partida de ajedrez profesional se tratara. Todo para entrar, recolectar e irse rápidamente sin ser visto. Las neuronas, el sigilo y la elegancia al servicio del crimen.

Pero Danny Boyle no es precisamente un ladrón de guante blanco (mucho menos un hipnoterapeuta). A él le va la marcha. Él prefiere entrar aporreando la puerta hasta echarla abajo, cargarse buena parte del mobiliario del domicilio o museo en el que irrumpe y si es necesario (y por pura adoración a las manchas de color rojo), disparar a algún que otro guardia de seguridad (sin matarle, que como se ha dicho, ninguna obra de arte vale más que una vida humana). Ruido, caos y destrucción para otra dosis (ésta sensiblemente rebajada) romántica de misticismo macarra-pastillero marca de la casa. Si bien Nolan entendía que la descarga de adrenalina no podía llegar sin el calentamiento previo del cerebro, el cineasta detrás de 'Trainspotting' o la mucho más aclaradora (para comprender mejor la parte inamovible de su discurso) 'Una historia diferente' empieza y termina en lo visceral, camino igualmente lícito para lograr el impacto en el espectador, y que en ocasiones funciona mejor que en otras. Menuda novedad.  

'Trance', reconstrucción -o deconstrucción- onírica del manual heist movie en la que el crimen central parece ser casi anecdótico, está mucho más cerca del desastre que del éxito, sin olvidar jamás que la línea que separa ambos resultados finales es delgadísima. Boyle, como a él le gusta, se presenta al filo de la muerte. Lo mismo sucede con el resto de aspectos cuyo análisis decantan la balanza hacia un lado o hacia otro. Por ejemplo, a pesar del peso que se le da, el triángulo amoroso entre el pícaro McAvoy, la presuntamente despampanante Dawson y el macho alfa Vincent Cassel no funciona en ningún momento, principalmente porque el director se empeña en que salga a relucir el inexistente talento de la su por entonces compañera de cama. El que la maraña de recuerdos y memorias fragmentadas se nos presente de forma tan anárquica, aparte de formar parte del equipaje con el que ya sabíamos que íbamos a cargar incluso antes de que empezara este alucinado viaje, puede ser motivo igualmente de alegría y de desesperación.

Algunos, con todo el derecho del mundo, se quedarán con el cacao mental, así como con la decepción de ser engañados por el más estruendoso y tramposo de los vacíos. Otros, tampoco faltos de razón, preferirán, en su satisfacción, no ver más allá del alegre divertimento a través del cual Boyle hace, deshace (ensimismado casi siempre ante el reflejo que le devuelve el espejo) y sí, engaña una y otra vez (los ladrones tienen esto), pero que nunca miente a la hora de afirmar que con él ejerciendo de maestro de ceremonias, es casi imposible aburrirse. Se trata de esto... aparte de las manchas de sangre y los decibelios antes citados. Quizás se trata también -y no es fácil- de abarcar el extenso abanico de posibilidades que ofrece este curioso y enigmático concepto: ''trance''. Referido al estado en que un médium manifiesta sucesos paranormales; referido a un momento crítico, decisivo... cercano a la muerte; referido al colapso sensorial causado por el éxtasis místico. Esto mismo.

Autor: Víctor Esquirol Molinas (El Séptimo Arte)

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