martes, 25 de junio de 2013

'El hombre de acero', un Superman diferente


Superman vuelve a la gran pantalla siete años después de que Bryan Singer fracasara con su respetuosa y reivindicable versión del primer superhéroe, una creación de Jerry Siegel y Joe Shuster que este mes celebra su 75º aniversario. A ‘Superman Returns’ se la acusó, entre otras cosas, de no ofrecer suficiente acción, de desaprovechar las posibilidades que ofrecen los superpoderes del popular personaje. Por lo visto, los responsables creativos de ‘El hombre de acero’ (‘Man of Steel’, 2013) tomaron buena nota y se han esforzado por evitar que dicha crítica volviera a plantearse.

Con la vista puesta no solo en el renacimiento de una franquicia sino en la puesta en marcha de ‘La Liga de la Justicia’ —‘Los Vengadores’ del sello DC—, se confió en un realizador de probada competencia en adaptaciones de cómics y espectáculo digital, Zack Snyder, para dar a los fans del superhéroe y del cine de entretenimiento el Superman más activo y vistoso hasta la fecha. Nadie se podrá quejar ahora de que faltan peleas o explosiones. El problema es que, por el camino, se han descuidado aspectos fundamentales como la lógica narrativa, la progresión dramática y la coherencia de los personajes. Desesperada por romper con lo anterior y arrasar en taquilla, ‘El hombre de acero’ ofrece pirotecnia y acción a raudales pero fracasa en todo lo demás.

‘El hombre de acero’ arranca con mucha fuerza. Siguiendo la estela de la estupenda ‘Superman’ (Richard Donner, 1978) y la floja ‘Thor’ (Kenneth Branagh, 2011), la historia comienza en un entorno fantástico, Krypton. En pocos minutos se presenta a los padres de Kal-El (Russell Crowe y Ayelet Zurer), el cercano final del planeta, un levantamiento militar liderado por el general Zod (Michael Shannon) y el lanzamiento de la nave que transporta al recién nacido a la Tierra. El frenético ritmo impuesto por Snyder, que suma a su repertorio de trucos visuales un discutible uso del zoom, permite disculpar los primeros desaciertos del endeble guion que firma David S. Goyer —elaborado a partir de una historia ideada junto a Christopher Nolan—.

Dejando a un lado asuntos inverosímiles como el parto, el códex o que Jor-El pase de científico a invencible guerrero en un abrir y cerrar de ojos, el mayor error de la secuencia inicial es empequeñecer al villano. Grita y amenaza pero no intimida, no impone respeto, es un soldado trastornado que dirige una torpe rebelión y pierde el primer combate cuerpo a cuerpo en el que le vemos. Todo esto resta emoción al climático enfrentamiento final, donde el espectador debería pensar que el héroe se enfrenta al desafío definitivo, a un rival aparentemente insuperable. Por el contrario, y pese a contar con la poderosa presencia de Shannon, este Zod nunca llega a tener contra las cuerdas a un Superman que podría competir con Hulk en brutalidad y capacidad de destrucción.


Definitivamente, es otro Superman. Se reciclan influencias del séptimo y el noveno arte, aderezadas con evidentes referencias al cristianismo, para reinventar al superhéroe, más solemne y físico que en anteriores ocasiones. Ya no sufre tanto si no salva vidas humanas, el héroe encarnado por Henry Cavill se apoya en los consejos de su padre terrícola (Kevin Costner) para tolerar incontables bajas civiles durante la extensa batalla que le enfrenta a los últimos y despiadados supervivientes de Krypton; no pasa nada mientras estén a salvo su madre (Diane Lane) y su novia (Amy Adams). A tenor del éxito en taquilla —en dos semanas ya supera los 400 millones de dólares en todo el mundo— supongo que este enfoque frívolo y violento es el que demandaba el público actual.

A mí me cuesta conectar con una película que abusa de frases trascendentales y rimbombantes, pretende emocionar forzando la muerte de Jonathan Kent, alterna de manera ilógica los puntos de vista —la investigación de Louis Lane carece de interés cuando hemos seguido los pasos de Clark—, no se detiene para hacer creíble el dominio de las habilidades sobrehumanas pero repite en ocasiones el planito de meter la llave y cuenta dos veces la tragedia de Krypton, encadena obstáculos sin criterio —¿cómo va a impactar la escena del autobús después del rescate en la estación petrolífera?—, y en definitiva, descuida la historia y los personajes —esa versión cómica de Jor-El…— para centrarse en acción frenética y desatada —¿TENTÁCULOS MECÁNICOS GIGANTES?—. Al final no sé quién es este Superman que bromea sobre un beso entre escombros y cadáveres, aparte de que “no es nuestro enemigo“ y “está tremendo“.


Tampoco me parece un desastre. Hay imágenes potentes y tramos logrados, y Hans Zimmer consigue algo que parecía impensable: no echar de menos el famoso acompañamiento musical de John Williams. Es una lástima que ‘El hombre de acero’ despache tan rápidamente el origen, la evolución y los conflictos interiores del protagonista para empezar cuanto antes con los puñetazos, se ha perdido la oportunidad de hacer algo grande. A ver si hay más suerte con la secuela, que como recordaréis ya está en marcha…

Autor: Juan Luis Caviaro (Blog de cine)


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