miércoles, 5 de junio de 2013

Crítica de "La venganza del hombre muerto"


Un hombre y una mujer, solitarios marcados a fuego por cicatrices (emocionales y físicas), extienden su mano de un edificio a otro, con el vacío entre ambos, para sellar lo que será una historia de amistad, amor, pero también de venganza, sangre y fuego. Es esta una de las imágenes más poderosas, y evocadoramente bellas, de un thriller que provoca varias y encontradas sensaciones en el espectador. Tal vez la más evidente es la de pensar que su director, el danés Niels Arden Oplev (en su primer film hollywoodiense), no ha sabido qué clase de película ofrecer, acabando por hibridar diferentes registros para manufacturar un film comercial al uso.

Y, sí, tal vez sea cierto que sus tres escenas de tiroteos y acción (en especial la espectacular final) no son más que aquello que los productores querían, aunque tanto esa que culmina la película como la segunda (la del francotirador, digna del Michael Winner de Fríamente, sin motivos personales, 1972) denotan un exquisito buen gusto en planificación. Sin embargo, el resto de esta crónica de venganzas con motivos personales, va por otros derroteros, más pausados, casi contemplativos: la relación que se establece entre los personajes de Colin Farrell y Noomi Rapace, o esos instantes entre cómicos y tiernos de Isabelle Huppert como madre sorda y comprensiva.

Lo convencional también hace acto de presencia en la trama (Terrence Howard y su gang), con algún que otro agujero de guión, pero la cosa nunca llega al desastre, sobre todo por las apariciones de actores como Armand Assante y F. Murray Abraham, o secuencias locas como la de las ratas hambrientas. Y porque Dead Man Down (La venganza del hombre muerto) es una apócrifa, aunque muy consciente, revisitación del estilo y buena parte del argumento de una obra maestra del género negro: Los sobornados (Fritz Lang, 1953).

Autor: Fausto Fernández (Fotogramas)

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