viernes, 28 de junio de 2013

Estrenos de cine | 28 de junio | La fantasía de Shyamalan y el amor de Linklater


Por fin es viernes, y como es habitual, nuevos títulos llegan a las carteleras. Son pocos esta vez, solo cuatro, tres norteamericanos y uno árabe, pero son propuestas muy variadas y estoy convencido de que al menos una os va a interesar —y si no, quizá tengáis pendiente ver el regreso de cierto superhombre o unos monstruos animados—. Sin duda, lo más destacado que nos llega hoy es ‘After Earth’, la nueva fantasía del infravalorado Shyamalan, y ‘Antes del anochecer’ (‘Before Midnight’), el ¿punto y final? a un romance orquestado por Linklater.

‘After Earth’

Dirección: M. Night Shyamalan. País: USA. Año: 2013. Duración: 100 min. Género: Ciencia-ficción. Interpretación: Will Smith (Cypher Raige), Jaden Smith (Kitai Raige), Sophie Okonedo (Faia Raige), Zoe Isabella Kravitz (Senshi Raige). Guion: M. Night Shyamalan y Gary Whitta, basado en un argumento de Will Smith. Producción: Caleeb Pinkett, Jada Pinkett Smith, Will Smith, James Lassiter y M. Night Shyamalan. Música: James Newton Howard. Fotografía: Peter Suschitzky. Montaje: Steven Rosenblum. Diseño de producción: Thomas E. Sanders. Vestuario: Amy Westcott. Distribuidora: Sony Pictures Releasing de España.

Sinopsis: Un aterrizaje de emergencia deja al joven Kitai Raige y a su padre Cypher atrapados en el planeta Tierra, 1.000 años después de que una serie de catastróficos eventos obligaran a la Humanidad a escapar de ella. Con Cypher herido de gravedad, Kitai deberá embarcarse en un peligroso viaje con el objetivo de mandar una señal de socorro, enfrentándose a un territorio desconocido, a nuevas especies de animales que ahora rigen el planeta y a una imparable criatura alienígena que se escapó durante el accidente. Padre e hijo tendrán que aprender a trabajar juntos y confiar el uno en el otro si quieren tener la oportunidad de regresar a casa.

‘Antes del anochecer’


Título original: ‘Before Midnight’. Dirección: Richard Linklater. País: USA. Año: 2013. Duración: 108 min. Género: Drama. Interpretación: Ethan Hawke (Jesse), Julie Delpy (Celine). Guion: Richard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke, basado en los personajes creados por Richard Linklater y Kim Krizan. Producción: Richard Linklater, Sara Woodhatch y Christos V. Konstantakopoulos. Música: Graham Reynolds. Fotografía: Christos Voudouris. Montaje: Sandra Adair. Vestuario: Vasileia Rozana. Distribuidora: A Contracorriente Films.

Sinopsis: Un reencuentro con Jesse y Celine, los protagonistas de ‘Antes del amanecer’ y ‘Antes del atardecer’, nueve años después y en Grecia, para descubrir qué ha sucedido en sus vidas todo este tiempo.

‘La bicicleta verde’


Título original: ‘Wadjda’. Dirección y guion: Haifaa Al-Mansour. Países: Arabia Saudita y Alemania. Año: 2012. Duración: 98 min. Género: Drama. Interpretación: Reem Abdullah (madre), Waad Mohammed (Wadjda), Abdullrahman Al Gohani (Addullah), Sultan Al Assaf (padre), Ahd (Hussa). Producción: Gerhard Meixner y Roman Paul. Música: Max Richter. Fotografía: Lutz Reitemeier. Montaje: Andreas Wodraschke. Diseño de producción: Thomas Molt. Vestuario: Peter Pohl. Distribuidora: Wanda Visión.

Sinopsis: Wadjda es una chica de 10 años que vive en los suburbios de Riad, la capital de Arabia Saudita. Aunque vive en un mundo conservador, Wadjda es divertida, emprendedora y siempre llega al límite entre lo que puede hacer y lo prohibido. Tras una pelea con su amigo Abdullah, un vecino con el que no debería jugar, Wadjda ve una bonita bicicleta en venta. Quiere desesperadamente la bicicleta para poder ganar a Abdullah en una carrera. Sin embargo, la madre de Wadjda no se lo permite por temor a una sociedad que ve las bicicletas como un peligro para la dignidad de una chica.

¿Qué podemos esperar? Dos cosas; primera, que esto haya llegado a los cines por motivos artísticos, aparte del detalle de ser el primer largometraje que dirige una mujer árabe; y segunda, que podamos verla, que haya copias más allá de las grandes capitales. A ver si hay suerte…

‘Los becarios’



Título original: ‘The Internship’. Dirección: Shawn Levy. País: USA. Año: 2013. Duración: 119 min. Género: Comedia. Interpretación: Vince Vaughn (Billy), Owen Wilson (Nick), Rose Byrne (Dana), Max Minghella (Graham), Aasif Mandvi (Sr. Chetty), Josh Brener (Lyle), Josh Gad (Headphones), Dylan O’Brien (Stewart). Guion: Vince Vaughn y Jared Stern, basado en un argumento de Vince Vaughn. Producción: Vince Vaughn y Shawn Levy. Música: Christophe Beck. Fotografía: Jonathan Brown. Montaje: Dean Zimmerman. Diseño de producción: Tom Meyer. Vestuario: Leesa Evans. Distribuidora: Hispano Foxfilm.

Sinopsis: Dos cuarentones a los que echan de su trabajo deciden presentarse a becarios en Google y empezar de nuevo. La locura comienza cuando se ven compitiendo para conseguir el puesto con jóvenes listillos de 22 años, mucho más metidos en el mundo digital que ellos.

Autor: Juan Luis Caviaro (Blog de cine)

 

jueves, 27 de junio de 2013

'Antes del anochecer': Y les dieron las doce...


Los dos jóvenes se conocían desde hacía apenas unas pocas horas. No obstante, ya eran dos auténticos enamorados, casi desde el momento mismo en que se vieron por primera vez en el tren. Andaban (no cogidos de la mano, sino de algo invisible pero mucho más fuerte) por las calles de una ciudad extraña pero que a la vez les resultaba muy familiar. Se la hicieron suya. Lo que decía ella le interesaba a él; lo que decía él le interesaba a ella. Lo que ambos decían absorbía a todo oyente que hubiera tenido la suerte de interceptar alguna de sus observaciones y/o comentarios. Pero ni los diálogos más gozosos hacían olvidar a los actores de la obra que, de vez en cuando, se tenía que mirar el reloj. No por aburrimiento, sino porque ese idilio que tan pronto había nacido... tan pronto moriría. El guiri norteamericano y la turista francesa tenían impuesta una -innegociable- hora de vuelta a casa... y cuando salió el sol, muy a su pesar, a casa volvieron.

Nueve años después, la suerte (que contó con el inestimable empujoncito de los designios de la industria editorial) propició un segundo encuentro. El escenario había cambiado. Ahora ella jugaba como local y él como equipo visitante. Casi una década había transcurrido desde su primer -y hasta la fecha último- encuentro, sin embargo, nada parecía haber cambiado entre ambos. Opiniones, ocurrencias y sentimientos intactos... solo que en un estado un poco más avanzado de maduración. Todo esto surgido como de la nada, casi sin quererlo. A veces parece (y solo parece) que las grandes conquistas apenas requieren esfuerzo. Será, quizás, por la inspiración, que como se sabe, si bien es escurridiza, también puede recuperarse con el debido estímulo. Las musas, efectivamente, existen, solo hay que saber encontrarlas. Y así, como se ha dicho, todo parece más fácil... por increíble que parezca, valga la redundancia.

Por ejemplo, durante el transcurso de la primera -y mágica- noche, los dos tortolitos contrataron los servicios de un poeta callejero. El trato consistía en que ellos debían decirle sus respectivos nombres, así como un par de conceptos. Pasados unos segundos, y para mayor asombro de los contratantes, el artista ya tenía terminada la composición, y aunque ésta no fuera precisamente digna de, por ejemplo, el Siglo de Oro (quizás por esto gustó tanto), sí que consiguió dejar un excelente sabor de boca en su audiencia. El joven gallito, que por un momento vio peligrar su conquista, insinuó que, tal vez, todo se tratara de un engaño. Que el poeta ya lo tenía todo preparado. Que tenía en su cabeza un esqueleto de rimas y versos claramente definido y adaptable a cualquier palabra que se le diera. Pero en el fondo, todas estas sospechas, como se ha dicho, tenían su origen en la más insana de las envidias.

Aceptemos pues que la improvisación existe. Que la sorpresa causada por lo espontáneo es un regalo al que no hay por qué mirar con desconfianza. Aceptemos también que en el arte (especialmente en el cine) esta alegría en potencia es poco más que una quimera. La razón: una vez el espectador ha pagado por la función (hay quien sigue haciéndolo), no hay que recriminarle el que exija al producto un mínimo de calidad, algo que normalmente puede garantizarse con un intenso trabajo de preparación. Pulir el guión, sudar la gota gorda durante el periodo de post-producción, ensayar una y otra vez, probar con nuevas tomas... todo sirve para que el cliente salga contento. A pesar de todo esto, sigue siendo posible dar la impresión (si ésta parece auténtica, nos damos por satisfechos) de que todas las horas dedicadas a que las piezas encajen, ''en realidad'' hayan sido escasos segundos.

Sin rodeos: lo que está a punto de vivirse en nuestras desérticas salas de proyección puede marcar, y puede decirse sin temor alguno a ser tildado de exagerado, un auténtico momento histórico. La razón: Richard Linklater, maestro absoluto de la improvisación impostada (en el buen sentido de la expresión), presenta por fin la película supone la culminación de su estilo; de su manera de captar la vida a través de ese artificio al que llamamos cine. Ocho años después de la formidable 'Antes del atardecer', el cineasta de Texas vuelve a buscar la compañía de Ethan Hawke y Julie Delpy, es decir, la de Jesse y Celine, ambos en plena crisis de los cuarenta (y con quienes sobra decir que se siente como en casa), para resucitar, en 'Antes del anochecer', la cumbre contemporánea del género con una de las más secuenciales -vista por capítulos- y a la vez elípticas -en conjunto- historias amorosas que nos haya dado jamás el séptimo arte (en este último aspecto, en apretada disputa con el mismísimo Ingmar Bergman y sus 'Secretos de un matrimonio', o con la forma que ha tenido siempre Leos Carax de acercarse a sus queridos actores)... y dicho sea de paso, y de nuevo sin miedo a pasarse de frenada, una de las más maravillosas.

De Viena a París, y de París al Peloponeso, antaño cuna del milagro griego (auspiciado por armas clásicas ahora añoradas... y afortunadamente reivindicadas); actualmente devastada ruina por obra y gracia de los agentes de la peor crisis económica de los últimos tiempos. Ya se sabe que nada aguanta impertérritamente el paso del tiempo, y que lo que antes fue esplendoroso puede devenir en mustio; en ceniza. Linklater lo sabe... y Hawke... y Delpy (y dicho sea de paso, también lo sabía el gran Wong Kar-Wai de 'Chungking Express', quien no podía evitar pensar en yogures caducados cada vez que pensaba en una relación sentimental). El envejecimiento no está sujeto a negociación... aunque tampoco está escrito en el destino que dicho proceso tenga que ser un suplicio. Como ya sucediera en el segundo episodio de su particular romance, el guión, escrito a seis manos, se descubre, desde el minuto cero, como lo que cabía esperar: un templo erigido en honor a la naturalidad, a la química, al ingenio y al diálogo como vehículo para alcanzar todas estas virtudes que, a veces, resulta que sí son imperecederas.

Jesse y Celine definitivamente lo son. En un pueblo con mar, las dos almas gemelas hacen acopio de eterna juventud -de espíritu- y nos seducen, una vez más, haciendo lo que mejor se les da. Caminando, observando, escuchando y, por supuesto, hablando. De nada y de todo. Hawke y Delpy, perfectamente fusionados con sus respectivos personajes, filosofan, se detienen en lo banal y construyen un trascendente (pero nada cargante) y pasional tango dialéctico confirmado por la deliciosa voz de Cháris Alexíou, encargada de turno de bajar el telón... a la espera de que, algún día -por qué no- éste vuelva a subir. Esta tercera entrega, mejor que la segunda, que al mismo tiempo era mejor que la primera (teniendo en cuenta que ésta ya era una joya), es deliciosa durante la bonanza; intensísima en la tempestad, y siempre espontáneamente inteligente. A ratos divertida, a ratos triste, a ratos catártica y fascinante en cada frase; en cada gesto. 'Antes del anochecer', ineludible obra maestra, tiene gracia hasta a la hora de admitir, si es que pueden considerarse como tales, sus defectos (ahí está esa divertida manera de empalmar sus alargadísimas tomas). Nos recoge y nos abandona en el momento adecuado, y de paso pone el broche de oro a una -de momento- trilogía perfecta en su imperfección, quizás porque su objeto de estudio (esto es, las relaciones de pareja, metáfora redonda de esta continua pelea que es el vida) es perfectamente imperfecto. Bravo. Bravísimo.

Autor: Víctor Esquirol Molinas (El Séptimo Arte)

Taquilla española | Superman derrota a Pixar


La taquilla española resucita tras el peor fin de semana de su historia. El estreno de dos bombazos como ‘El hombre de acero’ (‘The Man of Steel’, Zack Snyder, 2013) y ‘Monstruos University’ (‘Monsters University’, Dan Scanlon, 2013) ha logrado que mucha gente vuelva a acudir a las salas de cine. Tampoco se ha conseguido una recaudación espectacular pero tal como está el panorama este año es una buena noticia que se haya superado la barrera de los 6 millones de euros.


La singular batalla por el número 1 del box office español se ha saldado con una victoria del nuevo Superman, que ha recaudado más de 3 millones de euros en sus primeros días en cartelera. Su rival era ni más ni menos que la última obra del estudio Pixar, una tardía precuela de ‘Monstruos, S.A.’ (‘Monsters, Inc.’, Pete Docter, 2001), que o no ha interesado tanto como se esperaba o se ha dejado para más adelante, una vez desvelada la incógnita sobre el hombre de acero. En mi caso fue así, vi primero la de Snyder y luego la de Scanlon. ¿Y vosotros?

PD: Mañana se estrenan ‘After Earth’ (M. Night Shyamalan, 2013) y ‘Antes del anochecer’ (‘Before Midnight’, Richard Linklater, 2013), entre otras. ¿Caerá Superman?

Autor: Juan Luis Caviaro (Blog de cine)

Datos: Notasdecine

'Los becarios', algo más que simple spam de Google


Tanto las grandes producciones de Hollywood como las cintas que han salido adelante con un presupuesto más modesto hacen todo lo que está en su mano por conseguir unos ingresos extra gracias por el interés de diversas compañías hacer un poco de publicidad de sus productos en la película en cuestión sin que el espectador termine ser consciente de ello. Hay infinidad de formas de llevarlo a cabo, ya sea mediante una composición de los planos en la que se resalte el nombre de la marca en cuestión o simplemente mostrando a uno de los protagonistas consumiendo uno de sus productos. Puede parecernos mejor o peor, pero no es una tendencia que vaya a ir a menos salvo que alguna ley lo impida.

Lo que sí es más llamativo es que se dedique toda una película a elogiar de forma continuada a una empresa, siendo eso lo que sucede con Google en el caso de ‘Los becarios’ (‘The Internship’, Shawn Levy, 2013). Y es que ha llegado un punto en el que el nuevo sueño americano es conseguir un trabajo, y Google es una compañía que lleva varios años siendo seleccionada en la lista de mejores lugares en los que uno puede trabajar, una excusa ideal para sacar adelante una comedia de discutible nivel sufragando parte del presupuesto con los ingresos obtenidos por dejar a Google como el no va más.

Los tiempos han cambiado


Hubo una época en la que conseguir un buen trabajo era algo que se daba por sentado en el cine, siendo la necesidad de medrar en la empresa y de crear tu propia familia lo que funcionaba como principal eje de relatos como el que nos cuenta ‘Los becarios’. La crisis económica mundial ha puesto fin a esa tradición, ya que ahora es tan difícil acceder a un trabajo bien remunerado que en muchos casos ni siquiera podemos plantearnos traer niños al mundo o simplemente tener una relación de pareja, pues las obligaciones laborales nos quitan tanto tiempo que nuestra vida va camino de convertirse en una mera alternancia entre dormir y trabajar. Esclavos con smartphones.

Esta realidad bien podría ser la base de un drama desgarrador, pero en ‘Los becarios’ prefieren pasar por alto por los detalles más escabrosos y confiar en la credulidad del espectador, imprescindible para aceptar que los dos protagonistas sean contratados como becarios con su experiencia y tras la desastrosa entrevista laboral. Eso sí, no se puede criticar a la película por engañarnos, ya que en todo momentos nos dice que la receta del éxito es una mezcla entre simplonería, ilusión y ganas de pasárselo bien trabajando en equipo. También nos incita a mentir para poder conseguir lo que queremos, pero ése es un detalle que es arrinconado a las primeras de cambio al chocar de frente con el blanco optimismo que el guión de Vince Vaughn y Jared Stern nos quiere transmitir.


No hay nada realmente provocador en los apuntes cómicos que aparecen de forma continuada, con un balance que alterna algunos gags simpáticos —el momento X-Men— con otros en los que se incide tanto en la broma que ésta acaba perdiendo toda la gracia que pudiera tener —Vaughn y sus ‘on the line’—. Eso no impide que un pequeño milagro acabe erigiéndose por encima de sus —notables— fallos y —no tan abundantes— virtudes, y es que ‘Los becarios’ nunca me aburrí durante su visionado y también me permitió desconectar de un importante asunto que tenía que resolver poco después de acabar de verla.

Era de esperar que el trabajo tras las cámaras de Shawn Levy fuese anodino, ya que no es más que uno más de esa larga estirpe de directores que consiguen trabajo de forma continuada por llevarse bien con los ejecutivos y estrellas de Hollywood y rodar las películas a tiempo y dentro de su presupuesto. Lo que sí es más llamativo es que no hayan sabido meter tijera a su metraje, ya que una comedia estándar —que es lo máximo a lo que aspira ‘Los becarios’— jamás debería irse hasta las dos horas de metraje. Hay varias tramas bien fáciles de eliminar —qué desaprovechada está Rose Byrne— sin que el bagaje final se viera afectado de forma negativa.

Elogio de Google y los underdogs


Si algo hay que aceptar antes de ver ‘Los becarios’, es que Google es un paraíso terrenal y uno daría lo que fuera por poder trabajar allí. Eso es algo con lo que no deberíamos tener problemas si recordamos noticias como que sus becarios cobran una media de 6.000 dólares mensuales, pero existen ciertos excesos a la hora de dejar a la compañía en buen lugar, algo que también contamina un guión en el que los esfuerzos parecen más encaminados a alabar a la compañía que a ofrecer una historia con un mínimo de personalidad.

Los underdogs son una tipología de personaje que debe ganarse el cariño del público a través de una conjunción entre una personalidad atrayente y su habilidad para ir sorteando las misiones que han de superar, en las cuales parecen predestinados a caer a las primeras de cambio. Bien desarrollados son una magnífica forma de que el espectador se sumerja más en la historia que se está contando, pero para lograrlo hay que ofrecer algo más que una panda de inadaptados liderados por un dúo de analfabetos tecnológicos.


Es aquí donde ‘Los becarios’ se convierte en una prima cercana de ‘Monstruos University’ (‘Monsters University’, Dan Scanlon, 2013), ya que el esqueleto argumental es el mismo y el mensaje que transmite también guarda notables paralelismos. Sin embargo, la cinta de Pixar contaba con la ventaja añadida de que el espectador ya estaba encariñado con sus dos protagonistas, algo que aquí brilla por su ausencia, ya que incluso los mayores fanáticos de ‘De boda en boda’ (‘Wedding Crashers’, David Dobkin, 2005) hace ya mucho que dejaron de esperar con impaciencia otra comedia protagonizada por Owen Wilson y Vince Vaughn.

La esquemática y previsible historia tampoco ayuda a que Wilson y Vaughn puedan desplegar el suficiente carisma —no entremos ahora en si lo tienen o no— para rellenar las lagunas de la historia o los —demasiado— convenientes giros para añadir emoción —sólo hay uno realmente efectivo— a la progresión dramática de ‘Los becarios’. El resto del reparto hace lo que puede por cumplir con solvencia su función –ser odiosos u adorables, el término medio no existe—, pero no dejan de ser simples engranajes para potenciar el lucimiento personal de sus dos protagonistas, quienes únicamente dejan espacio para brillar a Will Ferrell en su, eso sí, breve aparición.


Podría decir, siendo generoso, que ‘Los becarios’ es un digno pasatiempo –sobre todo si no esperas gran cosa de él- que, pretendiéndolo o no, también ofrece detalles interesantes sobre la forma en la que han evolucionado las expectativas de los jóvenes. Sin embargo, también podría decir que es demasiado larga para ser todo lo entretenida que podría ser, difícilmente podría ser más superficial en todos los temas que aborda, hay tramas —las de corte romántico— que en realidad no aportan nada de interés al conjunto y no tiene problemas en echar mano de soluciones argumentales de dudosa verosimilitud para tapar las carencias de sus protagonistas. En definitiva, para pasar el rato sin exigir demasiado.

Autor: Mikel Zorrilla (Blog de cine)

'El hombre de acero', vitaminada y supermineralizada


Es la película de la temporada, para bien o para mal. ‘El hombre de acero’ (‘Man of Steel’, Zack Snyder, 2013) es el tema de conversación cinematográfico en estos días, hasta que llegue el nuevo juguetito de turno de Hollywood y cambiemos de película/tema. Mucho se ha hablado ya, mucha tinta se ha vertido y las opiniones varían de un extremo a otro sin compasión, como debe ser. Que tras varias series de televisión y cinco películas sobre el personaje —una de ellas relativamente reciente, la de Bryan Singer del 2006— hayan decidido darle un nuevo aspecto a todo, adaptando al personaje a los nuevos tiempos, ensuciados por una crisis económica a nivel mundial, no es en absoluto criticable y tampoco creo que deba usarse como argumento para su defensa.

Efectivamente el film de Snyder es novedoso en muchos de sus aspectos, pero eso no significa que sea bueno, o malo o regular. El intento es loable. La presencia de Christopher Nolan en la creación de la historia la emparenta de lejos, muy de lejos, con su trilogía sobre el hombre murciélago; hay un intento de profundizar más, de hacer menos todopoderoso a Superman, de acercarle como otro ser humano con sus problemas, sus inquietudes y sus dudas existenciales. Aún con cosas interesantes, creo que es un intento fallido en muchos aspectos, aunque la palma se la lleva esa acentuación a lo bestia de todas y cada una de sus herramientas, tanto de forma como de contenido. Olvidémonos de lo que hicieron Richard Donner o Richard Lester con el personaje, y aunque como películas evidentemente pueden compararse —negarlo es de necios— el film cae por méritos propios.


(From here to the end, Superspoilers) Por mucho que haya querido adaptarse el personaje a los nuevos tiempos el esqueleto de la historia es evidentemente el mismo de siempre. Krypton, un planeta muy, muy lejano, está a punto de explotar en millones de pedazos. Jor-El —un Russell Crowe en plena forma, aunque a veces parece que lleva puesto el piloto automático de “puedo con cualquier personaje“— decide que para salvar a sus habitantes debe enviar a su hijo recién nacido, por métodos tradicionales, al planeta Tierra donde la raza kryptoniana podría sobrevivir. Al mismo tiempo que el niño es enviado, el general Zod —un Michael Shannon que nunca deja de gritar, llegando hasta extremos casi paródicos— es ajusticiado por sus crímenes contra el planeta. Obsesionado por encontrar al joven Superman sigue las miles de sondas espaciales enviadas a explorar mundos y cuando llega a la Tierra donde el joven kryptoniano, bajo la identidad de Clark Kent, tiene unos problemas personales de órdago, se lía una buena. Muy súper.

El prólogo ambientado en Krypton destaca por su diseño de producción, tiene el suficiente interés, queda claro desde el inicio que la historia será mostrada de otra forma, y casi convence, si no fuera porque al complicar más la trama de lo necesario surgen contradicciones de diversa índole y todo empieza a ser muy atropellado y oculto bajo un fastuoso despliegue de medios que para colmo no están bien utilizados. ¿Luce bien en pantalla ‘El hombre de acero’? Sí y no. Sí porque el avance en el campo de los efectos visuales es tal que hoy día no parece que haya nada imposible de filmar. Y no, porque el film, en su ansia de sorprender al público opta por la aparatosidad olvidando Snyder que el espectáculo es otra cosa. Darse de hostias con el enemigo y para ello destrozar toda una ciudad es algo que no vemos por primera vez, pero aquí, falto de una progresión dramática que lo apoye, resulta cansino y hasta aburrido tanto destrozo. Por no hablar de que las escenas de acción parecen filmadas por el peor Michael Bay en lugar de Zack Snyder.


La estructura fragmentada a base de flashbacks rompe con el ritmo interno de la historia y algunas decisiones, como la de que Lois Lane conozca con mucha antelación la identidad de Superman, estropea de golpe y porrazo la evolución/relación de ambos personajes, con el detalle de que los actores Henry Cavill —¿soy yo o este tío tiene los brazos demasiado cortos?— y Amy Adams —el trabajo actoral más desaprovechado de la función, el que más molesta de hecho— no poseen ni la más mínima química. La historia de amor no es que sea previsible, es que no tiene la más mínima chispa, ni siquiera una latente tensión sexual, que sería lo apropiado. También tenemos las enseñanzas de papá Kent —un Kevin Costner tan carismático como frío—. No pelearse, no salvar a la gente que podría morir en un accidente, en definitiva no darse a conocer hasta tener la edad de Jesucristo para luego sí, salvar a todo bicho viviente. El tufillo religioso es algo que no me esperaba, creía a David S. Goyer con más huevos que eso. Ver a Kent consultando con un cura, el cual no le soluciona absolutamente nada, o esa pose de cristo renacido cuando va a salvar a Lane, chirrían en un conjunto desequilibrado y al borde del ridículo.

Snyder no parece Snyder, lo que en un principio me gusta. Pasa de los efectitos a cámara lenta, típicos en sus dos anteriores y laureados trabajos, pero en lugar de optar por la sobriedad narrativa, que no está reñida con el gran espectáculo, se dedica a extraños zooms digitales —a mí me recuerdan a los de la serie ‘Battlestar Galactica’— y a filmar acción atropellada con una trascendencia que anula cualquier atisbo de épica y emoción. Los actores están todos desaprovechados y en algunos casos duele más que en otros. Henry Cavill es un buen Superman, pero ver a Shannon haciendo el tonto, a Adams perdida, a Laurence Fishburne como complemento casi episódico, o a la maravillosa Diane Lane como madre adoptiva, cumpliendo con sus roles cual obrero de fábrica cumpliendo con su deber como un robot, entristece un poco en una película con tantas posibilidades abiertas.

Lo que más me ha convencido de ‘El hombre de acero’ son sus momentos íntimos, esos en los que mucha gente menta a Terrence Malick no sin razón. Curiosamente Snyder demuestra algo de mano en esos momentos, dotar al film de la esencia y trascendencia que los diálogos o acciones de los personajes no tienen. Esa escena del final con Costner mirando a la distancia a su hijo jugando con una capa es probablemente la mejor de la película —junto con la secante conclusión de la pelea entre Zod y Superman—, aquella en la que el mito se desconstruye para nacer de nuevo de cara a los nuevos tiempos tan necesitados de la figura de un héroe. Y aunque Hans Zimmer se lo curra bastante para que no nos acordemos de John Williams, no llega.

Autor: Alberto Abuín (Blog de cine)

'After Earth', la familia unida jamás será vencida


En Estados Unidos —y cada vez más en el resto del mundo— son muy dados a alabar desmesuradamente a alguien cuando esa persona tiene mucho éxito, pero también el atacar con saña a aquellos que conocieron la gloria y que actualmente no pasan por su mejor momento. Esta última tendencia sólo encuentra cierta redención en su gran afición a apoyar a lo grande a alguien caído en desgracia que consigue resurgir de sus cenizas, pero no todos son los que logran rehacerse y mucho me temo que M. Night Shyamalan ya ha quedado marcado de por vida como ese antiguo gran cineasta cuyas películas ya sólo sirven para ser criticadas con desproporcionada dureza.

Resulta difícil determinar el momento exacto en el que se puso de moda el atacar todo lo que hace Shyamalan, pero las quejas llevan años acumulándose. No pocos critican con dureza el tramo final de ‘El bosque’ (‘The Village’, 2004), el fracaso comercial de ‘La joven del agua’ (‘Lady in the Water’, 2006) tampoco ayudó demasiado, mientras que ‘El incidente’ (‘The Happening’, 2008) se ha convertido de forma inmerecida en un continuo objeto de burla por parte de muchos cinéfilos, dándole la mayoría por perdido para siempre tras haber dirigido ‘Airbender, el último guerrero’ (‘The Last Airbender’, 2010). Muy duras han sido también las críticas hacia ‘After Earth’ (id, 2013), pero, una vez vista, puedo deciros que la última película de Shyamalan no se merece los palos que se ha llevado (y que seguirá recibiendo).

El capricho de Will Smith


Si echáis un vistazo rápido a toda la filmografía de Will Smith, podréis comprobar que la gran mayoría de sus películas están producidas por Sony, compañía a la que ha ayudado a ganar centenares de millones de dólares. Es comprensible entonces que no pudieran negarle el capricho de rodar una película cuya historia se le ocurrió viendo un programa televisivo en compañía del hermano de su esposa. El propio Smith contrató a Gary Whitta para que escribiese el guión y poco después contactó con Shyamalan, con quien había estado a punto de colaborar en varias ocasiones, para que dirigiese la película. En Sony ya estaban frotándose las manos ante lo que se intuía como el próximo gran éxito del actor más carismático de nuestro tiempo.

El rodaje transcurrió sin grandes altercados, pero en Sony no tardaron en aparecer las dudas ante su posible éxito, ya que el auténtico protagonista de la función iba a ser Jaden Smith y no su padre, los últimos antecedentes de Shyamalan, la propia compañía tenía ya preparado el estreno de ‘Elysium’ (id, Neill Blomkamp, 2013) para un par de meses antes del de ‘After Earth’ y Universal iba a adelantarse a ambas con ‘Oblivion’ (id, Joseph Kosinski, 2013), cinta que comparte varios puntos en común con la que ahora nos ocupa. El primer movimiento por parte de Sony fue aplazar el estreno del nuevo trabajo de Neill Blomkamp y su reacción ante la tibia acogida por parte del público hacia ‘Oblivion’ fue gastarse la friolera de 100 millones de dólares en la campaña promocional de ‘After Earth’, pero ni así han conseguido captar la atención de la gente.

Lo primero que hay que tener claro es que ‘After Earth’ no deja de ser un regalo de Will Smith para su hijo y también una respuesta a las —comprensibles— críticas que Jaden ha ido acumulando a lo largo de los últimos años por no poseer ni una millonésima parte del carisma de su padre, tampoco destacando especialmente en el apartado interpretativo. Ya os adelanto que la redención en todo caso es parcial y principalmente motivada por la rigidez con la que Will Smith encara su personaje —en condiciones normales simplemente no hay comparación posible—, pero donde sí resulta más interesante es en la capacidad de la que hace gala Shyamalan para potenciar los puntos fuertes de una historia que encaja perfectamente con uno de los temas que más importancia tiene en su obra.

Shyamalan y la familia


De forma más o menos evidente, Shyamalan ha demostrado en varias ocasiones su obsesión con lo importante que es que una familia permanezca unida para que así triunfe por encima de los problemas que puedan surgir. Ya en ‘Praying with Anger’ (id, 1992), su primer largometraje, él mismo daba vida a un personaje que regresaba a la India a descubrir sus raíces por deseo expreso de su madre, mientras que en sus títulos más populares prefirió abordarlo de forma más soterrada —la relación ausente entre Bruce Willis y su esposa en ‘El sexto sentido’ (‘The Sixth Sense’, 1999) o la escena de la pistola en ‘El protegido’ (‘Unbreakable’, 2000)—, exprimiendo más la necesidad de que todos los miembros colaboren para superar una amenaza en ‘Señales’ (‘Signs’, 2002).

Sin embargo, fue en la reivindicable ‘El incidente’ donde incidió de forma más directa en ello al vincular la crisis matrimonial de sus dos protagonistas con la misteriosa rebelión de la naturaleza contra el ser humano. Todo esto reaparece con fuerza en ‘After Earth’, cuya historia podría reducirse a los terribles esfuerzos que un chaval ha de acometer para crear un auténtico vínculo con su padre. Uno de los aciertos de la película a nivel de guión es que nos dosifica la información sobre el motivo que les llevó a mantener una relación extremadamente distante, dándonos nuevos detalles a medida que surgen las discrepancias en su trabajo de equipo.


Es cierto que los flashbacks utilizados por Shyamalan no están resueltos con especial fortuna —sólo el último tiene toda la fuerza dramática deseada—, pero sí añaden más relieve dramático a ‘After Earth’ y, todo hay que decirlo, ayudan a desconectar un ratito de las limitadas dotes interpretativas de Jaden Smith. La escasez de diálogos es otra ventaja en este apartado, ya que Shyamalan tiene más interés en mostrarnos lo que sucede que en contárnoslo a través de sus personajes —apenas hay redundancias, siendo éstas necesarias, en un detalle para mostrar el ímpetu inicial del protagonista por impresionar a su padre—, lo cual gana interés por la habitual elegancia de Shyamalan, tanto en los movimientos de cámara como en la pericia que demuestra en los momentos de mayor emoción, donde encuentra un gran apoyo en la banda sonora de James Newton Howard.

Sí que hay ciertos detalles de guión encaminados a crear emoción que casi se vuelven en contra de Shyamalan —el momento veneno y el rescate inesperado— por sus intentos de mostrar la problemática relación entre la naturaleza y el ser humano. Sin embargo, no se excede en ello —uno de los aspectos que motivaron las incesantes quejas recibidas por ‘El incidente’— y sólo se traducen en pequeños valles de interés que para sí quisieran otros blockbusters.

Lo que realmente importa es que Shyamalan se erige por encima de las limitaciones del guión escrito en parte por él mismo —y donde estaba hasta cierto punto plegado a los deseos de Will Smith— y crea una película que encaja a la perfección dentro de su filmografía. Su confianza permite que el viaje, tanto físico como interior, del protagonista transmita siempre una fuerza también por encima del trabajo de sus protagonistas, y además asimila la necesidad de introducir criaturas digitales para impactar al público, pero no abusa de ellas y todas cumplen una función de importancia en la evolución de la realización personal del personaje interpretado por Jaden Smith.


Me estoy dando cuenta de que quizá peque de optimista en la visión que os estoy dando sobre ‘After Earth’, ya que sobran los lugares comunes —y alguna concesión de cara a la galería— y son los esfuerzos de Shyamalan por ser fiel a sí mismo los que consiguen que otras obvias limitaciones no acabe convirtiéndose en un cáncer para ‘After Earth’. Eso sí, está muy lejos de ser el bodrio risible que muchos quieren ver en ella, quizá por eso de seguir la moda de defenestrar a su director o tal vez no —pueden ser comprensibles si simplemente no te gusta su trabajo de puesta en escena—, y demuestra que Shyamalan sigue siendo un muy buen director, aunque no siempre sea capaz de hacer brillar lo suficiente el material de partida con el que cuenta.

Autor: Mikel Zorrilla (Blog de cine)

 

Christopher McQuarrie dirigirá 'Unforgiven'


Christopher McQuarrie debutó en la dirección de largometrajes hace trece años con la algo olvidada ‘Secuestro infernal‘ (‘The Way of the Gun’) y hasta el año pasado no consiguió volver a ponerse detrás de las cámaras para liderar la reivindicable ‘Jack Reacher‘ (id, 2012). Una segunda entrega de esta última o la quinta misión imposible de Ethan Hunt competían por ser su tercera película, pero en un sorprendente giro de los acontecimientos, McQuarrie ya ha firmado el contrato para dirigir ‘Unforgiven‘, que no es un remake de la famosa cinta de Clint Eastwood, sino una adaptación de una miniserie inglesa del mismo título.

La ‘Unforgiven’ televisiva se estrenó en el 2009 y consta de tres episodios de unos 45 minutos de duración cada uno. La historia que nos cuenta gira alrededor de Ruth Slater, una mujer que acaba de ser liberada tras haber pasado quince años en la cárcel por haber matado a dos agentes de policía que querían desahuciarla de la granja de su familia. Lo único que ahora quiere Ruth es tener una vida apacible y reconciliarse con su hermana menor, pero eso se complicará cuando sea el objetivo de una venganza por parte de, entre otros, la familia de los policías que asesinó.
Lo cierto es que McQuarrie ya fue contratado en el 2010 para escribir el guión de la película —no conviene olvidar que tiene un Oscar en su casa por el libreto de ‘Sospechosos habituales‘ (‘The Usual Suspects’, Bryan Singer’ 1995)—, pero el proyecto parecía condenado a acabar en nada hasta que él mismo ha aceptado dirigirla. Los productores compraron los derechos de adaptación de la miniserie con la idea de que fuese Angelina Jolie quien encabezase el reparto de ‘Unforgiven’, pero no está nada claro si esa sigue siendo su intención.

Autor: Mikel Zorrilla (Blog de cine)

Vía: Deadline

Crítica de "Insensibles"


La guerra civil española y la inmediata posguerra están siendo épocas propicias para el relato fantástico o el cuento gótico de terror: dos soberbias fantasías de Guillermo del Toro (El espinazo del diablo y El laberinto del fauno) o la reciente El bosc, de Óscar Aibar, dan buena fe de ello. Insensibles, primer largometraje de Juan Carlos Medina, escrito en colaboración con Luiso Berdejo (coguionista de REC y REC 3 y director de La otra hija, el filme protagonizado por Kevin Costner), se inscribe en esta fértil modalidad pero expande su premisa central al presente. Veamos.

Un prólogo impactante, situado a principios de los años treinta, pone la materia temática al descubierto: dos niñas juegan literalmente con fuego en un bosque. Una de ellas se quema; la otra, en llamas su brazo, no. Otros niños aparecen en ese pequeño municipio pirenaico manifestando ser insensibles al dolor, a todo tipo de dolor. Saltamos a nuestros días. Àlex Brendemühl, gravemente enfermo, necesita un trasplante de médula ósea y decide visitar a sus padres, para que lo ayuden. Retorno al pasado, al tétrico hospital psiquiátrico, en lo alto de una montaña y próximo a Canfranc (bellísimo escenario, digno de una película de Drácula), donde están internados los niños insensibles: guerra, posguerra, años cincuenta, sesenta... La película alterna la trama de los internos con la de Brendemühl y los fantasmas de su pasado hasta hacerlas confluir. El interés decae considerablemente en el último tramo, demasiado atropellado y exagerado en su sesgo trágico, pese a colar, en voz baja, temas de hondo calado todavía vigentes (los niños robados, por ejemplo). Pero la puesta en escena de Medina es en todo momento distinguida y creativa, atmosférica y pertinentemente enfermiza. En sus mejores momentos, Insensibles recuerda al Agustí Villaronga de Pa negre, por su perfume de posguerra rural, pero también al de Tras el cristal, por cierto aire siniestro y perturbador.

Autor: Jordi Batlle (Diario La Vanguardia)

martes, 25 de junio de 2013

Crítica de «Mi encuentro con Marilou»


Mirada muy francesa, de Jean Becker, a ese asunto del viejo artista en depresión postrera y el fortuito y bendito encuentro con la modelo, una chiquilla que recompondrá los trozos del hombre acabado.

Puesto que no hay voluntad carnosa en lo que cuenta Becker (modelo en traje de baño), lo peculiar de este encuentro entre el maduro Taillandier y la rebelde Marilou es la precisión con la que el actor Patrick Chesnais, en posesión de un rostro magnífico para aglutinar el sufrimiento y la guasa, expresa los síntomas trágicos y a este lado de la pantalla cómicos de una profunda depresión.

Becker lo exprime en un airado arranque, lo mejor de la película, en el que le demuestra al espectador lo justificado de su hartazgo, de su «ni un minuto más» a su vida artística, familiar y agotada. Buena parte de lo que ocurre luego es fácil de prever, pero también fácil de ver, y lo único que rechina es la interpretación precisamente de la joven Marilou (Jeanne Lambert), que canta como la Castafiore junto a un actor de granito como Chesnais.

Autor: E. Rodríguez Marchante (Diario ABC)


Mark Strong, ¿el Lex Luthor de 'Man of Steel 2'?


Apenas unos diez días ha necesitado 'El hombre de acero' para superar los registros en taquilla de 'Superman Returns' en 2006: más de 200 millones de dólares en Estados Unidos para un total mundial de más de 400. Y subiendo. Y como era de prever, habida cuenta de este notable resultado comercial, Warner Bros. no ha tardado en dar vía libre a una secuela por demás en desarrollo desde hacia meses. Porque ya se sabe...

Una de las ausencias más destacables de la cinta recién estrenada es la del archienemigo de Superman, Lex Luthor, personaje que se da por sentado hará acto de presencia en esta continuación que recordemos, en principio, contará de nuevo con un guión de David S. Goyer y con la dirección de Zack Snyder, quedando pendiente de saber si Christopher Nolan repetirá o no como productor.

Los primeras noticias tampoco se han hecho esperar -ni a buen seguro nos darán descanso- y desde Cosmic Book News afirman que, según fuentes de DC Entertainment, tanto el director Zack Snyder como la Warner Bros. quieren específicamente a Mark Strong, curtido en la piel de villanos como los de 'Sherlock Holmes' o 'Kick-Ass', para que asuma dicho papel. ¿Se lo compramos?

Esta previsto que por su parte Henry Cavill, Amy Adams, Diane Lane y Laurence Fishburne repitan en sus respectivos papeles de cara a esta producción que, se pretende, esté lista para estrenarse durante el verano de 2015.

Autor: wanchope (El Séptimo Arte)

Vía: Cosmic Book News

Crítica de "Un invierno en la playa"


Hay una cierta confusión con los títulos de esta película. El americano, 'Stuck in Love' ('Atrapado en el amor'), responde bastante bien a lo que sucede; el título que aparece en la pantalla, 'Writers' ('Escritores'), explica quién son los protagonistas; el título castellano, 'Un invierno en la playa', en cambio, no cuenta nada. Y además no es cierto: la acción de esta comedia indie 100 por cien sucede en un año en la playa, no en un invierno. Dejando de lado estos matices, esta agradable comedia del debutante Josh Boone prueba la capacidad que tienen los americanos para hacer cine de la literatura.

El amor es el motor que mueve a los tres escritores de esta familia: William, el padre, un novelista de prestigio, sigue enamorado de su mujer, casada desde hace dos años con otro hombre. Su hija Samantha odia el amor y, mientras tanto, escribe novelas de sexo y de éxito. Rusty, el hijo, descubre al mismo tiempo el amor, la decepción y la escritura. Entre una cena de Acción de Gracias y la siguiente, estos personajes vivirán una transformación que les llevará a un fnal no por previsible menos conseguido. No hay nada como un poco de trasgresión para volver a apreciar los valores de la familia.

Autor: Nuria Vidal (Fotogramas)

Will Smith no salvará la Tierra de los alienígenas


En una entrevista al New York Daily News, y tras ser preguntado sobre la implicación de Will Smith en Independence Day 2, Roland Emmerich respondió la siguiente bomba: “Will Smith no puede volver porque es muy caro, pero es que también sería demasiado por ser un nombre franquicia. Sería excesivo“.

Vamos, que pese a que Independence Day 2 es, como no podía ser menos, un título extremadamente ambicioso de cara a la taquilla y aunque supusiera el auténtico salto de Will Smith al estrellato cinematográfico, su alto salario (que ronda los 20 millones de dólares), sumado al altísimo porcentaje que suele llevarse de los beneficios de la película (cerca de un 20%), hacen en la coyuntura económica actual, donde rentabilizar un blockbuster cuesta cada vez más, que la contratación de alguien como Smith suponga algo a evaluar con la debida prudencia.

En principio el proyecto se había ideado en torno a la figura de Smith y Emmerich contaba con él, pero imagino que esos altos costes, el ver que la presencia de Smith tampoco garantiza el éxito (lo de After Earth ha sido un batacazo en toda regla) y el hecho de que el propio título ya será un reclamo potente en si mismo, han hecho a los productores y el estudio pensárselo dos veces antes de fichar a Smith, que está visto que tampoco iba a bajar su caché en una superproducción como ésta.

También es cierto que hay especulaciones (insisto, ESPECULACIONES) en torno a que Smith, en su paquete de exigencias, podría ya incluir de serie la de “y le das al chaval un papelito, así, que esté bien”. Y claro, eso ya puede que toque los huevos a más de uno, primero porque ya es exigir demasiado, y segundo, porque Jaden Smith quizás no sea el ídolo de masas o la gran estrella en ciernes que su padre pretende. Yo no digo que el chaval, con el tiempo, no pueda tener su carrera, pero es que eso se lo tiene que ganar uno, no te lo tiene que comprar tu padre a base de influencias y exigencias varias. Por no decir que Jaden Smith no ha demostrado una leche como actor y tiene un tufo a niño repelente que echa para atrás (aunque siendo su padre “Mr. Guay” quizás sea sólo que es un adolescente, y eso lo cura la edad).

Pero volvamos a la peli. Emmerich asegura que “tenemos aproximadamente la mitad de personajes que probablemente conozcáis de la primera entrega, y la otra mitad, que son nuevos“. Es decir, que la caída de Smith del proyecto, cuyo estreno está ya fijado para el 3 de Julio de 2015, no significa que nos veamos desamparados a la hora de recuperar a otros personajes relevantes de la anterior pelicula. Confío en que uno de ellos sea el interpretado por Jeff Goldblum, que siempre da gusto verle en una peli.

El proyecto es, también, más ambicioso de lo que parece, porque si todo va bien, esta película sería la primera de dos, en una estrategia que en palabras de Emmerich suena un poco extraña: “No estamos haciendo un reboot, vamos a hacer algo que es totalmente inusual“. Ya veremos qué quiere decir eso.

Autor: Javier Ruiz de Arcuate (lashorasperdidas)

Vía: New York Daily News

Crítica de "Trance"


En su ensayo Los sujetos trágicos, Ricardo Piglia indagaba en las influencias recíprocas entre literatura y psicoanálisis para llegar a la conclusión de que la tragedia y la novela policíaca podrían ser las formas más cercanas a la metodología freudiana: “En la tragedia un sujeto recibe un mensaje que le está dirigido, lo interpreta mal, y la tragedia es el recorrido de esa interpretación. En el policial, el que interpreta ha podido desligarse y habla de una historia que no es la de él, se ocupa de un crimen y de una verdad de la que está aparte pero en la que está extrañamente implicado. Me parece que el psicoanálisis tiene algún parentesco con estas formas”. En el ámbito cinematográfico, ha sido el policíaco el género más dispuesto a interiorizar —y, también, a banalizar y en buena medida pervertir— la mecánica psicoanalítica, desde los clásicos de los 40 como Secreto tras la puerta (1947), de Lang, o Recuerda (1945), de Hitchcock, hasta la creación de todo un subgénero —el giallo— que fundamentaba su estructura narrativa en la ocultación y emergencia de una imagen traumática. Con Trance, versión del telefilme homónimo dirigido por Joe Ahearne en el año 2001, Danny Boyle intenta fundir al sujeto trágico y al detective —el desencriptador y el enigma son aquí la misma cosa— sobre el contexto de un neonoir contemporáneo que ha preferido escoger como tema rector las identidades escindidas frente a los daños colaterales de la crisis económica.

Reunido de nuevo con John Hodges, guionista de sus primeros y mejores trabajos —los que permitían pensar en Boyle en la gran esperanza blanca (que no ha sido) del nuevo cine británico—, el director confiesa que Trance le ha servido para exorcizar toda la fuerza oscura que reprimió durante la preparación de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. Trance es, así, una ficción doblemente terapéutica, aunque, me temo, mucho menos transgresora de lo que el cineasta presupone: más allá de ese plano donde Vincent Cassel parece un dibujo de Shintaro Kago o del depilado púbico con inesperada función narrativa, la película es un efectista desmontaje hipnótico del codificado género del robo (o atraco) perfecto. La pintura de Goya es solo el macguffin en un juego de ingeniosos trampantojos —tanto de posproducción como de puesta en escena— que puede seducir mientras avanza, imparable, hacia su desenlace, pero que no resiste ni dos minutos de reflexión.

Autor: Jordi Costa (Diario El País)

Crítica de "Monstruos University"


Corre por algunas universidades estadounidenses una historia que pasó de la anécdota al rango de casi leyenda en parte porque sus conclusiones pueden aplicarse a prácticamente cualquier escenario que reúna elementos mínimamente parecidos a los que van a citarse a continuación. Resulta que a muchos pedagogos de la principal súper-potencia mundial les gusta la idea de dividir a sus pupilos en dos categorías, y no escatiman esfuerzos a la hora de aplicarla. En la clase A ponen aquellos cuyo expediente académico deslumbraría incluso a los que hicieran uso de las gafas de sol más potentes (en estos terrenos, casi siempre se reduce todo a esto). Los alumnos A viven en una dimensión ajena al mundo real. Más allá de las evaluaciones, se sienten completamente perdidos. Al terminar un examen van corriendo a la biblioteca o a su zona de estudio favorita para enfrascarse en el estudio y preparación de la siguiente prueba. El objetivo, siempre en mente: conseguir que las notas a fin de mes / trimestre / curso le confirmen como el mejor del curso.

Mientras, en la categoría B encontramos a los rezagados. Aquellos que teóricamente entorpecen el buen avance del conjunto (pero sobre todo, el de los superdotados). Son los que difícilmente atienden mientras el tutor habla y, por consiguiente, los que sudan la gota gorda a la hora de salvar cualquier asignatura. Son, no obstante, los que, trampeando, esforzándose a última hora o simplemente iluminándose contra todo pronóstico, logran salvar el naufragio. En definitiva, forman parte todos ellos del clan de los espabilados; de los supervivientes natos. Una vez hecha la distribución, los profesores juegan a superar a Dios y ''los juntan'' ellos mismos. Resulta que antes de una excursión programada al norte de Montana, a un ilustre catedrático se le ocurrió la genialidad de que, para estudiar la naturaleza de tan bellos parajes, cogería a su centenar de alumnos y les obligaría a formar parejas, con la única condición de que éstas estuvieran integradas por un alumno A y un alumno B.

Una de las cincuenta parejas se encontraba ya haciendo el estudio de campo que se le había encomendado. A decir verdad, solo el estudiante brillante parecía estar por la labor. Todo arbusto, animalito y arroyo que se cruzaba en su camino quedaba pertinentemente inmortalizado en su blog de notas. Mientras, el lastre de su compañero se entretenía deambulando por los bosques fronterizos sin mayor motivación -aparente- que la de matar el rato hasta que llegara la hora de volver a casa. De repente un rugido heló la sangre de los chavales que hasta entonces apenas se habían dirigido cuatro veces la palabra. Después de mirarse el uno al otro con cara de terror, otearon el horizonte y a unos quinientos metros vieron un inmenso oso grizzli acercarse a toda velocidad. Zarpas afiladas, dientes inquietos y litros de baba con la velocidad de crucero puesta. No parecía que hubiera escapatoria. Los cálculos del alumno A (que tuvieron en cuenta el viento, la fuerza de la fricción y la energía cinética de todos los cuerpos involucrados en la ecuación) así lo corroboraron. La sentencia de muerte era irrevocable. No obstante, el memo del alumno B estaba asegurando el nudo de sus deportivas para empezar una carrera que supuestamente le salvaría la vida. El espectáculo era tan lamentable que el alumno A no pudo evitar, muy a su pesar, dirigirse a su compañero: ''Ahorra esfuerzos, idiota, no hay manera humana de que puedas correr más que un oso grizzli a campo abierto. He hecho los cálculos yo mismo.'' Sin embargo el muy imbécil siguió a lo suyo. Agachado, atando con fuerza los cordones. Cuando terminó tan absurda tarea se levantó, miró al cerebrito y, antes de irse, le respondió: ''No tengo que correr más que el oso... solo tengo que correr más que tú.''

No hay que ser el más listo de la clase para averiguar quién se convirtió aquel día en el almuerzo del hambriento animal. El favorito del profe, cuando tuvo que enfrentarse al mundo real, no lo contó. Tampoco se tiene que ser un superdotado para poder analizar correctamente el panorama general al final del cuento y así poder extraer la maldita lección. Sí, el que consiguió llegar al autocar siguió sufriendo -y de qué manera- para aprobar los exámenes (por si fuera poco, el dinero que tuvo que gastarse en psicólogos secó casi por completo la beca de deportes que había logrado conquistar en el instituto)... pero consiguió escapar de los jugos intestinales, y no fue ésta una cima para tener en baja consideración, ni mucho menos. Hasta aquí llegamos todos, pero nos falta mala baba. Lo que suele olvidarse a la hora de analizar el famoso festín es que, por mucha velocidad de reacción que tuviera el ''listillo'' (y realmente demostró tenerla), sus reflejos no hubieran servido de nada sin la inestimable -e involuntaria- colaboración de su engreído -y engullido- colega.

Ahora sí. Moraleja: A casa no se vuelve sin la participación activa de todos los miembros del equipo... por muy mal que éstos se lleven en un principio (y por muy mal que pueda terminar uno de ellos). La receta del éxito no está compuesta por un solo ingrediente, sino que se basa en la -sabia- conjunción de activos. Se trata de saber alcanzar la meta teniendo siempre en mente varios caminos o planes, porque en esta vida, pregunten a Murphy, todo puede torcerse. Hará ya casi veinte años (qué rápido pasa el tiempo), un alumno novato encandiló a medio mundo con su carta de presentación / motivación y revolucionó para siempre el mundo de la animación. John Lasseter, junto con otros nombres que más tarde asociaríamos como parte fundamental del núcleo duro de su equipo (ahí estaban desde el principio lumbreras del calibre de Pete Docter o Andrew Stanton... incluso nombres ahora supuestamente alejados de la órbita de este dream team como el preciadísimo Joss Whedon), presentó en sociedad 'Toy Story', brillante película en la que ya se dio a entender por dónde irían los tiros en la casa Pixar.

De nuevo, porque nunca está de más: se puede llegar a triunfar empleando más de una vía. Mejor dicho, cuantas más rutas alternativas se encuentren, mejor. Por ejemplo, en la ciudad de los monstruos, nadie asustaba mejor que ellos... pero cuando la crisis energética llamó a la puerta, fueron los primeros en darse cuenta de que con la risa podía llegarse mucho más lejos. A esto se dedicaba el dichoso flexo saltarín. A aplicar a rajatabla el manual que tan bien había memorizado, y cuando llegara el momento, a desviarse conveniente y premeditadamente para desmarcarse, como harían los grandes maestros y así sentar cátedra. Lo mejor del alumno A, combinado con las cualidades más potentes del alumno B, todo agitado y mezclado con la intención de concebir productos modélicos pero a la vez únicos y, desde luego memorables. El pulimento y consolidación de la fórmula nos llevaron a convertirnos en privilegiados testigos de un prodigioso e histórico lustro en el que se encadenaron obras maestras (no dentro de las cada vez más artificiales barreras de la animación, sino dentro del cine, en general) con una facilidad que asustaba...

... hasta que el aprendiz, convertido en -peligrosamente- incuestionable jefe, al ver que había puesto tantos años luz de distancia entre él y la competencia, se relajó. Esto o quizás dejó que el alumno A que llevaba dentro tomara las riendas él solito. Tal vez sin darse cuenta se concedió el lujo de bajar la guardia y empeñarlo todo en una pirotecnia visual que no ocultaba que los suministros de magia se habían quedado en stand by, esperando -confiábamos- un momento de mayor necesidad... que parece haber llegado ya. Desembarca 'Monstruos University' a nuestras salas y se intuye, desde el despacho de Lasseter, cierto apuro y voluntad de reivindicarse y de decir bien alto y claro a los rivales que la Pixar sigue ahí.

La apuesta apriorística, teniendo en mente los antecedentes (los éxitos y los tropiezos), parece la adecuada. Una vez más, se combina la fe en los valores seguros con el gusto por el riesgo. Lo de que ésta sea la primera precuela de la productora es en realidad una especie de mentira piadosa. Verdad a medias, si se prefiere, pues a fin de cuentas poco importa el sentido en el que se hayan movido las agujas del reloj, pues nada hace olvidar que ésta es la segunda ocasión que nos convertimos en compañeros de habitación de Mike y ''Sulley''. No tiene por qué ser algo malo (menos a sabiendas del camino hacia la perfección que aquí emprenden las secuelas), pero el factor novedad, es una obviedad, se ha perdido. Por otra parte, el supuesto salto mortal sin red de seguridad consiste en situar la acción en un entorno teóricamente vetado a los intereses y sensibilidad de la madre Disney.

Las puertas del campus se abren ante nuestros ojos... con todas las promesas -o amenazas- de juerga dura. ¿Sexo, alcohol, drogas y rock and roll? Va a ser que no, para los amantes de las curiosidades reveladoras, 'Monstruos University' es la segunda película en la historia que, a pesar de que su acción prácticamente no salga de los muros universitarios, consigue la calificación más benévola para su exhibición (la primera, por cierto, también estuvo apadrinada por el ratón Mickey). Bajo la supervisión de Wazowski y Sullivan (dos personajes que, siguiendo al pie de la letra el abecé Pixar, parece como si fueran parte de la familia), nadie corre peligro. Los pecados de la post-adolescencia en esta ocasión se quedan en el acné, los tupés y los aparatos dentales, además de en alguna que otra referencia al bullying, reducidas todas ellas a las simpáticas guerras entre machos alfa y ''pringaos''.

El campo de batalla para que estos dos eternos estratos sociales (además de otras -inofensivas- tribus urbanas) diriman sus diferencias es una montaña rusa fruto de la unión entre las aventuras para toda la familia de 'Harry Potter y el Cáliz de Fuego' y el sadismo entrañable del Takeshi Kitano televisivo y su mítico ''Humor amarillo''. Divertida (pero no perdurable en la memoria) carrera de obstáculos en la que los alumnos A y los alumnos B se pican y -sin saberlo ellos- se cambian los papeles para que el debutante en el largo Dan Scanlon firme otro tratado marca de la casa sobre la amistad, que como bien sabemos, es ese tesoro que se construye a base de puntazos desinteresados y de puñaladas traperas. Drama y comedia se combinan de forma convincente pero no contundente. Desfilan ordenadamente pero a trompicones. Salta a la vista que la mezcla se ha llevado a cabo con mucho conocimiento... pero con demasiado poco espacio para la intuición. La magia antes comentada se deja ver, sin embargo, no aparece la chispa final para que todo prenda.

Sí que luce un mimo técnico (superado no obstante por el impresionante foto-realismo del cortometraje de apertura 'The Blue Umbrella', de Saschka Unseld, estimable carta de amor al cine de Wong Kar-Wai) que hace brillar como nunca antes los tonos pastel. Esta colorista y por otra parte muy esperable excelencia visual es usada al mismo tiempo para reírse con inteligencia (pero no con todo el gamberrismo deseable) del encorsetamiento académico, así como del deber de responder ante el (auto)impuesto prestigio de los apellidos. También hay risas dedicadas a las demás hermandades, sobre todo en lo referente a sus tics referencialistas (detectar en 'Monstruos University' los guiños cinéfilos sí que es una asignatura dura, muestra inequívoca de que en chez Lasseter el séptimo arte sigue queriéndose con locura... amor que a estas alturas no tiene por qué avalarse con obviedades).

Donde no se oyen carcajadas es en el patio de butacas, lo cual es, poca broma, un síntoma más que esperanzador. La evaluación final del producto corresponde, como no, tanto a los mocosos como a los santos papis. Ya se ha dicho: durante la proyección, muestras de alegría más bien pocas... y un niño no para de llorar. ¿Pintan bastos? No, porque cuando vuelven a encenderse las luces descubrimos que esta Pixar a medio gas pero afortunadamente reconocible ha vuelto a llevarnos por dónde ella quería: la nostalgia se ha apoderado de la ciudad de los monstruos... y ahora, para cargar las pilas, no toca reír, sino dar miedo. Los peques ya no quieren ser médicos o bomberos... intuyen que su vocación es la de asustador, de modo que practican sus rugidos y sus gruñidos más temibles. Los mayores, encantados con el espectáculo... y seguramente preguntándose a cuánto ascenderá la matrícula en la ''MU''.

Autor: Víctor Esquirol Molinas (El Séptimo Arte)

'El hombre de acero', un Superman diferente


Superman vuelve a la gran pantalla siete años después de que Bryan Singer fracasara con su respetuosa y reivindicable versión del primer superhéroe, una creación de Jerry Siegel y Joe Shuster que este mes celebra su 75º aniversario. A ‘Superman Returns’ se la acusó, entre otras cosas, de no ofrecer suficiente acción, de desaprovechar las posibilidades que ofrecen los superpoderes del popular personaje. Por lo visto, los responsables creativos de ‘El hombre de acero’ (‘Man of Steel’, 2013) tomaron buena nota y se han esforzado por evitar que dicha crítica volviera a plantearse.

Con la vista puesta no solo en el renacimiento de una franquicia sino en la puesta en marcha de ‘La Liga de la Justicia’ —‘Los Vengadores’ del sello DC—, se confió en un realizador de probada competencia en adaptaciones de cómics y espectáculo digital, Zack Snyder, para dar a los fans del superhéroe y del cine de entretenimiento el Superman más activo y vistoso hasta la fecha. Nadie se podrá quejar ahora de que faltan peleas o explosiones. El problema es que, por el camino, se han descuidado aspectos fundamentales como la lógica narrativa, la progresión dramática y la coherencia de los personajes. Desesperada por romper con lo anterior y arrasar en taquilla, ‘El hombre de acero’ ofrece pirotecnia y acción a raudales pero fracasa en todo lo demás.

‘El hombre de acero’ arranca con mucha fuerza. Siguiendo la estela de la estupenda ‘Superman’ (Richard Donner, 1978) y la floja ‘Thor’ (Kenneth Branagh, 2011), la historia comienza en un entorno fantástico, Krypton. En pocos minutos se presenta a los padres de Kal-El (Russell Crowe y Ayelet Zurer), el cercano final del planeta, un levantamiento militar liderado por el general Zod (Michael Shannon) y el lanzamiento de la nave que transporta al recién nacido a la Tierra. El frenético ritmo impuesto por Snyder, que suma a su repertorio de trucos visuales un discutible uso del zoom, permite disculpar los primeros desaciertos del endeble guion que firma David S. Goyer —elaborado a partir de una historia ideada junto a Christopher Nolan—.

Dejando a un lado asuntos inverosímiles como el parto, el códex o que Jor-El pase de científico a invencible guerrero en un abrir y cerrar de ojos, el mayor error de la secuencia inicial es empequeñecer al villano. Grita y amenaza pero no intimida, no impone respeto, es un soldado trastornado que dirige una torpe rebelión y pierde el primer combate cuerpo a cuerpo en el que le vemos. Todo esto resta emoción al climático enfrentamiento final, donde el espectador debería pensar que el héroe se enfrenta al desafío definitivo, a un rival aparentemente insuperable. Por el contrario, y pese a contar con la poderosa presencia de Shannon, este Zod nunca llega a tener contra las cuerdas a un Superman que podría competir con Hulk en brutalidad y capacidad de destrucción.


Definitivamente, es otro Superman. Se reciclan influencias del séptimo y el noveno arte, aderezadas con evidentes referencias al cristianismo, para reinventar al superhéroe, más solemne y físico que en anteriores ocasiones. Ya no sufre tanto si no salva vidas humanas, el héroe encarnado por Henry Cavill se apoya en los consejos de su padre terrícola (Kevin Costner) para tolerar incontables bajas civiles durante la extensa batalla que le enfrenta a los últimos y despiadados supervivientes de Krypton; no pasa nada mientras estén a salvo su madre (Diane Lane) y su novia (Amy Adams). A tenor del éxito en taquilla —en dos semanas ya supera los 400 millones de dólares en todo el mundo— supongo que este enfoque frívolo y violento es el que demandaba el público actual.

A mí me cuesta conectar con una película que abusa de frases trascendentales y rimbombantes, pretende emocionar forzando la muerte de Jonathan Kent, alterna de manera ilógica los puntos de vista —la investigación de Louis Lane carece de interés cuando hemos seguido los pasos de Clark—, no se detiene para hacer creíble el dominio de las habilidades sobrehumanas pero repite en ocasiones el planito de meter la llave y cuenta dos veces la tragedia de Krypton, encadena obstáculos sin criterio —¿cómo va a impactar la escena del autobús después del rescate en la estación petrolífera?—, y en definitiva, descuida la historia y los personajes —esa versión cómica de Jor-El…— para centrarse en acción frenética y desatada —¿TENTÁCULOS MECÁNICOS GIGANTES?—. Al final no sé quién es este Superman que bromea sobre un beso entre escombros y cadáveres, aparte de que “no es nuestro enemigo“ y “está tremendo“.


Tampoco me parece un desastre. Hay imágenes potentes y tramos logrados, y Hans Zimmer consigue algo que parecía impensable: no echar de menos el famoso acompañamiento musical de John Williams. Es una lástima que ‘El hombre de acero’ despache tan rápidamente el origen, la evolución y los conflictos interiores del protagonista para empezar cuanto antes con los puñetazos, se ha perdido la oportunidad de hacer algo grande. A ver si hay más suerte con la secuela, que como recordaréis ya está en marcha…

Autor: Juan Luis Caviaro (Blog de cine)


Richard Matheson nos ha dejado


Hace pocas horas se daba a conocer el fallecimiento del escritor Richard Matheson según un comunicado de su propia hija. La labor de Matheson en el campo fantástico o de ciencia-ficción fue una de las más importantes e influyentes del género. Tenía 88 años.

Casi todo el mundo le recordará por la novela ‘Soy leyenda’, que en cine conoció hasta tres adaptaciones, ‘The Last Man on Earth’ (Ubaldo Ragona, 1964), la más desconocida y sin embargo la más fiel al libro, ‘El último hombre… vivo’ (‘The Omega Man’, Boris Sagal, 1971), que es todo un clásico, y ‘Soy leyenda’ (‘I Am Legend’, Francis Lawrence, 2007), sin duda la más exitosa y también la más apartada del libro. En televisión su aportación más significativa y conocida es la realizada en la mítica serie ‘Dimensión desconocida’ (‘The Twilight Zone’), creada por Rod Serling y en la que Matheson escribió 16 episodios.

Si repasamos la faceta cinematográfica del escritor el primer título importante que encontramos es la inolvidable ‘El increíble hombre menguante’ (‘The Incredible Shrinking Man’, Jack Arnold, 1957); más tarde sus trabajos, caracterizados por una mano envidiable para la síntesis, en la etapa Poe del genial Roger Corman como por ejemplo ‘La caída de la casa Usher’ (‘House of Usher’, 1960) y en la pequeña pantalla dos películas hoy de culto: ‘El diablo sobre ruedas’ (‘Duel’, Steven Spielberg, 1971) y ‘The Night Stalker’ (id, John Llewellyn Moxey, 1972).

Por la productora británica Hammer se pasea de la mano de Terence Fisher en la excelente ‘La novia del diablo’ (‘The Devil Rides Out’, 1960). Uno de mis trabajos preferidos de Matheson fue el guión que escribió para ‘La leyenda de la mansión del infierno’ (‘The Legend of Hell House’, John Hough, 1973), una de las mejores películas sobre casas encantadas. En los 80 destacan la extraña ‘En algún lugar del tiempo’ (‘Somewhere in Time’, Jeannot Szwarc, 1980), y cómo no, ‘En los límites de la realidad’ (‘Twilight Zone: The Movie’, John Landis, George Miller, Joe Dante, Steven Spielberg, 1983).

La última película que adaptó uno de sus relatos fue la intrascendente ‘Acero puro’ (‘Real Steel’, Shawn Levy, 2011).

El cine fantástico está de luto, ha perdido a uno de los grandes. Hasta siempre Richard.

Autor: Alberto Abuín (Blog de cine)

lunes, 24 de junio de 2013

Taquilla USA: Monstruos y zombies


Este pasado fin de semana en la taquilla americana se ha llenado de monstruos que van a la universidad, de zombies que se extienden por el planeta y de alienígenas que intentan salvarlo. Pixar, como siempre ha encabezado el top taquillero, siguen siendo los reyes de la función aunque empiece a notarse cierta crisis creativa. ‘Monstruos University’ (‘Monsters University’, Dan Scanlon, 2013) era una precuela, a mi juicio innecesaria; prefiero ver a la empresa asentada en California metida en proyectos nuevos y no tirando de personajes ya vistos. En cualquier caso el negocio es el negocio y la película es tratada sin demasiada emoción por la crítica mientras que el público votante en la IMDb está bastante satisfecho.


‘Guerra mundial Z’ (‘Warl Word Z’, Marc Forster, 2013) era otro de los estrenos esperados por buena parte del público. Basada en el libro de Max Brooks y protagonizada por Brad Pitt, la película narra una guerra contra los zombies a nivel mundial. Un blocksbuester en toda regla que no desagrada a la crítica y tiene bastante contento al público votante. En nuestro país la veremos a partir del 2 de agosto.

Autor: Alberto Abuín (Blog de cine)

Vía: IMDb

William Fichtner será el villano de las nuevas Tortugas Ninja


Con esas declaraciones ha revelado William Fichtner su misterioso papel en la nueva película de las Tortugas Ninja que está dirigiendo Jonatham Liesbesman, con Michael Bay en labores de producción. El veterano y carismático actor —al que veremos este año en dos blockbusters: ‘El llanero solitario’ (‘The Lone Ranger’, Gore Verbinski, 2013) y ‘Elysium’ (Neill Blomkamp, 2013)— se pondrá en la piel de Shredder, líder del Clan del Pie y principal enemigo de las tortugas, ya encarnado por James Saito en la primera adaptación de los personajes creados por Peter Laird y Kevin Eastman.

Además de Fichtner, en el reparto de ‘Teenage Mutant Ninja Turtles’ —inicialmente ‘Ninja Turtles’, se cambió tras el rechazo de los fans a la opción de tortugas alienígenas, como quería Bay— figuran Megan Fox, Whoopi Goldberg, Will Arnett, Danny Woodburn, Alan Ritchson, Pete Ploszek, Jeremy Howard y Noel Fisher; los cuatro últimos son los encargados de interpretar a las tortugas a través de la tecnología de la captura del movimiento. El equipo me da muy mala espina pero voy a esperar al tráiler antes de abandonar la esperanza de encontrar una buena excusa para comer palomitas. Se estrena el 6 de junio del año que viene.

Autor: Juan Luis Caviaro (Blog de cine)

Vía: Blogdesuperheroes