lunes, 24 de junio de 2013

Crítica de "Mi encuentro con Marilou"


En los últimos años, el cine de Jean Becker se ha convertido en algo tan supuestamente balsámico e impermeable a la sorpresa como ir a tomar el té a casa de una tía solterona: una suerte de chill out en versión original subtitulada, un chill out en forma de mesa camilla forradita de ganchillo, donde celebrar el eterno retorno de la redención, los afectos libres de los peligros de la lubricidad y la solidaridad inter-clasista con perfume de campiña. Mi encuentro con Marilou, adaptación de una novela de Eric Holder, autor del libro que inspiró la amanerada, pero algo más interesante Mademoiselle Chambon (2009), no perturba ese orden de cosas, pero aporta un inesperado toque de distinción: da la impresión de que, con esta película que reitera los últimos registros de su filmografía, Becker ha querido construir su propio parque temático portátil dedicado a sí mismo.

Tras auto-citarse de manera algo tosca –la protagonista llora de desafecto maternal al contemplar una conmovedora escena de Verano asesino (1982), película del propio Becker-, el cineasta parece querer engrosar su cancionero personal con el Goodbye, Marilou de Michel Polnareff, tras haber dado funcionalidad narrativa a Johnny Hallyday y Jean-Loup Dabadie en Dejad de quererme (2008) y haber levantado una película entera a partir de la Élisa de Serge Gainsbourg. Becker toca temas tan caros a sí mismo como los del renacimiento tras el aparente colapso existencial, el cruce de caminos entre personajes aparentemente antitéticos y la germinación del afecto en territorios inesperados, todo ello enmarcado bajo el clásico tema del pintor y la modelo: aquí, la musa devolverá la inspiración al artista convirtiéndole en padre simbólico y ocasional émulo de Charles Bronson en primera línea de playa.

Por supuesto, tanto el veterano Patrick Chesnais como una Jeanne Lambert, que sabe encarnar los conflictos de una adolescencia problemática sin caer en lo irritante, lo dan todo para manifestar a la persona tras sus respectivos personajes. Pero Mi encuentro con Marilou es una de esas películas que se esfuerzan en predicar al ya converso, en acariciar a un público ganado de antemano, en no plantear ni un conflicto, ni una idea problemática. En suma, el cine como masaje; la platea como un spa del espíritu; la película como balneario de hora y media.

Autor: Jordi Costa (Diario El País)

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